Querido lector, aquí como cada jueves tratando de entender el quehacer sociopolítico de nuestra amada tierra, quizá sea el momento de dejar por la paz la idea de buscarle explicación a todo, querer comprender para qué, para tener un termómetro y saber cómo actuar ante escenarios que se nos presentan día a día, tal vez para molestarme más con la cúpula del poder o que tal burlarme de los medios oficiales y/o vendidos que hacen de México el mejor lugar para vivir y trabajar.
Cerré la columna de hace ochos días con la reflexión sobre los colores de la vida para estos próximos meses hasta llegar al primero de julio de 2018, pesimista yo, dije que serían grises cada uno de los 24/7, con arrebatos y estrategias fallidas por parte de los actores político carentes de trucos entretenidos para el respetable.
Y así comenzamos el recorrido por el camino de ladrillos grises, a diferencia del camino a Oz, amarillos por cierto y sin tintes partidistas, aclaro. No está Dorothy de Kansas, pero sí Maggy de la vieja Tenochtitlan; ambas nobles y soñadoras, perseguidas desde siempre por la Bruja mala del oeste, bueno, ahora con esto de la equidad de género a Maggy la persigue el brujo malo del poniente (como del estilo del hechicero Gargamel de los Pitufos) que quiere destruir su carrera política y le impedirá llegar a OZ el primero de julio del año que viene. Y aquí quiero hacer un paréntesis, querido lector, eso de llegar con el mago no precisamente para que la regrese a casa sino para que le herede el poder de Ciudad Esmeralda, está canijo y conste que no lo digo porque Maggy no sea capaz, pero es como sacarse la rifa del tigre hambriento.
Maggy de la vieja Tenochtitlan estaba tranquila y contenta en casa, una bella mansión azul donde vivía con sus tíos, los amigos de sus tíos y su mascota inseparable, pero de pronto el sistema meteorológico de aquellas latitudes del cuento que estamos contando anunció inminentes huracanes y sismos que afectarían la tierra natal de nuestra Maggy. A diferencia de Dorothy de Kansas, acá los extraños fenómenos eran provocados por el hechicero, el brujo malo del poniente, ese que le digo que se parece a Gargamel de los Pitufos, ese mero decidió que la mansión azul era de su pertenencia y que nadie más que él debía llegar a Ciudad Esmeralda para reemplazar a Oz en sus deberes como líder supremo de esas hermosas tierras. A ciencia cierta, Maggy no entendía el porqué de las cosas, si antes el malo de la historia había sido el bueno del cuento.
El brujo malo del poniente jugó todas sus cartas para que nuestra amiguita tuviera que abandonar la mansión azul y caminar por su cuenta sobre el camino de bloques grises que la conduciría hasta Oz. Los tíos, los amigos de los tíos y hasta su mascota se mostraron confundidos pues confiaban en el ahora dueño del predio celeste, sin embargo, las cosas se salieron de control, o tal vez entraron en control, el chiste es que hasta los que no viven en la mansión azul opinaron, metieron su cuchara y quisieron tomar partida del suceso tan desconcertante. Maggy no estaba jugando, ni amenazando a ver qué reacciones encontraba, tomó la decisión y se marchó de casa, “She’s leaving home” como dirían los Beatles, con su mascota como único acompañante tomó el camino gris y se propuso llegar a Ciudad Esmeralda antes que todos para convencer a Oz de cederle el mando.
Así como Dorothy se encontró al espantapájaros, un ser inteligente pero débil físicamente, Maggy se encontró a Fernando Canales de una tierra llamada Nuevo León, a Alejandro González Alcocer y José Guadalupe Osuna de otra tierra llamada Baja California, también Emilio González Márquez y Alberto Cárdenas, estos últimos de las latitudes tapatías.
Ellos cinco, espantapájaros, leones, hombres de hojalata, todos ellos habitantes de la mansión azul se percataron junto con Maggy que las cosas en casa no estaban caminando bien, de hecho, el mismo hechicero quien también forma parte de la familia decidió dividir, separar, acabar al parecer con todos los azules como los conocemos.
Y es aquí donde los cuentos se entrelazan, recuerda usted la trama de Blanca Nieves, la reina no podía soportar que alguien en su reino fuera más bella que ella, así que cuando descubrió que existía alguien mejor dotada y con una cara angelical decidió eliminarla, ya sabe la cobardía del cazador y la manzana envenenada.
Las cosas en esta dimensión se fueron dando de una manera similar, el hechicero no pudo soportar que Maggy tuviera más “likes” que él y que nuestra protagonista del cuento tuviera más posibilidades de llegar a ser candidata y contender por relevar a Oz.
Nuestro Gargamel de una manera completamente arrebatada fue acorralando a la pobre Blanca Maggy hasta que la orilló a dejar la casa, quedar a la deriva, si es que sigue pretendiendo llegar a Oz.
La parte más compleja de las historias es cuando los personajes de los otros reinos creen firmemente que esta situación los favorece o afecta y se pronuncian con todo el derecho y conocimiento de causa, aseverando que si la Maggy dejó la mansión azul fue porque a los habitantes de la casa tricolor les conviene.
Aun sazonado para hacer un cuento para dormir ardillas, la realidad no es divertida, interesante, mucho menos tiene un beneficio real para los habitantes de esta dimensión mexicana.
Los pasos de Maggy por el camino gris no garantizan que la contienda sea de nivel, mejor inviértale tiempo a la NFL antes de que Trump la desaparezca.
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