Al decidir dónde ir a la universidad, los estudiantes suelen hacerse varias preguntas: ¿Cuánto costará? ¿Qué programas académicos existen? ¿Me preparará para mi futuro? ¿Qué universidades tengo cerca? Esta última pregunta suele no considerarse en la planificación de las políticas educativas a pesar de que estas oportunidades se configuran en gran medida en función del lugar donde vivimos. Es decir, no sólo la calidad de la infraestructura sino también la ubicación de los estudiantes respecto de ésta influye en sus trayectorias académicas (Ángeles 2017). La Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA) Campus Sur es el reflejo de cómo la mala ubicación de una institución educativa puede desfavorecer el acceso de la población a la educación. Veamos.
Desde 2014, el entonces rector de la UAA aseguraba que existía rezago en el servicio de transporte público para alumnos del Campus Sur, especialmente para estudiantes provenientes de comunidades de municipios del interior; algunos de ellos, al encontrar dificultades para arribar a la institución, optaron por desertar (La Jornada Aguascalientes, 26-08-2014). En 2015, no existía todavía un servicio de transporte eficiente y confiable para atender las necesidades de movilidad de los dos mil 500 estudiantes, muchos de los cuales vivían en colonias y comunidades de la periferia, por lo que debían transbordar varias veces y desplazarse varias horas para llegar a la universidad (La Jornada Aguascalientes, 19-10-2015). En 2017, el problema de transporte público en el Campus Sur sigue sin resolverse; por ello, “son muchos los alumnos que se organizan para tomar un taxi o Uber de manera grupal ante la falta de horarios regulares de las rutas” (La Jornada Aguascalientes, 12-06-2017).
Evidentemente algo está mal: no sólo el servicio de transporte público es deficiente e insuficiente sino también, y quizá más importante, la ubicación del Campus Sur, distante y desconectada, es inadecuada. De esta manera, la distancia a esta institución puede reducir las oportunidades de educación superior de la población, especialmente la de menores ingresos. De acuerdo con Hillman y Weichman (2016) el nivel socioeconómico de los estudiantes determina la distancia que estos pueden costear para trasladarse entre su hogar y su universidad. Es decir, la distancia influye en las decisiones de los estudiantes de a qué universidad asistir: cuanto más lejos vive un estudiante de una universidad, menos probable de matricularse. Los autores antes mencionados señalan tres razones por las cuales esto ocurre:
Primero, por elasticidad de la distancia. Similar a la forma en que los estudiantes responden a los aumentos de colegiatura, la probabilidad de inscribirse en la universidad disminuye a medida que aumenta su distancia a ésta. La distancia afecta más a estudiantes de menor nivel socioeconómico pues ante la ausencia de alternativas de movilidad eficientes y asequibles deben invertir mayor parte de su ingreso y de su tiempo en sus traslados.
Segundo, por efectos indirectos. Tener una universidad cercana suele asociarse con mayores niveles de matriculación en universidades. Esto se debe a que algunas personas se trasladan precisamente a lugares con acceso a estas instituciones, y a que la proximidad a ellas incentiva a más estudiantes a matricularse. Al mismo tiempo, lugares sin presencia de universidades suelen asociarse con menores niveles de matriculación, en parte porque mayor distancia aumenta los costos de transporte.
Tercero, por lazos comunitarios. Debido a responsabilidades familiares o laborales y normas culturales, muchos estudiantes tienden a quedarse cerca de su hogar para asistir a la universidad. Por lo tanto, sus opciones se limitan a las instituciones más próximas; este fenómeno influye más en estudiantes de localidades rurales quienes muchas veces tienen que permanecer más cerca de su hogar, con lo cual sus opciones educativas se reducen aún más pues no todos tienen los recursos para desplazarse largas distancias, como seguramente ocurre con la UAA Campus Sur.
En este contexto, para muchos estudiantes la elección de universidad es una función de proximidad. Sin embargo, en Aguascalientes nos encontramos ante un claro ejemplo de cómo la distancia y los costos y tiempos de traslado hacia una universidad pueden disminuir, o peor aún, eliminar las oportunidades de educación superior de muchos jóvenes. Estas situaciones no ocurren al azar; suelen ser el resultado de la ausencia de planificación urbana, decisiones equivocadas y, en muchos casos, de anteponer el interés privado al público.
En conclusión, debemos reconocer que la distancia a una universidad determina o condiciona el acceso a las oportunidades educativas para gran parte de la población. El problema no se soluciona únicamente con tarifas preferenciales de transporte público para estudiantes, sobre todo si consideramos la pésima calidad del servicio; se requiere incorporar una visión de planificación urbana y del transporte y la movilidad en las políticas educativas.
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