Permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que siguen
Willy Brandt
Semana tras semana escuchamos los discursos de los titulares de las corporaciones policíacas que defienden obviamente lo indefendible; “estamos trabajando en ello”; Aguascalientes es una ciudad segura”; “no nos encontramos en los niveles de inseguridad que prevalecen en otros estados”… decían.
Estas son las palabras que de memoria rezan los altos mandos de las corporaciones de seguridad instruidos por sus patrones, ante un cuerpo de policías que se ha mostrado incapaz de proteger lo más preciado que las familias tenemos: la integridad de cada uno de nuestros individuos.
Qué podemos esperar más allá de mensaje político en el que argumentan las inversiones realizadas administración tras administración, la capacitación, la cooperación entre dependencias, las metas a alcanzar en el corto plazo el equipamiento de los elementos, y tantos objetivos a alcanzar que como meta se vislumbran cada vez más lejos.
Nos hemos convertido en una sociedad de individuos que solamente ve por sí mismos y que sin importar un carajo lo que ocurre a su alrededor, transitamos en el escenario de la impunidad y además de la corrupción que se ha filtrado muy hondo hasta en aquellos escenarios inimaginables en donde el que debiera defender, ataca.
Los casos de violencia, los robos a casa habitación o a transeúntes, los ya también muy cotidianos atracos a las afueras de las instituciones bancarias son los que escuchamos de manera cotidiana ocurren en nuestra ciudad y a los que ya nos acostumbramos, efectivamente ante el panorama nada alentador del contexto nacional.
Mientras la alcaldesa y el gobernador se echan la pelotita y siguen discutiendo la titularidad de las corporaciones policíacas, la gente y sobre todo aquellos que viven en zonas de mayor riesgo reaccionan ante la ineptitud de los elementos que -tardíamente- acuden a atender sus reportes.
Dicen que el 911 es el número de emergencia y respuesta inmediata a estas denuncias, pero simplemente no hay una atención adecuada, de ahí que como ya lo hemos observado, la población tiene que entrarle también al tema de la seguridad y reaccionar -no de la mejor manera- tomando justicia por su propia mano.
Si hacemos un análisis de quienes integran las filas de las corporaciones de seguridad, empezando por la condición física de muchos, es evidente que se encuentran muy lejos de lo esperado. Desde hace algunos años hemos escuchado de las intenciones de las administraciones por implementar programas que dejen atrás a los “policías gorditos”, sin que estos prosperen.
No hay reacción oportuna en la capital, mucho menos en los municipios. La situación en éstos últimos se torna a veces hasta desesperante, y es que por supuesto no cuentan con el número de policías necesarios en proporción a la población que atienden, no cuentan tampoco con la infraestructura ni el equipamiento para un adecuado desempeño.
Los exámenes de control de confianza permiten conocer la “honorabilidad de los elementos”, a pesar de los supuestos buenos resultados que obtienen, conocemos todos los días igualmente casos de colusión con el crimen organizado.
La Comisión Estatal de Derechos Humanos ha interferido en un sinnúmero de asuntos de violaciones de policías en la detención de personas, el abuso de autoridad, los casos de tortura, que tampoco han podido erradicarse aunque por temor no se denuncian.
Sospechosamente dicen que todo está bien en Aguascalientes. Hubo una iniciativa un día de parte de un comunicador local quien planteó a políticos vivir por espacio de algunos días en una vivienda de una de las colonias más marginadas de Aguascalientes.
El planteamiento pudiera ser bueno en el tema que hoy nos ocupa, a ver si llevando a una de estas viviendas a cualquiera de los actores involucrados en la toma de decisiones en la materia, se crea cierta conciencia de lo que miles de familias padecen a causa de la inseguridad y se actúa en consecuencia.