En el mes de agosto se efectuará la asamblea nacional del Partido Revolucionario Institucional y los temas que se abordarán están íntimamente relacionados con dos elementos centrales; la sucesión presidencial y la supervivencia del PRI insertado en el sistema de partidos.
Especulando un poco acerca de los temas, es necesario revisar el contexto que determinará el tipo y modelo de las decisiones a tomar. Hay que considerar que tomar la decisión de quien va a suceder en la candidatura a Enrique Peña Nieto a diferencia del pasado, hoy tiene un sentido distinto.
Desde que se conformó el sistema político mexicano, el presidente tenía la facultad absoluta para determinar quién iba a ser el candidato del PRI a la Presidencia. Independientemente de las credenciales y de las cualidades que tuviera el sucesor, sabíamos que iba a ganar porque el PRI no tenía competencia.
Los criterios para determinar quién era el sucesor se determinaban por razones como el de elegir un colaborador fiel que le cuidara las espaldas al presidente saliente, que legitimara sus decisiones, y que le diera un lugar decoroso en la memoria histórica.
El segundo criterio es que cuidara la continuidad de su proyecto al paquete de decisiones que requerían profundidad y recoger los frutos de medidas tomadas con anterioridad. En un sitio no importante se planteaba el carisma del personaje y su capacidad de ser atractivo tanto para el electorado interno, es decir dentro de la base priista, como en el resto del electorado, aunque esa valoración no tenía gran importancia porque ya sabíamos que, con cualquiera, el PRI es quien ganaría los procesos electorales.
Hoy las circunstancia son totalmente distintas, y aunque el presidente sigue teniendo mano para elegir quien va a ser su sucesor, hoy los criterios están determinados principalmente de quien pueda ser el más capaz y competitivo electoralmente hablando.
Es por ello que la asamblea nacional del PRI va a rondar en función de este tipo de decisiones. Por el lado del presidente, va a tratar de quitar los candados que van a limitar la decisión del primer priista del país.
Actualmente hay algunos factores de carácter estatutario le que van a poner una camisa de fuerza al presidente. Un candado es que el candidato del PRI tenga una militancia mínima de diez años. Eso le ata las manos al presidente para pensar en un candidato externo.
La segunda limitación es que quien sea candidato a la Presidencia de la República debe haber tenido un cargo de representación popular. Esta restricción puede dejar fuera al doctor Narro porque su trayectoria es universitaria y no partidista.
Los militantes de cepa van a tratar de mantener los candados para garantizar que quien ostente la candidatura pueda provenir de las filas partidistas. Esta corriente va a tener muchos adeptos al interior del PRI, y van a pugnar por mantener estos candados.
Los afines al presidente y su gabinete van a tratar de modificar en la asamblea esos candados para darle un mayor margen de libertad y abrirle la baraja al presidente. Estos, además de algunos otros, serán los temas que van a definir el debate en la asamblea nacional del PRI. Muchos de ellos ya se están procesando con anterioridad.
Temas como la selección de Comité Nacional, quién va a estar a cargo de las mesas de discusión y otros, se están procesando con anterioridad. Aunque con su estilo “de disciplina institucional” y siguiendo las formas, el debate sobre este tipo de decisiones, serán desde mi punto de vista, los elementos que van a poner candente la discusión ya sea antes, durante o posterior a la asamblea.
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