En este espacio que gentilmente me brinda La Jornada Aguascalientes, semana a semana, plasmo mis pensamientos, con el común denominador de tratar temas que considero relevantes, con el toque electoral. He tratado de afinar la habilidad de presentar un tema novedoso cada ocho días, tarea nada fácil si consideramos que, además, el lenguaje ha de ser lo más sencillo posible, atendiendo a la multitud de públicos lectores y cibernautas, enmarcado en una materia árida como lo es el contenido político-electoral.
Admiro a quienes llevan años editorializando. Una columna, además de la responsabilidad que implica ya de por sí tener una voz pública, amerita realizar una investigación sobre los asuntos de actualidad y, a veces, aderezarlo con anécdotas, propias o ajenas, que permitan que el lector se interese en el texto de arriba abajo.
Aclaro, por si hiciera falta, que mi intervención va firmada con mi nombre. No con mi cargo anterior o actual. Éste es temporal y lo asumo como tal. Aquel, una de mis propiedades más preciadas, me acompañará toda la vida, incluso después de ella, y trascenderá, para bien o para mal, este plano existencial, lo que añade un aspecto adicional a lo ya dicho, y es que el compromiso adquirido tanto con el medio, como con los lectores, es el de hablar con la verdad dejando en prenda mi apelativo. Nada menos.
Me hubiera gustado hacer una columna de cómo hacer una columna. A la usanza de Lope de Vega, quien con su monstruoso ingenio es capaz de hacer un soneto, dice él que por encomienda de Violante, a la vez que nos enseña la manera perfecta de cómo hacer un soneto. Mi pretensión es, en todo caso, terrenal: la manera en cómo una idea va madurando hasta convertirse en mi aportación semanal.
Tomemos un evento, por ejemplo, el esfuerzo de la autoridad administrativa electoral para dar a conocer a la ciudadanía los pormenores de los sucesos acontecidos durante la elección que acaba de ocurrir. Describamos dicho esfuerzo como la posibilidad que se deja para futuras generaciones de establecer el contexto imperante durante un proceso electoral. La forma en que el Estado se encontraba dividido para dichos efectos, las mujeres y hombres que culminaron satisfactoriamente con esa encomienda, y una serie de datos objetivos que se convertirán, ya el día de hoy, en historia.
Enlacemos el evento con su sede. Marco esplendoroso que resultó el Museo Regional de Historia. Espacio dedicado precisamente a la difusión de los eventos trascendentales de la comarca desde tiempos inmemoriales. Coincide, entonces el propósito de uno y otro: no es almacenar objetos o datos triviales, ni servir como adorno. Es mostrarse a los interesados tal cual, con virtudes y defectos, testigos ante el juez implacable que debe ser el paso del tiempo.
Una vez que se tenga al lector cautivo, procure un giro que lo lleve a donde el autor quiere. Utilice el apoyo que resulte de un hecho trascendental. En este caso no puede ser sino el discurso del invitado en el evento.
Lo de invitado es un decir, porque es más bien como de casa. Coincidimos un momento antes del evento y aprovecho atento para escuchar cátedra. El tema se confunde entre el movimiento tempranero de la calle Isabel La Católica, hoy Venustiano Carranza. Hablando de historia. Un templo dominico, y luego la charla deriva en agustinos y otras órdenes. Caminamos a paso lento porque el tiempo, otra vez el tiempo, ahora es permisivo. Nos da hasta para compartir un café. Por un momento lo pierdo de vista, con la confianza de saber que es de casa. Él lo sabe también.
Ya en la ceremonia llega el momento de su oratoria. Desliza palabras que va hilvanando hasta encontrar la idea central del mensaje. La Parresia. Discretamente tomo nota de un término que hasta entonces desconocía.
El evento culmina entre parabienes por los procesos que han de comenzar y yo ya estoy pensando en el tema de la columna, lo que me obliga a investigar. A releer a Foucault y descubrir a Pericles. A redescubrir la filosofía que dejé desatendida hace algunos años y que ahora retomo con más obligación por las nuevas faenas estudiantiles asumidas, pero con mucho más gusto por comprender de mejor manera los conceptos.
Concluye la columna con un par de agradecimientos y, con ellos, el misterio del título que encabeza, setecientas palabras antes, mi participación. Gracias a quienes asistieron al evento con el que, de varias maneras, todas simbólicas, concluimos satisfactoriamente una etapa más de la vida política de la entidad, conscientes de que en algunas horas comenzaremos uno de los retos profesionales más grandes de nuestra vida. Vaya mi agradecimiento al Maestro Ignacio Ruelas, presentador de la Memoria Electoral, por esa vocación que impulsa a no dejar de interesarse en la materia y lo que le rodea.
La juventud puede ser soberbia. La madurez adquirida me permite saber que ignoro muchas -muchísimas- cosas. Por ejemplo, hasta la semana pasada ignoraba las dimensiones de la democracia que Foucault recupera de Pericles: un pueblo que ejerce poder, una democracia pues que establece derechos y obligaciones (algo que recuperaba en mi participación de la semana pasada) y la verdad con que se habla desde esa democracia, esa verdad como eje central del discurso, desestimada en estos días.
Ignorante soy, pues, de muchas cosas. Lo que de ninguna manera ignoro es que nunca es tarde, joven o viejo, para aprender.
/LanderosIEE | @LanderosIEE