La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo
Eduardo Galeano
Cuando se pudiera pensar que todo está perdido, que la sociedad es egoísta, que de los valores solo queda el recuerdo, tras una tragedia de proporcionales dimensiones como la que hemos vivido en estos días, surgen aspectos que nos hacen tener esperanza y que nos recuerdan que al final somos eso, simplemente seres y humanos.
Me refiero a esto y a propósito del sismo del 19 de septiembre, porque así como pudimos constatar la tragedia de miles de familias en varios estados, también se han mostrado esas imágenes que nos llevan al pasado, a aquel 19 de septiembre de 1985, en donde los civiles apoyaron a las autoridades en el rescate de las personas que quedaron bajo los escombros.
Tal cual lo hemos vivido: esas filas de gente que haciendo mano cadena colaboran en el retiro de los escombros de aquellas zonas que quedaron devastadas. Muchos de ellos hasta el cansancio, pero con el ánimo y la firme convicción de querer ayudar.
Qué decir de las escenas en las que la esperanza se ha perdido y de pronto, una persona es rescatada con vida, lo que devuelve a todos la fuerza y esos sentimientos de satisfacción y de alegría.
Muy difícil es sin duda el poder mantener la calma, el tratar de conservar la entereza. Miles están ahí de la mano con la autoridad, trabajando para apoyar a los que desafortunadamente han perdido lo material y en el peor de los casos a un ser querido.
Quienes vivieron el sismo de aquellos años, seguramente recordarán que la respuesta ante la tragedia no fue tan oportuna como lo está siendo ahora. Quizás sea porque a partir de aquella fecha, se redoblaron los esfuerzos en materia preventiva a través de la realización de simulacros, año con año, pero también la preparación de los integrantes de las distintas corporaciones en materia de protección civil nos han dado muestra de esa pericia para enfrentar el problema; no podemos dejar de lado los avances tecnológicos mediante los cuales ha fluido mucha información vital.
Historias muchísimas, que conmueven y que calan, que nos llevan a la empatía sobre todo a quienes tenemos la fortuna de ser padres, y que nos han movido para reaccionar de forma inmediata y buscar los canales mediante los cuales desde nuestro estado podemos colaborar con esas personas que hoy nos necesitan.
Como frase trillada suena eso de que los mexicanos salimos adelante unidos, siendo solidarios, pero vale la pena hacer la reflexión de que efectivamente en la desgracia es cuando más participamos, cuando más nos volvemos un ente colaborativo en busca de bien común.
Efectivamente no pueden faltar los casos de quienes abusan en medio de la tragedia, sin embargo son muchos más los que nos ponen el ejemplo, gente que con su esfuerzo ahí mismo en las zonas de riesgo han apoyado de forma oportuna.
De vital importancia es que las autoridades se comprometan a hacer llegar la ayuda a quienes la necesitan, que no suceda lo que tanto se denuncia a través de las redes sociales luego del también reciente sismo que afectó a las comunidades más pobres de los estados del sureste de nuestro país.
Es importante que al mismo tiempo se valore la dinámica que en entidades como la nuestra tenemos a propósito de la reacción y las medidas que debemos tomar en caso de algún siniestro.
Hace falta mucha cultura de seguridad y prevención, tanto en las oficinas como en las instituciones de educación y de todos los niveles, especialmente en los de preescolar y primaria.
Es necesario que los niños y jóvenes conozcan los procedimientos de evacuación ante fenómenos que como éste han cobrado más vidas precisamente en estos sectores poblacionales.
El trabajo es hoy día mucho, sin embargo la sociedad está atenta y colaborativa para restablecer a la brevedad la cotidianidad de todos, en la historia de nuestro país se escribe nuevamente un hecho que se vislumbra como parteaguas en la elección del rumbo que todos queremos tomar.