El día del derrumbe / El banquete de los pordioseros - LJA Aguascalientes
21/11/2024

–Esto pasó en septiembre. No en el septiembre de este año sino en el del año pasado. ¿O fue el antepasado, Melitón? -No, fue el pasado. -Sí, si yo me acordaba bien. Fue en septiembre del año pasado, por el día veintiuno. Óyeme, Melitón, ¿no fue el veintiuno de septiembre el mero día del temblor? -Fue un poco antes. Tengo entendido que fue por el dieciocho.

“El día del derrumbe”, Juan Rulfo

 

No deja de sorprenderme el inicio del cuento El día del derrumbe del maestro Juan Rulfo que encontramos en la colección de cuentos El llano en llamas, la coincidencia estremece, ¿no te parece?, así como también estremece la coincidencia de que el mismo día, 19 de septiembre primero de 1985 y después de 2017 sucediera, prácticamente en el mismo lugar esos terremotos y que han modificado de manera perpetua el rostro de la Ciudad de México, nuestra hermosa y orgullosa capital, una de las ciudades de América Latina con mayor identidad, identidad que reposa plácidamente en su enorme y casi inabarcable cultura.

Yo nací en Aguascalientes y aquí he vivido toda mi vida, pero la Ciudad de México me resulta muy familiar, he viajado ahí desde el seno materno y mucha de mi familia vive en esa inmensa urbe. Desde que era niño y viajaba con mis padres a la Ciudad de México me quedaba contemplando su impresionante arquitectura y me fascinaban aquellos palacios del centro histórico o sus amplias avenidas y sus altos edificios que para mí resultaban todo un espectáculo, pero ya intuía esa identidad, mi papá me hablaba de la gloria de los antiguos mexicas que habían habitado aquella tierra “abonada de dolor y placer”, parafraseando a José Cruz, cantante, armonicista y letrista de Real de Catorce. Me acerqué más a la Ciudad de México a través de sus músicos y escritores contemporáneos ya sabes, Parménides García Saldaña, José Agustín, Víctor Roura, Rockdrigo González, Roberto González y Jaime López con su extraordinario trabajo Las sesiones con Emilia, aquí está incluida la canción de El huerto, un verdadero himno en mis años de universitario. La camerata rupestre de Armando Rosas y el infaltable disco de Tocata, Fuga y apañón, un referente del movimiento rupestre en la lastimada Ciudad de México. Cecilia Toussaint, Rafael catana, en fin, podríamos continuar con la lista, creo que la mayor cantidad de aportaciones las encontramos en el movimiento rupestre y también en la llamada literatura de la onda, además de los ya mencionados Parménides y José Agustín, ahí está también Gustavo Sainz y su novela Gazapo, o fuera de este contexto de los escritores de la onda, pero que indudablemente han colaborado con su obra a detallar con sus trazos la compleja definición del rostro de la Ciudad de México, no podemos dejar de mencionar a Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Cristina Pacheco, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Julio Scherer…, en fin, no se trata de llenar esto con nombres de aquellos que le han dado identidad y vida a la ciudad más grande del mundo.

Simplemente para darme la satisfacción de recordar y con el desafortunado pretexto de estos lamentables acontecimientos que 32 años después han vuelto a colapsar, no sólo a la Ciudad de México, sino a todo nuestro ensangrentado país, quisiera recordar a dos de estos protagonistas de la cultura urbana de la gran ciudad que con sus canciones nos han hecho entender casi perfectamente lo que significa habitar esta enorme ciudad que a pesar de todo, sigue de pie, siempre hermosa y orgullosa de quienes la habitan y de quienes solemos visitarla con frecuencia.

Como sabes, Rockdrigo González, el profeta del Nopal, falleció sepultado por los escombros de su casa en la Colonia Roma el 19 de julio de 1985, dejó como testimonio algunas buenas grabaciones que son ahora parte indispensable de la cultura popular de México, pero su disco Hurbanistorias (así se llama, no creas que cometí una falta ortográfica), queda como uno de los grandes referentes del rock urbano y rupestre. Este disco, que originalmente se editó solo en cassette, hoy ya existente en el formato de disco compacto, lo conocí poco antes de la muerte del buen Rockdrigo, creo que un poco después de su presentación aquí en Aguascalientes en el Café de los Artesanos, lugar emblemático en la cultura rupestre y subterránea de nuestra ciudad y que sin duda merecería un Banquete que me comprometo a preparar en unas semanas más.

Ese disco de Hurbanistorias lo escuché por primera vez en compañía de mi buen amigo Juan Pablo de Ávila (q.e.p.d.) en nuestros años de despreocupados universitarios, créeme que ya ha llovido, incluso hasta nevado más de una vez.

El otro al que me quiero referir es Diego Iturrigaray, de hecho, ya en alguna ocasión dediqué un Banquete al libro de Víctor Roura Polvos de la urbe, por cierto, sé que lamentablemente está descontinuado, aquí el escritor hace referencia a este olvidado y empolvado músico fracasado que habitó en la Ciudad de México. Aunque sabemos que sí existió y fue cuate del Rockdrigo, la vida de Diego puede ser la de cualquiera de esos músicos que recorren la gran ciudad en busca del éxito, aun sabiendo que no lo van a conseguir y sin embargo lo siguen intentando, dándole a esas historias urbanas aderezadas con un poco de rock, ese sabor de romanticismo, precisamente como lo hace Víctor Roura con su trabajo que está ubicado en la delgada línea que divide el periodismo de la narración novelesca.


Pues si, 32 años después los polvos de la urbe han cubierto otra vez a la gran ciudad ese mismo día, el día del derrumbe.

 

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