Neymar, el libre mercado y la cola del pavorreal / Disenso - LJA Aguascalientes
21/11/2024

La arrebatadora compra que PSG hiciera por Neymar debe, de alguna manera, de poner alertas sobre la manera en que vivimos el sistema de intercambio comercial actual. Exige atención a ciertas preguntas que pocas veces tomamos en serio: ¿debe todo funcionar bajo la dinámica del libre mercado? ¿podemos intervenir en la economía? ¿debemos poner topes y límites para precios y salarios? ¿más allá de la justicia tiene sentido vivir en un sistema que en donde enunciados como “si algo lo paga, eso vale”, o “todo tiene un precio”?

Los datos más conservadores dicen que el brasileño ganará unos 90 dólares por minuto. Cerca de cien mil pesos por hr. Casi cincuenta millones de pesos mensuales. Imaginemos cuánto ganan los que le contrataron: sus jefes. Evidentemente el argumento de los liberales sin miramientos será que, de hecho, Neymar Jr generará lo que pagaron por él y más. Eso no impide que podamos analizarlo y que debamos preguntarnos si es un argumento válido en todos los casos para dejar de lado el análisis sobre nuestros sistemas económicos.

Desde ya quiero dejar claro que no pienso en el delantero como un traidor, ni como alguien que tiene parte de culpa en esto. Para mí él personalmente sólo salta de un empleo a otro (ridículamente mejor pagado) y asegura, con unas cuantas temporadas, su vida, las del séquito de amigos que siempre lo acampaña, la de su familia y la de su descendencia, si sabe administrar su dinero. Pienso que la culpa es del sistema. Un sistema que es momento de frenar. Que estas cantidades exorbitantes de dinero estén distribuidas de esta forma, que mientras en el mundo una de cada siete personas vive en pobreza extrema es un problema que se nos arroja en la cara cuando entendemos que es un asunto de distribución.

La escalada de esta transferencia, además, por más lucrativa que sea para todas las partes, terminará generando problemas para los involucrados: ¿quién venderá ahora a precio regular al Barcelona sabiendo que tienen esos 200 millones de Euros en el banco? ¿quién venderá a precio normal al PSG sabiendo de lo que son capaces? ¿cómo se cambiarán las cláusulas de rescisión (ya ridículamente “impagables”) a partir de hoy? ¿quién será el próximo magnate que con los petrodólares por delante llegará a arrebatar otro jugador?

En medio de esto, no puedo sino pensar en Oskar Keinroth, maestro del famoso etólogo Konrad Lorenz, quien solía decir que “después de la cola del faisán, el producto más idiota de la selección intraespecífica es el ritmo de trabajo del hombre civilizado”. Cualquiera con ciertos conocimientos de la teoría darwiniana entiende que ésta explica cómo funciona la selección natural, pero hay cosas que no hace (ni pretende hacer), entre otras: prever qué caminos “tomará” ésta en el futuro ni justificar que ese camino “tomado” sea el óptimo. La cola del pavorreal es el ejemplo perfecto de un camino bastante extravagante: tiene una gran importancia en la selección sexual, ya que le “indica” a la hembra que, si pudo llegar a adulto cargando semejante peso, algo anda bien con los genes de ese macho, pero, al mismo tiempo, una cola muy grande restringe la velocidad que ese pavorreal podría alcanzar en carrera, independientemente de su fuerza, lo que la hace, al tiempo, un peligro potencial para él, ya que lo pone en desventaja ante sus depredadores. Así, la cola del pavorreal se sostiene en una tensión interesantísima: conviene tener una cola suficientemente grande para mostrar fuerza genética, pero no lo bastante grande, como para hacer inútil esa fuerza. Creo que nuestra capacidad racional se parece a la cola del pavorreal, puede desarrollar formas y alcances tan extravagantes, que la vuelve “un peligro” para sí misma, una trampa en tensión constante.

Lo de Neymar debe recordarnos que estamos dejando que las reglas comerciales se estiren cada vez más. Que la mano del mercado puede ser visible y puede ser la nuestra. Que podríamos si ciertos límites serían sensatos. Que no tiene por qué seguir su camino como si fuera un sino inevitable. Que tal vez podríamos ver los números y concluir que si alguien conocido por todos ganó más de ocho mil pesos mientras usted lea esto hemos llegado demasiado lejos.

 

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