Cacomixtle / A lomo de palabra - LJA Aguascalientes
21/11/2024

 

The proper definition of a man is

an animal that writes letters

Lewis Carroll

 

Es imperdonable que Juan José Arreola no haya incluido al cacomixtle en su Bestiario. El hombre debió de haberse topado con estos bichos cientos de ocasiones; consideren sus condicionantes de arranque. En cuanto al sitio, el más cosmopolita de nuestros grandes prosistas nació en un pueblote, en efecto superlativo, pero todavía bien afincado en la ruralidad: Yo, señores, soy de Zapotlán el Grande. Un pueblo que de tan grande nos lo hicieron Ciudad Guzmán hace cien años. Pero nosotros seguimos siendo tan pueblo que todavía le decimos Zapotlán… -escribió él mismo-. Es un valle redondo de maíz, un circo de montañas sin más adorno que su buen temperamento, un cielo azul y una laguna que viene y se va como un delgado sueño. Y en cuanto al tiempo, el último juglar mexicano llegó al mundo rayando el siglo XX: Nací el año de 1918, en el estrago de la gripa española, día de San Mateo Evangelista y Santa Ifigenia Virgen, entre pollos, puercos, chivos, guajolotes, vacas, burros y caballos. Traigo a colación estas palabras suyas para subrayar el hecho de que el maestro Arreola tuvo una conciencia histórica sólida, en la que incluía su contexto fáunico. Sin embargo, a la hora de confeccionar su Bestiario, no atendió a la biota de su propio hábitat. Tengo en mis manos la edición de marzo de 1958 de la Revista de la Universidad de México; en sus páginas 6 y 7, “Punta de plata”, cuatro viñetas de Héctor Xavier y sendos textos de Juan José Arreola, en conjunto, primera piedra del colosal monumento literario que a la postre sería su librito Bestiario: “Las focas”, “La hiena”, “El hipopótamo” y “El rinoceronte”. El artículo incluía una nota introductoria en la que el payo jalisciense -como se autodenominó durante la famosa entrevista con Emmanuel Carballo (Protagonistas de la literatura mexicana)- desembucha la raíz fenomenológica tanto de sus apuntes como de los dibujos: proceden directamente del natural, y las reflexiones que los informan tienen el mismo lugar de origen: Parque Zoológico de Chapultepec. Así se explican en ellos algunos rasgos de la más pura obscenidad y, el aroma persistente del estiércol salvaje. Luego, ya en la edición canónica de Bestiario, incorporaría noticias sobre 19 animales más: el sapo, el bisonte, aves de rapiña, el avestruz, el carabao, felinos, el búho, el oso, el elefante, topos, camélidos, la boa, la cebra, la jirafa…, en fin, pero del cacomixtle ni media palabra, ¡caray! ¡Una, pena, Juan José!: se te fue vivo el pequeño prociónido, y tú te nos fuiste muerto sin decir nada de este omnívoro de mastodonte potencial poético…

Por principio, el nombre: tal como podríamos proferir refiriéndonos a tlacuache -nahualismo de tlacuatzin, un marsupial marmosa-, cacomixtle es palabra que designa a un ser que ya existía en Mesoamérica antes de la llegada de los españoles. El Diccionario de la lengua española de la RAE establece que el vocablo proviene del náhuatl claco/tlaco ‘medio’ y miztli ‘león’. De ahí habrá que derivar que la bestia es no un león de medio pelo, sino un medio león… Podríamos dejar aquí la acotación etimológica, pero cómo indultar la pifia histórico-zoológica de la RAE: ¿cómo pudo el náhuatl haber consagrado una palabra para león, si en materia de grandes felinos por estos lares no pasábamos de jaguares, ocelotes y pumas…? Peccata minuta…, medio-gatote, que no medio-león, hay que partir de la hipótesis de que el cacomixtle, siendo una fiera mediocre, es bipolar. Resulta difícil creer que se salven de este trastorno los ejemplares que sobreviven en los lugares del país en donde la gente los conoce con otros nombres -goyo, güilo y siete rayas-. Ocurre que su lamentable definición sin fronteras no sólo es nominal: el pobre cacomixtle —aunque no hay uno, sino dos: el norteño (Bassariscus astutus) y el cacomixtle a secas (Bassariscus sumichrasti)— seguramente sufre un fuerte un conflicto de identidad. Encuentro que los gringos, tan zopencos a la hora de pronunciar mexicanismos, al cacomixtle le llaman ring-tailed cat, gato de cola anillada, y lo describen tomando cachos de aquí y allá: a cat-sized carnivore resembling a small fox with a long raccoon-like tail… (Laboratorio de Investigación de Ciencias Naturales del Museo de la Universidad Tecnológica de Texas) Gato, zorro, mapache… Y, claro, no faltan quienes le ven pinta de tejón, aunque el error más frecuente es confundirlos con zarigüeyas, lo cual ya es inexcusable; es como decir que la carne de iguana o de víbora o cualquiera que no sea de res sabe a pollo. Otro misterio del cacomixtle: emite una gran variedad de sonidos, incluso cliqueos, ladridos y chirridos… O sea, ¿el cacomixtle chirriladra? No me parece exagerado decir que el cacomixtle existe como para gastarse fortunas en análisis freudiano y darwiniano… Esto manifestaba yo hace poco, lo cual mi buen amigo Pepe Limón apostilló: Al caminar proyecta una confusión. Debate de sombras ante el dilema evolutivo del yo definitivo. La extinción le negó la heráldica de león…

Arreola no solamente debió de haber visto en Jalisco varios cacomixtles; en la Ciudad de México, a la que llegó a residir en 1936, había y hay todavía muchos. Son parte de la fauna local, no exótica, sino nativa. El cacomixtle es tan chilango como una torta de chilaquiles, y su exotismo, que lo tiene, no es por prodecencia; se trata más bien de una extravagancia, como la del ocapí -esa jirafa que se achaparró para robarle las ancas a una cebra- o del ornitorrinco -un mamífero venenoso que pone huevos-, por indefinición.

 


@gcastroibarra


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