Europa y en especial la península ibérica, tienen un pasado multicultural que se remonta a milenios. Península occidental estratégica para los pueblos antiguos, fue durante siglos lugar de paso, enclave y colonia sucesiva de tartesios, celtas, íberos, griegos, fenicios, romanos, vándalos, árabes o visigodos. Todas, culturas que hicieron parte fundamental de lo que después se daría en llamar Reino de España al final de la Edad Media y que más o menos coincide con su territorio actual. Así, es recordado y célebre todavía el alto grado de civilización alcanzado por los reinos musulmanes (Al-Andalus) y visigodos de la edad media, destacando la convivencia armónica y pacífica de la que por siglos disfrutaron ciudades como Córdoba, Toledo o Granada, donde al menos tres culturas y religiones se desarrollaron en armonía.
En éste marco, Cataluña y en especial Barcelona, ciudad mediterránea donde las haya, tienen una larga tradición abierta y progresista. Por eso la represión fascista después de la derrota republicana en 1939 se cebó especialmente con la nación catalana, reprimiendo ferozmente el uso de su lengua, por ejemplo. Sin embargo, y a pesar de todo, Barcelona se ha convertido sin duda en la ciudad más abierta y cosmopolita de España, -ya lo era en tiempos de Antonio Machado, antes de la Guerra Civil-; así como una de las ciudades más importantes de Europa y del mundo.
Así que dado ese alto valor simbólico de una ciudad que crece y se desarrolla en la diversidad cultural, es natural que despierte la insidia del fundamentalismo, pues es justamente esa tradición de sociedad abierta, plural, y tolerante la que pretenden destruir simbólicamente con sus ataques terroristas las células salafistas que penetran el corazón de Europa occidental: Madrid, Londres, Bruselas, Niza, París, y ahora Barcelona; como confesa represalia al caos y muerte provocado por Estados Unidos y sus aliados en el norte de áfrica y el medio oriente, de Libia a Siria y de Irak a Pakistán.
Por eso es importante entender cuáles son las fuentes del terrorismo yihadista y los problemas de la oligarquía político-económica para asumir que la invasión y la guerra estadounidense contra Irak, así como la ocupación de Afganistán, están en el origen del llamado Daesh. Que Arabia Saudita es clave en la difusión, gracias a su enorme poder económico y a sus alianzas con ciertas élites políticas y económicas occidentales, del material ideológico para el extremismo salafista que a su vez alimenta a las redes y células terroristas en todo el mundo.
Hablar solo de bolardos o barreras físicas para proteger a los ciudadanos y a las ciudades españolas y europeas bajo amenaza de ataque; endurecer el código penal o sembrar el terreno de la xenofobia señalando a los miles y miles de refugiados árabes y musulmanes (que son también víctimas del yihadismo) como responsables, no sólo retrata a una derecha política sin escrúpulos (recuérdese la nefasta reacción del gobierno español, mintiendo deliberadamente sobre la autoría después de los atentados de Madrid del 11-M); sino que revela nítidamente su incapacidad política.
Aunado a ello, el papel desempeñado por el poderoso establishment mediático fiel a su papel oligárquico, más centrado en atacar a la creciente oposición al régimen de derecha español que en informar sobre el origen del yihadismo y en las formas eficaces de combatirlo; pone aún más en valor el papel de la información seria sobre la crisis de seguridad terrorista en Europa, en España, y en el mundo. Por eso, contra el terrorismo, digamos fuerte y claro en solidaridad con Barcelona y con todos los demás lugares del mundo donde se asesina inocentes todos los días: no tenim por (no tenemos miedo).
Post Scriptum. La noche del 24 de agosto en 1944, la 9ª Compañía de la División Leclerc de la Francia Libre, tomaba a sangre y fuego el centro de París. Los primeros disparos sobre las posiciones nazis en la plaza del Ayuntamiento fueron efectuados por un blindado de un extraño nombre para ser francés: “Ebro”. Y había otros más: “Don Quichotte”, “CAP SERRAT”, “MADRID”, “GUERNICA”, TERUEL, GUADALAJARA, SANTANDER o “Brunete”. Liberada la plaza, la gente salió a la calle cantando La Marsellesa y comprobando con asombro que los soldados que los liberaron de la ocupación nazi, eran todos españoles. Como no hay mundo perfecto, aquellos soldados republicanos españoles, sistemática y deliberadamente olvidados por las instituciones de su patria por décadas, son un orgullo para el mundo libre. Mientras que en Francia recibieron honores civiles y militares, en España tuvieron que esperar 73 años para que el cambio llegara al Ayuntamiento de Madrid de la mano de la alcaldesa progresista Manuela Carmena. Ahora por lo menos un jardín en Madrid lleve su nombre. Contra el olvido: ¡que viva La Nueve!
Non bis in ídem. Otro periodista asesinado, ahora en Veracruz. Y también contra el olvido: son ya 158 días desde el asesinato de Miroslava Breach en Chihuahua, o 105 del asesinato de Javier Valdez en Culiacán. El tiempo corre y no hay responsables detenidos. También nos siguen faltando 43.