La verdad, yo y el llamado nuevo cine mexicano nunca nos llevamos. Todo con una estética muy oscura, pero valores de producción de comercial. Como que un DF muy gritty, pero hasta el modelo que contrataron para ser extra estaba guapísimo. Y al final, daba hueva. El nadir de esta etapa en la producción cinematográfica mexicana es Así del precipicio, una cinta financiada por los sospechosos usuales (Videocine) y Jumex. La trama por diseño era edgy, con un grupo de mujeres (blancas y despampanantes, por supuesto) que eran prepotentes, algunas lesbianas y otras drogadictas. Había, porque cine nuevo mexicana, escenas de desnudos gratuitas. Y un momento marca Amarte duele, cuando la protagonista le dispara a una persona que quería limpiar sus vidrios. Salió de la delegación de inmediato. Eso era una mierda.
Yo siempre me preguntaba, entre dichas porquerías transgresoras (ei) y los ensayos de híper-flojera de Reygadas, ¿por qué no simplemente se realizan historias sobre la ciudad y sus habitantes? ¿por qué no una narrativa que nos pareciera medianamente cercana? Decía yo que a lo Woody Allen o ya de perdido a la New Year’s Eve. No todo tenía que ser un estudio sesudo sobre la desigualdad o alegorías a traumas del director o directora.
Es por eso que soy fan de Gaz Alazraki y su Nosotros los Nobles. Tiene fallas como cualquier producto. Tal vez muchas, como otros tantos. Y si bien no fue la primera cinta relajada, si tiene el rol de una especie de heraldo en cuanto a producciones ligeras, con inversiones medianas y que recuperan taquilla, incluso siendo número uno en sus fines de semana de apertura. En Facebook suele circular el pitch con el que Alazraki buscó el dinero para filmar Nobles. Es la trama básica armada con pedacitos de Arrested Development, The Royal Tenenbaums y Trading Places, entre otros. ¿Que quiere decir eso? Que el director es un goey con cero pretensiones y que creció viendo lo mismo que tú. No le pide más a tu bagaje cultural, pero tampoco te trata como a un idiota.
Malaventura, Paraíso, Macho, Treintona Soltera y Fantástica son películas marca 4/10 pero parte de un ecosistema cinematográfico sano, para que posteriormente haya productores y directores que arriesguen con tramas más de avanzada. Todo a su tiempo.
Club de Cuervos, la serie que se armó con parte del electo y creativos de Nobles, ha sido algo castigada por la crítica. A nivel técnico, está al nivel de cualquier comedia de una sola cámara en Netflix. El guión es algo flojo y Luis Gerardo Méndez es un lead cuestionable pero al final es algo redondo. Me gusta, no es un clásico, pero tan les interesa seguir las convenciones del sitcom que en el equipo de guionistas hay dos veteranos gringos. No lo digo por malinchista, sino porque en nuestro país simplemente no había una escuela de escritores de series.
La tercera temporada, recién estrenada, por fin se suelta un poco la greña. Por ejemplo, lastres a nivel argumento como el personaje de Giménez Cacho o el eyecandy de Stephanie Cayo, ya salieron sobrando. Se nota un bajón de presupuesto y que es una comedia de salas junta, y se agradece ya que ese es el fuerte de Alazraki y su equipo. ¡Ojalá tengamos muchas temporadas más! Y también, ojalá que Netflix dé más dinero para otras series nacionales.
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