Luego de 40 minutos de espera, por fin pasó la ruta 30 del transporte público, a la que como yo, deseaban abordar otras 15 personas más, en un punto de la zona norte de la ciudad que dicho sea de paso, está totalmente urbanizado, y que como la mayoría de los paraderos, carece de una adecuada infraestructura que en el caso particular, nos permitiera guarecernos de la lluvia que de pronto cayó para sorpresa de los que ahí nos encontrábamos.
La decisión era simple, subirme o no, a sabiendas de que parte del trayecto lo haría en el estribo de la unidad, o bien podría esperar por lo menos otra media hora -en el mejor de los casos- a que pasara otra unidad. Así que decidí subirme “agradeciendo al chofer” que me permitiera viajar en esta parte del urbano.
El trayecto obviamente nada cómodo, se tornaba más violento toda vez que muchas de las avenidas de nuestra ciudad permanecen sin una adecuada atención de mantenimiento, con todo y sus programas de bacheo. La velocidad del chofer afortunadamente y por la cantidad de gente que transportaba, era más o menos la permitida, aunque su pericia no las más adecuada.
Finalmente llegué a mi destino, para mi buena fortuna sana y salva, pero sí con las inconveniencias de los jaloneos producto del lugar en el que me ubicaba y viéndome, como otros pasajeros, salpicada del agua que corría por las calles consecuencia de la precipitación que ese día cayó.
Vale la pena destacar que por esto pasan todos los días, miles de usuarios que tienen que padecer, porque no se puede decir de otra forma, el terrible servicio que Atusa ofrece.
Más allá de la espera, sobre todo de algunas rutas en específico que constantemente son reportadas, trascienden temas de seguridad, calidad en la atención, incluso hasta higiene, podemos agregar la poca disposición de los choferes para recibir capacitación, el trato indigno que le dan a las personas, quizás sí por los horarios extenuantes que tienen además que cumplir.
Definitivamente y por más inversiones y esfuerzos que se han hecho para mejorar el transporte de pasajeros en la entidad, administraciones pasan y no se puede meter en cintura a los encargados de proporcionar el servicio.
Al escuchar anuncios como los que esta semana hiciera el secretario de gestión urbanística y Ordenamiento Territorial, Armando Roque Cruz, de un posible aumento a las tarifas a partir del análisis entre las partes, más que disgusto nos da impotencia, no sólo porque se nota a leguas que quienes toman las decisiones nunca han tomado un camión, no se deja de lado además que la representación que en ellos debíamos tener como ciudadanos, no se da como tal.
Qué pasaría si la población dejara de utilizar un día o más este deficiente servicio, las pérdidas económicas serían representativas como para llevar a la reflexión de los concesionarios sobre la obligación que tienen de cumplir de forma cabal a lo que se comprometen.
Lejos estamos de esta situación, habría que retomar aquella iniciativa en la que al no dejarse llevar por la presión de los concesionarios, el Gobierno de la pasada administración puso a disposición de la población otro tipo de unidades para sus traslados en la ciudad.
Bien valdría la pena retomar esta iniciativa de forma tal que a la empresa no le quedara de otra más que desempeñarse de manera adecuada. O mejor aún, abrir el espectro y que entren otras compañías a ofrecer el servicio, bajo la premisa de que a más oferta mayor calidad.
No es posible que no se le entre al tema de lleno y desde los tres niveles de gobierno. Éste no es un tópico mínimo a considerar, de forma contraria sería intolerable, incluso un insulto a la población, el hecho de que a pesar de las deficiencias, se atrevieran a autorizar un aumento en las tarifas.