Sarahah es la aplicación digital que superó a Messenger de Facebook e incluso Whatsapp por sus millones de descargas en tan sólo Estados Unidos y ahora se encuentra en la mira por estar siendo usada para ciberbullying (acoso cibernético). Aunque esta plataforma aún no ha llegado a posicionarse en Aguascalientes y la premisa bajo la cual funciona no está muy alejada de herramientas y prácticas ya conocidas, incluso algunas implementadas en centros de trabajo, conviene reflexionar sobre su presencia antes de que surja alguna problemática que quiera reducirse a la prohibición de la tecnología o sitios de Internet.
Sarahah cuenta con dos formatos. Uno para quienes deseen enviar y recibir sugerencias para mejorar el desempeño de una persona en un ambiente laboral y/o personal y otro para quienes desean entablar o retomar relaciones interpersonales de distinto tipo, pero que no se animan a hacerlo de frente a frente, ya sea para forjar amistad, romance, encuentros sexuales, informarse sobre una conexión rota, e incluso para denunciar; todo esto bajo la estrella del anonimato.
Aunque este tipo de dinámica no se encuentra muy distante de los buzones de quejas y sugerencias en diferentes empresas o instituciones, de la denuncia anónima, de los admiradores secretos de secundaria o el ya recurrente uso de identidades falsas en otro tipo de medios digitales, Sarahah ha desatado polémica pues es una aplicación nueva, en tiempo récord superó descargas y ha de expuesto de manera más evidente el mal uso de la tecnología que realizan los propios usuarios.
A diferencia de la casi olvidada aplicación llamada Secret, donde se ingresaba, publicaba y comentaba directamente bajo el anonimato, Sarahah permite la creación de perfiles a los cuales se les dirige un mensaje “positivo” -advierte la app-, fortaleciendo el ambiente de la plataforma digital para recurrir al acoso de manera más dirigida. Ya no se trata de un posible chisme o indirecta arrojados en la pantalla blanca de Secret, que podría ser esquivado al argumentarse un nombre o apodo homólogo, o evitando “echarse el saco”, pues ahora los textos son destinados a quien se expone; y aunque no se dé de alta una cuenta, vale la pena recordar que siempre estará la opción de enviar un comentario sobre una tercera persona, que alguien más estará en conexión y como palabra escrita, en Internet, perdura.
El auge en Secret demostró la ansiedad por el rumor y el escarnio social, muy distantes del posible recurso a la denuncia, la resiliencia o la terapia mediante la exposición de secretos. Por su parte, Sarahah ratificó que estamos en la era del odio por entretenimiento. ¿Qué nos puede decir esto sobre nuestra comunidad? Tal vez que necesitamos forjar herramientas para la convivencia, incluso con aquellas personas que, sin causa justa, nos incomodan.
La inclusión le compete al Estado, la tolerancia a los ciudadanos y es que finalmente necesitamos de armonía y cordialidad para un buen transitar; como los dichos de mi abuela y mi abuelo: “Acomídete cuando hagan comida para que te den el primer plato” o “acomídete para que nunca te cierren las puertas y te vuelvan a invitar”, refranes que aunque podrían abonar a la idea romántica de la solidaridad y el servicio, en realidad hablan en términos de sobrevivencia y para mantener ciertos nexos, privilegios, apoyo… algo más real. ¡Qué mejor si se trata de algo afectivo y sincero! Sin embargo, la civilidad sólo nos pide un poco de empatía, considerar que el día de mañana podríamos ser el imputado, el calumniado, el objeto de venganza o de descarga de emociones mal orientadas.
Antes de que Sarahah se exponga en nuestro entorno por algún problema de acoso cibernético, o incluso como motivo de un suicidio, es importante reflexionar sobre nuestra sociedad, la manera en que trabajamos nuestras emociones e incluso percepciones, pues en ocasiones no existe una interacción directa que desate el disgusto por otra persona, en otras se debe a sucesos que al no ser explicados por cada una de las partes involucradas se transforman en escenarios bélicos y en otras tantas sólo basta una mirada para construir toda una personalidad hipotética detestable sobre nuestra contraparte.
En otras ocasiones he escrito sobre la necesidad de construir e implementar acciones para forjar entre las personas herramientas de carácter psicosocial, hablar de aquellos temas cotidianos, recurrentes y tan profundos pero que, a la vez, se han considerado banales, como lo sentimental; y es que el avance tecnológico nos ha abierto las posibilidades a un sinfín de opciones y libertades que requieren ser dimensionadas y atendidas para su buen cause, evitando propuestas de censura o prohibición que se sustentan en la añoranza por una época aparentemente mejor, durante la cual se realizaba lo mismo sólo que de boca en boca, en el anonimato, en el cuchicheo. ¿Realmente las nuevas generaciones están mal, o sólo queremos taparles la boca porque somos incapaces de enseñarles a usarla para construir?
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