Cuando pasas junto a una laguna o arroyo cuando comienza la temporada de lluvias, de repente escuchas un ¡blop! Como si hubieran lanzado una roca al agua. Luego otro y luego un par más a la distancia. Si eres rápido, tal vez llegues a ver a los causantes del alboroto: ranas. Las ranas y los sapos pertenecen a un mismo grupo de anfibios, llamado Anura, que quiere decir, sin cola en latín (esos biólogos no se rompen la cabeza con los nombres). Además de la característica que les da nombre (la ausencia de cola en su estadio maduro), todos los miembros de este grupo comparten un plan corporal muy peculiar. Al igual que nosotros, son tetrápodos, en latín significa “con cuatro patas” (te dije, muy creativos estos nombres), sin embargo, si observas a detalle su apariencia, verás que son muy peculiares: tienen una cabeza muy grande, un cuerpo corto y las patas traseras son mucho más grandes que las delanteras, además de encontrarse muy juntas. Algo más que distingue a estos animalitos, es su forma de moverse; a diferencia de otros animales cuadrúpedos, no se desplazan alternando el movimiento de las extremidades de cada lado, sino que se desplazan a saltos (algunas especies saltan más que otras, pero el concepto básico se sostiene. Pues este peculiar diseño permite que sean muy eficientes al saltar. Músculos muy fuertes generan la fuerza necesaria para despegar rápidamente e iniciar su movimiento; tendones elásticos y permiten transmitir de forma eficiente la energía al esqueleto de las piernas para maximizar la potencia del salto. La ubicación estratégica de ambas patas traseras, muy cerca una de la otra, permite que la fuerza se concentre en un solo punto de apoyo, evitando el desperdicio de fuerza vectorial (es decir, que toda la energía se aplique en una sola dirección, sumando su potencia de forma más eficiente). Las patas delanteras y el robusto cuerpo permiten amortiguar el impacto al aterrizar. Sin embargo, todo tiene un costo, esta configuración necesita de una pelvis (la estructura ósea que tenemos en la cadera) muy rígida, lo cual limita su capacidad de desplazarse de forma lateral, así que no vas a ver ranas saltando de lado. La gran ventaja de este diseño, y que ha permitido a los miembros de la especie que ilustramos en esta semana, es que este plan corporal también vuelve a estos animales en excelentes excavadores y nadadores. Dado que su anatomía maximiza la fuerza que pueden aplicar para empujar hacia atrás, esto permite que algunas especies la tomen como ventaja para ser potentes nadadoras o para excavar madrigueras. Así de versátil es la naturaleza, una misma adaptación puede encontrar múltiples usos con el paso del tiempo.
Ramiro Eduardo Rea
Los anfibios son los únicos vertebrados que experimentan metamorfosis,
un poema de cambio en la Naturaleza
Se dice que el origen de la vida fue en el agua hace millones de años. Esta relación de la vida con el agua ha permanecido a través del tiempo y de la evolución. Los anfibios en particular son seres extraordinarios que ayudan a comprender la transición entre el agua y la tierra. Pasan parte de su vida siendo completamente acuáticos, como los renacuajos en el caso de los anuros*, y después pueden vivir de forma terrestre en estadio adulto. Sin embargo, necesitan del agua para poder reproducirse y continuar con su progenie. Es por ello que su periodo de reproducción está relacionado con la temporada de lluvias, las ranas cantan de felicidad por saber que van a preservar su especie.
Por esta razón, es muy raro encontrarlos en climas extremos como desiertos. Aunque siempre existe la excepción a la regla, en la Naturaleza a esas excepciones las llamamos “adaptaciones”. El sapo excavador, por ejemplo, vive bajo tierra en condiciones de letargo, es decir en una especie de hibernación en espera de la lluvia.
Mientras lees esto probablemente haya un sapo durmiendo bajo tierra. Mientras el tiempo mece la lluvia, pasan cosas extraordinarias.
*Anuros: Grupo de anfibios al cual pertenecen las ranas y los sapos.
Diana Alvarado
Los sapitos excavadores, o pata de pala,
habitan en desiertos y pasan enterrados la mayor parte del tiempo
esperando la época de lluvias
¡Ah, el sol! ¡Odio cuando me despiertan a medio día! No me mires así, fuiste tú el que levantó mi piedra ¿Acaso esperas que no esté molesto contigo? ¡Tápame de nuevo! ¿Ah, no quieres? ¿Y si te cuento una historia te irás y me dejarás seguir con mi vida? Muy bien, entonces ponte cómodo y presta mucha atención:
Hace mucho tiempo, unos 380 millones de años para ser exactos, el planeta en el que vivimos era muy diferente al que conocemos. No existían las plantas con flores y los árboles eran pequeños y muy distintos a los que tú conoces. Los animales también eran diferentes, para empezar la gran mayoría se concentraban en los océanos, mismos que estaban gobernados por cientos de peces distintos y los primeros tiburones, así como invertebrados de todos tamaños y formas imaginables. Sin embargo, había unos seres peculiares que comenzaban a explorar territorios nuevos y peligrosos para los peces. Fue en esta época que se desarrollaron los primeros organismos capaces de caminar en tierra y con pulmones para respirar fuera del agua. Mis antepasados más viejos se conocen (o conocían) con el nombre de Acanthostega e Icthyostega, ellos fueron los primeros anfibios y como tales aún estaban obligados a pasar la mayor parte de su tiempo en el agua, sin embargo, ya contaban con algunas características que les permitían caminar en tierra firme, aunque fueran torpes y no pudieran hacerlo por mucho tiempo. Quizás hablar de estos tátara-tátara-tátara-tátara… abuelos míos no sea de mucha trascendencia hoy en día, pero de ellos se desprendió el linaje al que pertenezco y muchas de las criaturas que hoy en día deambulan por nuestro mundo comparten ancestro con estos singulares bichos. Así es, también tú.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado. Ahora por favor coloca esa piedra en su lugar y déjame seguir en lo que estaba ¡Anda, ese fue el trato! Sí, quizás te sorprende encontrar un sapito en el desierto, porque como te lo comenté antes y al igual que mis ancestros, necesito estar cerca del agua para sobrevivir, pero precisamente por eso necesito estar enterrado y debajo de esta piedra, esperando pacientemente la época de lluvias para poder salir a pasear un rato. Así que sé amable, coloca esa piedra en su lugar y sigue tu camino. Sí, también fue un gusto platicar contigo. ¿Sabes? Nunca he entendido mucho a ustedes los humanos. Se creen dueños del mundo cuando lo habitan desde hace relativamente poco tiempo. Ustedes llegaron a la tierra hace unos 10,000 años, y si te remontas al principio de mi historia, nosotros los anfibios tenemos casi 400 millones de años deambulando por los rincones de este planeta, y no tenemos pensado irnos a ningún lado todavía. ¿Aún te crees el centro del universo?
Israel Rodríguez Elizalde