Poderosa, enérgica, demoledora, al mismo tiempo dulce, inspirada, profunda, intensa, íntima, siempre elocuente y expresiva, todo en su justa medida, sin llegar a los molestos y ofensivos excesos, todo en su justo momento, así de generosa, entregada y honesta fue la ejecución del maestro José Areán, director titular de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, de la sinfonía quinta de Mahler, el atormentado Mahler.
Fue este, el primer concierto de la cuarta temporada del presente año, en donde uno espera y desea que todo salga bien, que nadie disipe la magia del momento, por ahí un lloriqueo de un niño durante el primer movimiento, pero prudentemente sus padres -supongo que eran sus padres- lo sacaron de la sala y así la magia continuó.
La quinta de Mahler es una sinfonía impresionante, una verdadera catedral sonora, una joya del sinfonismo universal, es la columna vertebral del colosal corpus sinfónico de Mahler. Se trata de un ad sus sinfonías instrumentales, junto con la primera en la que surge el Titán, la sexta, conocida como la trágica, la séptima que conocemos con el nombre de La canción de la noche, y la gloriosa y monumental novena, en las otras cuatro interviene magistralmente la voz humana, todo esto sin tomar en cuenta la inconclusa décima de la que sólo no dejó un par de movimientos y varios intentos por concluirla de parte de diferentes compositores siguiendo los apuntes dejados por el propio Mahler y a partir de este fundamento, elaborar el desarrollo y final de la décima de Mahler, de hecho yo tengo una versión terminada por Clinton Carpenter y ejecutada por la Orquesta Sinfónica de Dallas.
En fin, la quinta de Mahler es una sinfonía que compite con equilibrio de fuerzas con otras con el fin de ganarse el derecho de ser reconocida simplemente como la quinta. Ya ves, si hablamos de la novena, ésta siempre será, necesariamente, la de Ludwig van Beethoven, a pesar de que hay otras novenas muy importantes en el lenguaje sinfónico, como la novena de Dvorak, conocida con el nombre Desde el nuevo mundo, o la monumental de Bruckner o la solemne y majestuosa del mismo Mahler, de hecho esta novena de Mahler me parece un compendio del universo, la suma total de todo, todo lo abraza, todo lo contiene, no obstante, al novena siempre será la de Beethoven.
La verdadera disputa viene con las diferentes quintas y sextas que conocemos. Por ejemplo, el compositor de la nueva escuela vienesa, Alban Berg, solía decir con frecuencia: “A pesar de la Pastoral, no hay más sexta que La trágica”, esto con referencia a la sexta de Beethoven y la sexta de Mahler, sin embargo, no podemos ignorar la de Tchaikovsky, conocida como la sinfonía Patética.
Con algunas de las quintas pasa algo parecido, hay varias que levantan la manos exigiendo con justicia ser reconocidas con el apelativo de la quinta, ahí tenemos también la de Beethoven que se le conoce como la sinfonía del destino, la de Tchaikovsky que es un verdadero monumento sinfónico, yo agregaría la quinta de Shostakovich aunque seguramente con menos reflectores que sus compañeras, y claro, la de Mahler. ¿Cuál de ellas debe ser entonces reconocida simplemente como la quinta?, la verdad, no lo sé, me abstengo de opinar, es muy arriesgado comprometerse a emitir un juicio, además, la pasión que siento por la música, tanto de Beethoven como de Mahler, no me permitirían ser objetivo en mi apreciación, así que mejor ahí el dejamos.
En cualquier caso, estamos hablando de obras de un muy alto nivel de exigencia y son obras para gente grande, me refiero a los ejecutantes, no a quienes llegamos al teatro y nos sentamos cómodamente a disfrutar del concierto, a nosotros no se nos exige un conocimiento erudito de la música para poder amarla y disfrutar de ella, claro, siempre es bueno conocer un poco acerca del contexto histórico de lo que vamos a escuchar, eso ayudará, sin duda, a disfrutar más de la audición, pero nuestra tendencia natural hacia las artes, asunto que solemos olvidar, no predispone a disfrutar inmensamente de su majestad la música.
El primer concierto de la cuarta temporada del año nos presentó simplemente esta Sinfonía No. 5 de Gustav Mahler, un platillo exquisito cuya duración sobrepasa los 60 minutos, anda por ahí, dependiendo del tempo del director, por los 75 u 80 minutos, per o más allá de la duración de la obra, lo que verdaderamente la hace inmortal, como de hecho lo es, es la acumulación de contenidos. Es una obra en la que se respira, se presiente ya cierto aroma de tragedia, probablemente a la cantidad de revisiones a que fue sometida en diferentes momentos de la vida del compositor, muchos de esos momentos salpicados o hasta impregnados de un intenso dolor.
La parte más conocida de la quinta de Mahler es el célebre adagietto que Visconti hizo popular en la película Muerte en Venecia, yo creo que era uno de los momentos más esperados de la noche y cuando llegó, respondió a la expectativa de escucharlo en vivo, hermoso, profundamente inspirado, sensible, el tempo del maestro Areán llevó a este cuarto movimiento casi a los 10 minutos cuando generalmente dura alrededor de 8, pero fue delicioso, simplemente, fue uno de esos momentos que no se olvidan.
La próxima semana La Sinfónica presenta en el segundo concierto de esta corta cuarta temporada, La Valse de Maurice Ravel, el Concierto para piano y orquesta de este mismo compositor francés con la participación del pianista Rachid Bernal. Después del intermedio escucharemos la Sinfonía No. 5 en mi bemol mayor, OP. 82 de Jean Sibelius, la dirección será del maestro José Areán. La cita con su majestad la música es el próximo viernes 3 de noviembre a las 21:00 horas en el Teatro Aguascalientes. Por ahí nos veremos si Dios no dispone lo contrario. Hasta entonces.
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