- El contenido de la ciencia representa en la actualidad una gran parte de la cultura nacional
- La ciencia debe ir acompañada de un proyecto de evaluación crítico, de lo contrario, no genera conocimiento
Dos ingredientes para la divulgación de la ciencia son el contenido y el espíritu de la ciencia, es decir, la manera en cómo se hace, esto de acuerdo con el científico y divulgador Ruy Pérez Tamayo, autor de obras como Enfermedades y microbios (2000), La revolución científica (2012) y ¿Gorditos o enfermos?: la obesidad en niños y adolescentes (2015).
Durante la décimo primera mesa temática que organiza el Fondo de Cultura Económica (FCE) con autores de la colección La Ciencia para Todos, una serie de libros sobre ciencia divididos en once áreas temáticas (astronomía, física, biología, ciencias, química, matemáticas y salud, por mencionar algunas), Ruy Pérez Tamayo, acompañado de las investigadoras Rosario Rodríguez Arnaiz, Gloria Benítez King, pertenecientes a la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y al Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPRFM), respectivamente, y Luisa Fernanda, editora de la revista Ciencia y Desarrollo, dijo que el contenido y el espíritu científico son dos puntos de vista que deben considerarse al hacer divulgación de la ciencia.
“El contenido de la ciencia representa en la actualidad una gran parte de la cultura nacional, el contenido de cada ciencia: astronomía, salud, química, biología (…) todas forman parte de nuestra cultura, y poseer información, aunque sea general, representa una educación. Otro aspecto es el espíritu de la ciencia, la manera en cómo se hace, de dónde derivamos el conocimiento para manejar la naturaleza y cómo hacer para distinguir entre lo que es conocimiento y creencia o imaginación”, explicó.
Para la doctora Rosario Rodríguez Arnaiz, autora del libro Metabolismos y las toxinas ambientales (2004), para ser divulgador y transmitir información a un gran público sin caer en simplificaciones es necesario tener conocimientos científicos sólidos. “No hay un camino para esta actividad, se hace camino al andar y uno de los elementos es el pensamiento, pensar a quién va dirigido ese mensaje y qué tipo de lenguaje usar”, agregó.
Durante su intervención, la doctora Gloria Benítez King, autora de Melatonina: un destello de vida en la oscuridad (2008), expuso que “la finalidad de la divulgación es concientizar a la población de los enormes retos que ha tenido la ciencia y en qué se basa. La desinformación y falsas creencias reflejan una falta de educación y cultura”.
Para los investigadores, la ciencia debe ir acompañada de un proyecto de evaluación crítico, de lo contrario, no genera conocimiento: lo mismo sucede con la divulgación de la ciencia. “Tomándolo como un proyecto, tenemos que evaluar la divulgación a través de una unidad adecuada que refleje esta actividad. En la medida que la ciencia se divulgue y exista gente interesada en leer estos libros, o secciones en la prensa diaria bien fundamentada, habrá un avance”, refirió Gloria Benítez.
De acuerdo con Ruy Pérez Tamayo, una de las Diez razones para ser científico (2013), título que hace alusión a una de sus múltiples obras de divulgación, es utilizar constantemente el cerebro y pensar en los problemas. En materia de salud, dijo, México enfrenta muchas dificultades y la investigación es una manera de poder afrontarlas: “Yo estudio de qué se enferman los mexicanos y, entre ellas, encontramos la cirrosis hepática, una enfermedad crónica irreversible. Nos preguntamos cómo es que se genera la enfermedad, una vez que tengamos la respuesta vamos a ver si nos sirve para evitar que se desarrolle”.
Transformar la medicina terapéutica en profiláctica, es decir, evitar que las enfermedades se produzcan, es uno de los retos en materia de salud. En el laboratorio del doctor Ruy Pérez Tamayo, en el que colaboran cerca de 70 personas, se estudian alrededor de ocho problemas de salud, como la obesidad y el sobrepeso.
“La transformación de la medicina terapéutica a profiláctica ha sido una tendencia a lo largo de la historia, pero en la actualidad con la medicina personalizada esto se acelera rápidamente. La tendencia es reforzar aquello que evita la presencia de enfermedades”, explicó. Ejemplo de sus palabras es Buenas costumbres para un futuro saludable, un programa diseñado por Ruy Pérez Tamayo, cuyo fin es prevenir y abatir los índices de obesidad y sobrepeso de los niños a través de la promoción de sanos hábitos alimenticios y de salud.
“El programa consiste en ir a las primarias de tiempo completo, para educarlos en cinco medidas preventivas de desarrollo de sobrepeso y obesidad: ¿Los educamos a comer mejor?, ¿cómo le enseño a un niño de primaria a que coma despacio? Implementamos un método y estamos logrando que coman despacio, esto permite el reflejo de la satisfacción. Les enseñamos de manera didáctica y se divierten. Poco a poco se empieza a notar el cambio de hábitos”, señaló.
En el programa, que también se implementará en Campeche y Colima, pueden participar estudiantes de los últimos semestres de medicina, odontología, salud pública, enfermería y psicología, “Pueden trabajar con nosotros como monitores y en explicar e instruir a los niños, a quienes también se les enseña a lavarse los dientes, porque de 100 niños solo siete se lavan los dientes después de comer. El programa ha tenido resultados favorables. De acuerdo con el patólogo e investigador del Hospital General de México, una vez que la costumbre se ha establecido, los niños no tendrán problemas de sobrepeso y obesidad”.
La colección La Ciencia para Todos cuenta con 19 títulos dedicados al tema de la salud en formato impreso y digital.
Con información de Carmen Báez/Agencia Informativa Conacyt