En días recientes, la alcaldía de la capital anunció una serie de acciones que supuestamente harán de Aguascalientes una “Ciudad Inteligente”. Por ejemplo, habilitó un número telefónico mediante el cual, vía WhatsApp, se pueden reportar baches en la ciudad; y concluyó la remodelación iniciada por la administración anterior de algunos espacios públicos en la avenida Canal Interceptor, en los cuales se instalaron letreros interactivos para escribir manualmente desde mensajes propagandísticos hasta expresiones altisonantes, como ha sucedido en los últimos días. Acciones superficiales como la instalación de estos letreros, sin mayor utilidad o beneficio, difícilmente harán de Aguascalientes una ciudad verdaderamente inteligente. Veamos.
Una ciudad inteligente se caracteriza por hacer uso de la tecnología para recolectar datos e información en tiempo real que permitan a su administración entender detalladamente las diversas dinámicas urbanas; desde las condiciones del tráfico hasta el consumo de energía y agua, la calidad del aire, los niveles de ruido, fallas en los servicios, y patrones de movilidad. Con ello, la tecnología permite atender asuntos críticos de manera más rápida y eficiente. Cuatro ejemplos.
Primero, una ciudad inteligente utiliza la tecnología para mejorar la prestación de servicios y promover un uso más eficiente de los recursos naturales. En India, las ciudades están utilizando medidores inteligentes de agua para ayudar a las autoridades a distribuir este recurso de manera más equitativa y hacer un seguimiento de los picos en el consumo, ya sea por fugas o por uso ilegal; el objetivo es reducir sustancialmente las pérdidas de agua. Similarmente, en muchas ciudades del mundo se están instalando medidores inteligentes de energía que permiten a los consumidores saber cuánta electricidad están utilizando en sus hogares u oficinas. En lugar de adivinar la cantidad de energía que utilizan, los usuarios pueden observar directamente los costos, por ejemplo, de dejar la luz encendida.
Segundo, una ciudad inteligente promueve la innovación en el transporte y la movilidad. Por ejemplo, el Senseable City Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts, pionero en el desarrollo de tecnología para ciudades inteligentes, está diseñando un dispositivo que se pueda incorporar de forma sencilla a una llanta de bicicleta para compartir información del tráfico con otros ciclistas y para medir la calidad del aire. A su vez, esta información se puede transferir a una base de datos de la administración local para ayudar a las autoridades a optimizar el flujo vehicular y minimizar la contaminación asociada.
Tercero, una ciudad inteligente utiliza la tecnología para crear consciencia acerca de la complejidad de la gestión urbana. Por ejemplo, el proyecto “Trash Track” del Senseable City Lab realiza un seguimiento de la basura colocando etiquetas en diferentes tipos de basura para que estos elementos puedan ser seguidos a través del sistema de gestión de residuos de una ciudad. De esta manera, se busca revelar el recorrido y el destino final de la basura, no sólo para identificar los retos y oportunidades para mejorar la gestión de los residuos sino también para fomentar un cambio en el comportamiento de los habitantes con la finalidad de generar menos basura.
Cuarto, una ciudad inteligente recopila datos sobre el entorno, la infraestructura y la actividad diaria para ayudar a investigadores, funcionarios y programadores a estudiar y atender desafíos críticos, como prevenir inundaciones, mejorar la seguridad vial y la calidad del aire, y evaluar el impacto del cambio climático. Por ejemplo, en Chicago, este año se instalarán 50 sensores con los cuales la ciudad podrá medir la temperatura del aire y la superficie, la presión barométrica, luz, vibración, monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre, ozono e intensidad del ruido. Además, dos cámaras obtendrán datos sobre el flujo vehicular y peatonal.
Como sugieren los ejemplos anteriores, la instalación de dispositivos o aparatos no es la finalidad de una ciudad inteligente. Lo que se busca a través de ellos es recolectar información en tiempo real para mejorar el acceso y la calidad de los servicios públicos, reducir las externalidades negativas que se generan en una ciudad, asegurar un mayor cumplimiento con las normas, y promover la transparencia y la rendición de cuentas. Es decir, no se trata de instalar aparatos sin objetivo ni estrategia, sino de mejorar la calidad de vida de la población. Para ello, una ciudad inteligente primeramente debe tener una visión económica, social y ambiental sólida y sofisticada que le permita saber qué tecnología utilizar y qué políticas implementar para realizar esa visión. En Aguascalientes, la administración municipal parece no encontrar visión alguna, y por ello, equivocadamente cree que adquirir objetos de carácter más bien propagandístico hará a la ciudad inteligente.
En conclusión, la tecnología ofrece nuevas promesas para el futuro de las ciudades: un uso más eficiente de los recursos, mayor conectividad entre personas y lugares, y mejores oportunidades para todos. Pero lograr esos objetivos requiere más allá de grandes inversiones; las ciudades deben aprovechar sus ventajas competitivas a través de una visión clara de su futuro. En Aguascalientes, deberíamos ver más allá de acciones simplistas y pensar cómo hacer de nuestra ciudad un lugar verdaderamente inteligente; si los recursos son escasos, podríamos comenzar por utilizarlos de manera inteligente.
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