Hace cincuenta años inició la carrera de una de las entidades musicales más influyentes e importantes en la siempre inconclusa historia del rock y me refiero a Pink Floyd, fue justamente en agosto de 1967 cuando se publica su primer disco, llamado The piper at the gates of dawn, El flautista en las puertas del alba, un disco lleno, pletórico de sugerencias astrales y de atrevidas incursiones a los infiernos del pensamiento, viajes etéreos hacia mundos inasibles que solamente podían existir en el atrevido pensamiento de un genio de la creatividad musical y literaria como lo fue Syd Barrett, motor móvil de aquel naciente Pink Floyd que se desarrolló en las intimidades de lo que en aquel tiempo era conocido como el Swingin London o el alocado Londres tocando el el UFO club, ahí fue justamente en donde se empezó a escribir esta historia que encontró su capítulo final en el año 2008, concretamente en septiembre de 2008 luego de la muerte del tecladista Richard Wright.
Este primer disco de Pink Floyd se llama así, The piper at the gates of dawn, por ser este uno de los capítulos de un libro que en su infancia solía leer Syd Barret, en libro en cuestión se llama The wind in the willows, El viento en los sauces del escritor Kenneth Grahame y en donde los personajes Rata y Topo tienen un encuentro con el dios Pan y que en su interior encierra toda la incontenible y colosal fuerza de la naturaleza. Todas las letras del disco, hechas por Syd Barret, son referencias directas al espacio sideral, a Gnomos, hadas, brujas y todo lo que Barret escondía en su atrevido pensamiento.
The piper at the gates of dawn se grabó entre el 16 de marzo y el 16 de julio de 1967 en los hoy míticos estudios de Abbey Road en Londres, Inglaterra y conoció la luz pública a principios de agosto de ese mismo año y llegó al sexto lugar en las listas del Reino Unido mientras que en los Estados Unidos no llegó a ubicarse entre los primeros cien, finalmente, los ingleses, como todos los europeos, siempre más sensibles a los encantos y placeres del rock progresivo sobre los intereses musicales de los estadunidenses, más orientados hacia el jazz, el blues y el rock más duro, finalmente lo menos importante son los lugares que esta producción alcanzó en sus orígenes hace cincuenta años, lo verdaderamente importante es lo que este disco significó, no sólo para sus creadores Pink Floyd, sino para toda la historia del rock, como seguramente hoy lo entendemos sin mucha dificultad.
En ese momento, Pink Floyd estaba integrado por Roger Waters como bajista y cantante, Syd Barrett como guitarrista y letrista, Rick Wright a cargo de los teclados y Nick Mason en la batería, como sabemos, los excesos de Barret lo imposibilitaron para seguir trabajando en la creciente carrera de Pink Floyd y ya para el segundo disco, Saucerful of Secrets, Platillo de secretos, compartió los créditos en la guitarra con el músico de nuevo ingreso llamado David Gilmour, y así, durante poco más de un mes Pink Floyd fue un quinteto, las exigencias del trabajo y los incontrolables excesos de Barret lo obligaron a abandonar el grupo que bien podríamos decir que fue de su propia creación y dejar el lugar de guitarrista únicamente a David Gilmour, y ya conocemos la historia, con esta alineación Pink Floyd encontró la vida inmortal con discos como Meddle, Ummagumma, Music for the film More, Atom heart mother, Obscured by clouds, The dark side of the moon, Animals, Wish you were here, por cierto, dedicado a Barret, The Wall en donde se cierra el período más fértil y brillante de la agrupación. Después de The Wall vinieron otros discos como The final cut, Momentary lapse of reason, The division bell y Endless river, pero créeme que esto realmente no importa, de todos modos la historia ya estaba escrita y Pink Floyd ya era inmortal desde antes de 1979, digamos que en ese año se cierra el gran momento de la agrupación, como ya lo comentamos, lo que vino después carece de importancia, finalmente ya todo estaba dicho.
Pero como te decía, toda esta brillantísima historia inició hace 50 años, de hecho, cuántas cosas iniciaron hace cincuenta años en aquel legendario, mítico, fantástico 1967. Imposible entender la historia del rock sin tomar ese año como piedra angular, a mi entender, podríamos dividir la siempre inconclusa historia del rock en antes y después de 1967.
The piper at the gates of dawn de Pink Floyd es un disco en el que encontramos temas musicales como Astronomy Domine o Interstellar Overdrive que siguieron siendo repertorio frecuente en los concierto de Pink Floyd durante toda su carrera y si viste la grabación, o quizás estuviste presente el Hyde Park de Londres, no sé, en el verano de 2005 cuando Pink Floyd se volvió a reunir con Roger Waters y se presentaron en concierto, Waters ofreció esa presentación a Syd Barret y tocaron entonces la canción Wish you were here, Ojalá estuvieras aquí, fue, sin duda, un momento muy emotivo.
The piper at the gates of dawn es un disco muy importante, su influencia musical ha llegado a tocar, incluso, a algunos de los más fino talentos en el rock, entre ellos podemos mencionar a David Bowie, uno de los músicos más inteligentes, ambiciosos e influyentes en la historia del rock, o también a agrupaciones tan poco ortodoxas pero con un valor musical incuestionable como Gong, en fin, la lista podría ser interminable.
La historia inició hace 50 años, fue entonces que emergió de las más profundas entrañas de Londres un grupo llamado Pink Floyd, definitivamente, el rock no sería lo mismo sin el flautista en las puertas del alba.
De acuerdo, sin embargo si bien probablemente nunca desapareció la influencia de Syd en el grupo, la entrada de Gimour significó que se hiciera más fuerte la influencia de Roger Waters y y la aportación de Rick y Nick a la banda para que migrara del psicodélico hacia el rock progresivo. Sin poder afirmarlo porque solo el grupo lo podría saber a ciencia cierta, cambió de un grupo que interpretaba a Syd a un grupo que se interpreta a sí mismo. La evolución a “The Wall” y a “The division bell” (ya sin Waters) muestran las polaridades de Water y Gilmour, con una música fuerte, profunda y muy directa en el primer caso y con un sonido sumamente introvertido y con letras meditabundas y profundas en el segundo caso.