Voy a pedirle al mar
que devuelva tus sueños muertos
y los castillos que hiciste en la arena
Voy a pedirle al sol
que caliente los pensamientos
para que floten de nuevo en el aire
Y verás la luz
cuando el síndrome se vaya
no habrá más que luz
Voy a reconstruir
la mirada que vas perdiendo
para exponerla de nuevo en la calle
Síndrome – La Barranca
La palabra construir, dice la Real Academia Española (RAE), es hacer algo utilizando los elementos adecuados. Quizá en el uso de la definición de la palabra sea esta la forma más común de iniciar este texto, sin embargo no lo es; dentro de todas las acepciones que pueda tener una palabra, y del listado que nos ofrecer la RAE para la definición de construir, quizá sea esta que escribo la más compleja de todas. Y entonces por eso intentó deconstruir esa definición: hacer algo – utilizando los elementos – adecuados. ¿Uno pensará qué carajos es ese “algo”? ¿cuáles elementos?, sobre todo, ¿cuáles son los adecuados? Yo aún no lo sé. Y de una forma u otra busco saberlo. Quizá mi terquedad astral, si hay algo que creer en ello, dirá que como nativa del signo Virgo, en mi exacerbada necesidad de análisis, o rumeo, como más bien lo creo, me exijo saber qué carajos debo entender como los elementos correctos.
Construir sea quizá una de las acciones más complejas para el ser humano, y sin embargo sea aquella la que más realizamos, porque la vida es una construcción constante: construimos nuestra personalidad, nuestra forma de vida, construimos aquello que nos gusta, que disfrutamos y que nos “construye”; y desde ahí construimos relaciones, espacios y grupos. La vida es una construcción permanente con aquellos elementos que consideramos adecuados, según la RAE.
La reconstrucción es aún más compleja, porque el prefijo re significa repetir, es decir volver a construir. Lo que no nos dice la RAE es que repetir la construcción también puede ser dolorosa, y quizá lo sea todavía más que incluso construir. Partimos de algo que se derrumbó, y entonces devino un desmoronamiento en donde las piezas perdieron su estructura y forma. Reconstruir quizá sea tan constante como la propia construcción misma, y quizá la vida sea justo eso, una constante reconstrucción en donde habiendo identificado puntos de quiebre lo seguimos intentando, porque la vida no se construye de una vez y para siempre.
Asumirnos como sujetos capaces de producir nuestras propias historias, y reconocer que nuestras historias nunca son perfectas quizá sea la herramienta más básica en la conformación de nuestra propia estructura de vida. Saber que el mundo se puede caer, pero que también podemos levantarlo, mejorarlo y aprenderlo puede ser la base para establecer relaciones constructivas. Nada es tan grave, me dijo hace poco una buena amiga. El derrumbamiento es o no tan grave en función de nuestra propia disposición, porque incluso con las mismas piezas de vida podemos reconstruir nuevamente nuestras historias y rescatar aquello que nos permitió unirlas. Nada es perfecto todo es perfectible, escuché también alguna vez. Sin embargo, dejamos que el error o la perfección sean valorados, sopesados y juzgados desde lo que los otros esperan de nosotros, sin siquiera saber si aquello es tal y como lo dimensionamos nosotros. Y es que, si bien la historia actúa sobre el sujeto, ésta no lo determina. Así, la historia pasada o la inmediata nos permite modificar las prácticas y las estructuras en las cuales estamos insertos, pero eso no significa que no podamos construir nuestras propias historias, y mejor aún, reconstruirlas con lo que fue, porque algo hubo de bueno en todos esos elementos, aun descociendo si fueron o no los adecuados como lo esperaría la RAE. La capacidad de reconstruir nuestras historias, nuestras narraciones, implica también la capacidad de borrar la marca del lápiz que sobre la hoja se había escrito, pero seguir utilizando el mismo lápiz, y la misma hoja para reconstruir una nueva historia.
Valentía para reconstruir es quizá la fuerza que nos haga falta, porque la construcción siempre será permanente en cuanto somos sujetos incompletos que interpretamos y re – interpretamos las distintas realidades. Pero el valor de aceptar y trabajar con lo antes ya hecho, a veces desde el dolor, conlleva más valor. Quizá un punto de inicio será identificar aquellos elementos adecuados. Lo adecuado en primera instancia será aquello que nos haga bien. Estructurar, ensamblar, unir, y atender los bienestares sustentará la reconstrucción de nuestra forma de vida: una vida de sueños, de castillos, de pensamientos y de miradas (así como canta La Barranca). Permitamos reconstruir nuestras vidas con los elementos adecuados, y aunque no estemos seguros cuáles sean, aceptar aquellos que nos hacen bien puede ser un buen inicio.