No cabe duda que la desesperación de los principales partidos los ha llevado a cometer excesos de pragmatismo y han querido mostrarse como lo que no son, frente aún electorado cada vez más crítico, situación que puede lleva a la democracia a un callejón sin salida.
Se ha puesto muy de moda que los partidos rechacen el financiamiento que reciben de parte del gobierno, un sueño anhelado por muchos mexicanos por muchas generaciones, sin embargo, a unos meses de las elecciones presidenciales, las fuerzas políticas han caído en una especie de obsesión por quedar bien con los electores, renunciando a cantidades millonarias, cuando en realidad, lo que están haciendo es, echarse la soga al cuello.
Para comenzar, al electorado le resultará insatisfactorio que renuncien al 50%, porque exigirán el 70; a los que han ofrecido el 100% simplemente los toman con incredulidad porque ¿Qué institución del tamaño de un partido nacional puede subsistir con cero presupuestos gubernamentales, cuando desde siempre ha sido su principal ingreso?
Otro aspecto importante a considerar es que, si un partido nacional deja de recibir los ingresos que había venido recibiendo, lo primero que hay que preguntarnos: ¿De dónde va a provenir el recurso que le hará falta para continuar con sus operaciones? ¿Será la puerta más cómoda y ancha para la entrada de dinero sucio de bandas del crimen organizado? ¿O serán los principales grupos empresariales del país sus nuevos benefactores, y con ello, compromisos más fuertes los que asuman líderes y candidatos?
Lo que también es un hecho es que, el propio sistema político mexicano lleva hasta en el tuétano una alta carga de corrupción, que definitivamente no acabará con disminuir el gasto en partidos. El que se les quite presupuesto, no detendrá las añejas prácticas de recibir dinero de todos lados con tal de comprar conciencias y votos para ganar las elecciones.
Sin embargo, hay que esperar para ver cómo se va configurando las propuestas que están formulando cada partido y sobre todo, vigilar que efectivamente se cumplan hoy que hoy están prometiendo.
Da la impresión de que todas las fuerzas políticas que han expresado su interés por deshacerse del dinero público, traen unas bajo la manga, que en cada compromiso publicitado esconde un profundo desencanto popular que tarde o temprano les será cobrado en las urnas.
Si de verdad quieren disminuir sus ingresos públicos, ¿cuál es la razón por la que esta negociación no la aíslan del proceso electoral 2018, legislan de manera reposada, concienzudamente y generan una propuesta a la sociedad real, creíble y factible, para evitar los desengaños que producen cuando, ante una buena oferta, al leer las letras chiquitas nos venimos enterando que no se trataba de otra cosa más que de un burdo fraude.
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