La nueva reforma educativa busca que los niños aprendan más y mejor, sin embargo, además del estilo de enseñanza del profesorado, su coeficiente intelectual, hábitos de estudio familiares y gusto por la escuela tenemos otro factor importantísimo, la alimentación.
Caso número 1: Muchos niños van a la escuela con el estómago vacío. En casa no hay suficiente alimento como para enviarlos con un almuerzo y algo en la pancita por lo que se levantan, alistan para la escuela, si bien les va toman agua y así se van a estudiar.
Es muy difícil tratar de poner atención cuando las tripas rugen del hambre, el cuerpo se centra en el estómago y queda poca energía para estudiar.
Un niño sin suficiente alimento tiene sueño y se siente cansado, muchos se acostumbran a no comer, aunque tengan anemia y estén un poco desnutridos mientras que otros sufren por no poder detener el hambre todos los días.
Una maestra de primaria del oriente de la ciudad me contó, alguna vez, que ella lleva fruta para compartir con sus alumnos y que en la primera hora de clase toman una pausa de 15 minutos para poder comer un poco de lo que prepara para sus alumnos, después algunas mamás (muy pocas, por cierto) se sumaron y envían a sus hijos con mayores porciones de almuerzo para que sus compañeritos puedan sentirse bien en clase.
El cuerpo necesita nutrientes y agua para funcionar por lo que si no se provee de eso un niño en pleno crecimiento tiene severos problemas de atención y retención, aún si no se memoriza o se cambia la estrategia, ese pequeño seguirá con dificultades para aprender.
Caso número 2: Desayunos cargados de azúcar. Es muy común el que los niños desayunen cereal o galletas con leche cada mañana. El cereal que compramos en el supermercado, las galletas, así como la leche (incluimos la leche light) están cargados de azúcares refinados. Algunos pequeños tienen reacción negativa al azúcar por lo que están inquietos mientras sufren los efectos de lo que consumieron durante el desayuno. Sin embargo, en lo que baja el azúcar llega el almuerzo y el pequeño toma un jugo artificial endulzado con azúcares refinados por lo que el efecto de ésta no tiene fin.
El cereal, las galletas y el pan es lo más rápido para no salir con la barriguita vacía, pues las mañanas son caóticas mientras se levantan, tienden la cama y se alistan para salir antes de las siete de la mañana o las ocho (según sea el caso), lo que como padres necesitamos es hacer una prueba para saber si nuestros hijos tienen reacción al azúcar y cuáles son sus efectos.
En los últimos años se diagnostican a muchos niños con hiperactividad y quieren llevarlos corriendo a terapia y que los mediquen para no tener problemas y se resuelva rápido. Antes de medicarlos bien vale la pena hacer pruebas con alimentos para ver si en realidad puede ser un problema donde algunos ingredientes de la dieta diaria afectan su comportamiento.
La alta ingesta de azúcares distrae a algunos niños, la nueva reforma seguramente no previó eso.
Caso número 3: Dieta desbalanceada. Ahora está de moda estar delgado, ser crudivegano y sobre todo, comer poco. Después de casi veinte años de maestra me he encontrado que algunos jovencitos comen las dietas de sus mamás y sufren hambre. Es una cuestión distinta cuando no hay qué comer a como lo que me proveen y no me permiten alimentarme de otra manera. Hay niños que de alguna forma buscan comer más de lo que les envían sus mamás, sin embargo, todo depende de la dinámica familiar y la autonomía del estudiante.
Entonces, tenemos niños con posibilidades económicas mayores para alimentarse y sufren de hambre pues les envían como almuerzo cuatro uvas, una pizca de germen de soya con una porción pequeña de emparedado. Si bien es cierto hay niños que comen poco pues tienen apetito distraído, pero si lo pensamos bien, la mayoría come más.
Esas madres prefieren no comer para no engordar en lugar de hacer platillos saludables y al mismo tiempo, como espejo, quieren que sus hijos estén delgados para que no las critiquen; como resultado tenemos niños hambrientos en el salón, con cansancio y fatiga todo el tiempo, pues en casa tampoco son bien alimentados.
Existen diversas situaciones por las que los niños, y en general todos los estudiantes, no ponen el ciento por ciento de atención en el salón de clases. Hoy hablamos sólo de una de las posibles causas, sin embargo, estoy segura que nos sólo podemos normalizarlo en tres casos, debe haber muchos más que no percibimos y que son un foco rojo en las escuelas.
Tampoco podemos olvidar la inteligencia emocional y lo que cada uno de nuestros alumnos viven en casa. Cuando nuestros alumnos pasan hambre y hay conflictos en casa no es posible que se concentren y atiendan pues su cabecita está en otro lado. Para algunos niños la escuela es fascinante, pues se alejan de su lugar de conflicto, ahí se sienten a gusto y libres, prefieren estar en la escuela que en casa.
No nos impresionemos y pongamos nerviosos por la nueva reforma, en realidad cuando el niño esté en casa tendrá que memorizar para poder acreditar los exámenes. Nosotros podemos emplear las nuevas tendencias para fijar el aprendizaje y sobre todo los procesos del pensamiento para que su capacidad de análisis e interpretación los lleva a sintetizar contenidos y crear, crear nuevas teorías, conceptos, manifestaciones.
Alimentemos bien a nuestros estudiantes en cuerpo y alma para que juntos cambiemos el rumbo de nuestro país.
Laus Deo
@paulanajber