Mi rentera era de Aguascalientes y siempre, realmente por siempre, había vivido en la Zona Centro de la ciudad. Hay gente que sí parece del centro y la doñita era una de ellas. Por ejemplo, en la semana pregunté acerca del código postal de alguien que vi entrar y salir varias veces de una casa en el corazón de Aguascalientes. Es que no le veo cara del centro. Un amigo de él, otra persona persona a quien respeto muchísimo, me dijo “por supuesto, él es del barrio”. Una amiga, al escuchar la anécdota, me dijo “que raro, yo le vi cara de que era más de un coto nunca pensé que fuera del centro”.
Me refiero a mi rentera en pasado porque dejamos nuestra relación comercial hace más de dos meses. La señora, octagenaria, sigue con mucha energía, más que muchos millennials de 9 a 5. Sabe dónde están las gorditas y los mercados de la zona, ella ya no sale tanto, pero presume de mandar a la muchacha (ya sé) por el mandado a lugares cercanos. De seguro la señora no cree, como yo, que es mejor comprar todo de chingazo (y chingadazo) en los supers. Aunque en el que yo no creo es en Superama. El sobrino de la doña seguro sí. Él vive a la vuelta, es un hombre cuarentón, fresa tardío y mamón, que tiene como cinco coches y los estaciona todos en la acerca-no-peatonal. Pasé el reporte a un policía municipal que seguro andaba en la calle porque descubrió una nueva manera de cobrar mordida. El sobrino, aunque estuvo presente en la firma del contrato, ni siquiera me recuerda cuando paso frente a su casa. Es otro típico aguascalentense, de la categoría rico venido a menos, a diferencia de su tía, que sólo cae en adulto mayor local.
La señora sólo nos rentó tras una enredada narrativa en la que se mencionó que tanto mi padre como mi suegro son oriundos de barrios tradicionales (pensemos en La Purísima), aunque sólo uno de ellos nació en Aguascalientes. El otro llegó a los 18 años. No diré quién. “Es que somos gente de antes, ya no hay gente así, vinieron dos señores chilangos muy raritos, no me dieron confianza, ustedes sí”, nos dijo la doña en la cita previa a firmar contrato para la dichosa casa en el centro. Para mi no era nuevo ser del centro, dado que ya había vivido a 10 minutos caminando, no en auto, de dicha finca.
Otra amistad me ha contado que incluso hasta por El Dorado es complicado rentar. Ahí encontramos a la categoría de adulto casi-mayor local fanático de los apellidos. Que si conoces a Cuca López o Hermenegildo Pérez-Ortiz. No pues no, muy a huevo le hablo a mis tíos y no sé el nombre de mis vecinos actuales. En Jardines (por el sur claro) es diferente, porque ya casi no hay seres humanos por allá, sólo casas vacías y agentes inmobiliarios que buscan su comisión aunque renten las casas de 17 mil pesos a 45 albañiles o una familia japonesa. ¿Bosques? Ni hablar, no entiendo el caché de una zona donde cada año una esquina se vuelve un minimall pitero con Spa y Sushi.
Lo peor en la búsqueda de casa fue en una colonia perdida por La Fe y La Puri. Eran casas de dos pisos pero como chaparritas. Banquetas muy chiquitas. Mucha tienda de dulce en cochera. Lucas acidito rancio, obvio. Preguntamos a una familia si sabían de casas en renta. Nos corrieron, casi. Aquí nadie renta, somos propietarios.
@masterq / bocadillo.mx