Hace unos años -y recordar esto me da mucha risa- una persona conocida me preguntaba con verdadero interés, al menos eso pude intuir en sus gestos, que quién había compuesto el Huapango de Moncayo, me dio mucha risa la ingenua sinceridad de su cuestionamiento, aunque nunca me perdonaré lo irónico de mi respuesta, de verdad, nunca me perdonaré ese horrible sarcasmo, le contesté que el mismo que había compuesto el Bolero de Ravel, y entonces se me quedó viendo con cara de verdadera confusión. Afortunadamente recapacité a tiempo para darle una explicación verdaderamente satisfactoria y dejar aclaradas todas sus dudas, inclusive me vi en la necesidad de explicarle que el Bolero era una composición de Maurice Ravel, aunque preferí no entrar en honduras técnicas de todo lo que había que decir tanto de Moncayo como de Ravel.
En fin, el asunto viene a cuento porque esta obra, una de las máximas representaciones del nacionalismo musical mexicano, se estrenó el 15 de agosto de 1941, la cercanía de la fecha de su estreno en el Palacio de Bellas Artes me impulsa a escribir lo que ahora gentilmente estás leyendo, sobre todo por el hecho de que, aprovechando las fecha del aniversario 76 de la composición de esta sublime joya de la verdadera música mexicana, quisiera tocar el tema justamente de lo que con toda dignidad deberíamos considerar como auténtica música mexicana.
Es difícil, lo entiendo, la extensa geografía nacional hace imposible poder definir con exactitud cuál es la música mexicana, de hecho, difícilmente podríamos ofrecer una opinión que fuera absoluta; estarás de acuerdo conmigo, amigo invitado a la mesa a degustar de este Banquete, que en Veracruz tendrán una opinión muy diferente de lo que es la verdadera música mexicana de la que nos pueda ofrecer una yucateco o una persona de estas tierras del centro occidente de nuestro hermoso país, sin duda nos encontraríamos con opiniones diversas, aunque todas ellas con razones de sobra para ser tomadas en serio, sucede más o menos lo mismo con la gastronomía nacional, ¿qué le responderíamos a un extranjero si nos preguntara por la más mexicana de las comidas?, ¿tú qué le contestarías?
No hace mucho, cuando murió Juan Gabriel alguien dijo, seguramente arrebatado por la emoción, que moría el más grande compositor mexicano, y todavía no satisfecho con tal barbaridad agregó: “muere la persona, nace la leyenda”, la verdad sentí el impulso de responder airadamente a lo que yo consideraba, y sigo considerando, una verdadera calamidad, entendí que el que no conoce a Dios a cualquier ídolo se le arrodilla, pero finalmente ganó la prudencia y permanecí en silencio, lo he guardado mucho tiempo ahí, y en más de una ocasión he sentido ese indómito impulso de sacarlo, y mira, ahora, con el aniversario 76 del estreno de tan extremadamente mexicana obra como lo es el celebérrimo Huapango del maestro José Pablo Moncayo, aprovecho para sacar aquello que he tenido atorado ahí y ya casi me carcome las entrañas.
Te platico rápidamente, hace algunos años tenía yo un programa de radio en donde el objetivo era difundir todo ese inagotable repertorio de la música mexicana de concierto, no recuerdo en este momento cuál era el nombre de aquel programa, pero recuerdo muy bien el slogan, decía: esto también es México, y el motivo era ese, colaborar un poco, poner mi granito de arena para reencontrarnos con la música de la que debemos estar profunda e inmensamente orgullosos. Si un extranjero me preguntara, como ya ha sucedido en algunas ocasiones, cuál es la música mexicana, yo no le respondería que Juan Gabriel, Dios, en su infinita misericordia me libre de semejante blasfemia, menos incluso cuando contamos con un repertorio tan generoso de compositores que han dignificado la música mexicana haciendo que sea incluso hasta venerada en Europa en donde, tú sabes, existe una muy sólida cultura musical.
Toda la obra de Silvestre Revueltas, para tu servidor, el mejor compositor mexicano, con todo el respeto y admiración que me merece el maestro Carlos Chávez, pero sigo pensando que Silvestre Revueltas llevó la verdadera música mexicana hasta lugares inhóspitos en ese momento, hasta el extremo, con obras como La noche de los mayas, Janitzio, Sensemayá, Redes, Itinerarios, Homenaje a García Lorca y una larga lista de inmensas partituras que han llenado de gloria y honor a lo que deberemos reconocer con todo orgullo como música mexicana. Blas Galindo, evidentemente Moncayo, que además de su Huapango, -imposible no escuchar el Huapango y sentir cómo fluye libremente México por nuestras venas-, está Tierra de Temporal, su Sinfonietta o el Homenaje a Cervantes, entre muchas cosas más. Ponce, nuestro Ponce, con sus tres grandes conciertos y todo su exquisito nacionalismo lleno de romanticismo. Ricardo Castro, inmenso su Concierto para Piano, claro, Carlos Chávez que con su Sinfonía India nos pone cara cara con el México previo a la conquista pero al mismo tiempo con su Concierto para violín ubica a México en la escena internacional con una obra en la que se paladea ya la era contemporánea, y así van surgiendo los nombres: Hernández Moncada, Candelario Huízar, Arnulfo Miramontes, quien dirigió la primera Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, allá por 1922, José Rolón, Julián Carrillo, Felipe Villanueva. Más recientemente las glorias continúan con compositores como Arturo Márquez, Eduardo Angulo, Carlos Jiménez Mabarak, Joaquín Gutiérrez Heras, Mario Lavista, Federico Ibarra, y podríamos seguir anotando nombres y no terminar.
México tiene una gran riqueza musical mucho más allá de lo que conocemos. Se ha vestido de gala confeccionando esa delicia que llamamos nacionalismo, es decir, mezclar las más profundas entrañas del folklore con elementos de la música culta o académica, eso, amigo melómano, eso también es México.