El alumno sólo había pedido al maestro ayuda para entender cómo citar adecuadamente. Después de investigar en internet, el alumno aún tenía muchas dudas sobre el tema y fue justo una de las observaciones que el propio profesor le hizo al revisar su trabajo. En lo que se suponía era una actividad de retroalimentación, solicitada por los alumnos a invitación del maestro, el alumno pidió ayuda y solo recibió el ninguneo y la molestia del docente que no lo bajó de ignorante y le preguntó si no quería que él también le hiciera el ensayo.
En otro escenario, una maestra pregunta sobre la obra de una artista, y ante el desconocimiento de la alumna se atrevió a decir “No sé qué haces aquí, yo que tú rompía mi título”, comentario hecho en el salón de clase. Es conocido por los alumnos la forma antipedagógica con que ambos docentes se dirigen a la mayoría de los alumnos, porque claro está, eso no lo hacen con todos. El joven guapo de la clase, el sobrino del colega, o el alumno popular no eran tratados de la misma manera.
En un caso similar, un profesor nunca bajó su amenaza de que, al ser una materia que se imparte en el último semestre del plan de estudios, los alumnos estaban obligados a aprobarla “Si no aprueban mi materia, no se titulan” fue escuchado por meses en el salón de clases. Si a los comentarios de los profesores se suma la forma parcial de evaluar, la manera hostil y poco considerada de dirigirse a los alumnos, el trato autoritario, las frases peyorativas, la discriminación, las descalificaciones, humillaciones de manera privada o en grupo, estamos frente a un problema de violencia, de violencia académica.
Violencia es el uso deliberado de la fuerza, del poder que cause lesiones y daños en el desarrollo del individuo. En las universidades se muestra de formas diversas, cambiantes, silenciosas que están presentes en las interacciones entre los alumnos y los profesores dentro de los espacios educativos. Sin embargo, este tipo de violencia persiste ante una indefensión por parte del alumno promovida por el temor a no acreditar la materia, a la revancha que pudiera suscitarse por parte del profesor o por los pares que protegen al académico. Muchas veces estos profesores son incluso respetados y admirados por otros académicos, porque ante ellos se muestran como colegas, eruditos en ciertas áreas del conocimiento, y con quienes logran establecer vínculos filiales que generan protección y complicidad.
Las instituciones educativas como la Universidad Autónoma de Aguascalientes contempla en sus procesos de enseñanza–aprendizaje la evaluación por parte de los alumnos al profesor. Entre los rubros que semestre tras semestre el alumno evalúa se considera la preparación de la clase, materiales de apoyo, claridad con que imparte su materia, el desarrollo de los contenidos, el nivel de conocimiento, puntualidad y asistencia. 20 preguntas en total que el alumno debe ponderar en una escala del 1 al 5. Donde el número 1 corresponde a Muy Bueno, mientras que el número 5 para Muy Malo. Incluso en la misma evaluación se pregunta la forma en que responde las dudas, favorece el respeto y la confianza en el grupo, así como la objetividad, imparcialidad y honestidad al evaluar; sin embargo este método de evaluación ha sido rebasado por la realidad. Porque es verdad que existen profesores que de manera general atienden estos rubros, pero también hay quienes hacen uso de una autoridad unilateral rechazando el diálogo e ignorando las necesidades y circunstancias de los alumnos, en donde generan espacios antidemocráticos haciendo parecer que eso fuera la norma en su carácter de autoridad.
De acuerdo al estudio Percepción de la violencia del docente hacia el alumno en instituciones de educación superior, presentado por investigadores de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), “Los tipos de violencia que puede ejercer el maestro van desde el ignorar las necesidades del alumno, subestimar su capacidad, asignar tareas excesivas o muy complejas para la capacidad cognitiva del alumno, descalificar sus opiniones en público, la comparación con otros compañeros, el uso de la calificación como instrumento de control y poder, castigos, amenazas e intimidación, el trato desigual y humillante, el uso de sobrenombres y el acoso sexual”. En dicha investigación las preguntas se enfocaron a medir “los sentimientos y emociones que generó el maestro que violentaba a los alumnos en los diferentes momentos escolares de su vida académica”. Y que es sabido que el maestro en el aula no sólo comparte saberes y genera inquietud de conocimientos, también comparte frustraciones, miedos, inseguridades que en el ámbito educativo generan los mismos sentimientos y emociones a los alumnos, pero además en ellos favorece la “desmotivación académica, el desaliento por aprender y el abandono de los estudios”.
Es urgente generar espacios educativos libres de violencia académica, y es una obligación de las instituciones de educación atender de manera efectiva estas situaciones. La violencia silenciosa, sutil a través del trato desigual y humillante que se ejerce de manera constante por parte de algunos profesores en las aulas no debe ser tolerada. No lo son todos, eso también hay que reconocerlo. Afortunadamente son muchos más los académicos que entienden los procesos de enseñanza a través de las nuevas propuestas pedagógicas con base en relaciones de igualdad, como facilitadores del aprendizaje y colaboradores, y que reconocen las fortalezas y las debilidades de los estudiantes. Podemos decir que dos profesores de cada 10 han cimentado prácticas desiguales en sus métodos de enseñanza, pero por ellos pagan decenas de alumnos.
“Las universidades son un reflejo del entorno social a la vez que son el referente en la búsqueda de soluciones a los problemas sociales. Es por eso importante abordar el tema de la violencia en las instituciones de educación superior y la percepción que de ella tienen los estudiantes”, dice el estudio de los académicos de la UANL. Por ello estas prácticas silenciosas deben erradicarse, por lo que es indispensable generar espacios de confianza donde los alumnos tengan voz y expresen sus inquietudes. Desde luego esas inquietudes también deben realizarse con respeto, conciencia y responsabilidad por parte del alumno. Por eso se vuelve “necesario distinguir los límites entre promover la disciplina en el aula y el ejercicio de la violencia” para con ello generar dinámicas de confianza. Son muchos los profesores con amplios conocimientos en sus materias y que además generan espacios equitativos, de inclusión, y de respeto. Ellos no son una utopía, sino una realidad, así de demos espacio a los que están dispuestos a ejercer la docencia con pleno apego a las exigencias académicas, pero también con la conciencia y la ocupación de ejercer la docencia bajo el buen ejercicio de las emociones. Debemos recordar que las universidades son espacios formativos que conjugan diferentes ámbitos del ser humano, hagamos entonces de nuestras instituciones espacios libres de violencia.
Fuente: Cervantes Loredo, María Teresa y Sánchez Domínguez, Celia Nohemí y Villalobos Torres María del Carmen (2013) Percepción de la violencia del docente hacia el alumno en instituciones de educación superior. In: 1er. Congreso Internacional de Investigación Educativa. Universidad Autónoma de Nuevo Léon. Recuperado en: http://eprints.uanl.mx/8157/