Quiero expresar mi gratitud a través de estas líneas a mis amigos Gerardo Romero Altamirano y Gema Morales Martínez, presidente y consejera electoral, respectivamente, del Instituto Electoral del Estado de Querétaro, por haberme invitado a participar en la presentación de su libro Mecanismos de participación ciudadana: una experiencia global, obra en la que recopilan pormenores de la organización de instrumentos de participación de la ciudadanía de 26 países del orbe, de los 5 continentes.
Este esfuerzo de generar un espacio en el que se conjuntan experiencias, unas más afortunadas que otras, nos permiten reflexionar sobre algunos aspectos. Uno de ellos es ubicarnos en el contexto mundial, conforme a nuestra realidad. Bien es sabido que México no es el paradigma de democracia más puro, pero el observar otras latitudes nos indica que, podemos ir caminando, e incluso puedo conceder que los pasos son lentos, pero son firmes y por el buen camino de la forma correcta de propiciar la participación del ciudadano en asuntos públicos, más allá de los índices habituales con que se mide la participación del elector el día de las votaciones.
Otro de los aspectos que se visualizan luego de analizar el contenido de la obra, es la complejidad de proporcionar al ciudadano de las herramientas que permitan el ejercicio directo del poder público, en aquellos lugares del mundo donde el pueblo ejerce su soberanía; complejidad que muchas veces coincide a pesar de las diferentes latitudes.
El miércoles pasado tuvimos la oportunidad, junto con los autores, de presentar el libro en el marco de la 7a Feria del Libro en Materia Electoral que se desarrolla dentro del XXVIII Congreso Internacional de Estudios Electorales que este año organizó pulcramente el Instituto Electoral de la Ciudad de México. Ahí durante mi disertación, a pesar de que los temas descritos en párrafos anteriores podían haber sido el centro de atención, cualquiera igual de válido y con mucha tela de donde cortar, decidí que hablaría no desde el punto de vista la autoridad electoral que organiza el proceso de participación ciudadana, sino desde la perspectiva de quien participa, o en todo caso deja de participar en él: la ciudadanía.
Si desde el punto de vista de la historia hemos aprendido a analizar la cosa pública, nos hemos topado con que el concepto de democracia que los antiguos definieron, ha quedado superado, sobre todo por cuestiones de logística. No existe un ágora suficientemente grande como para que se haga uso de él como génesis de la poli, centro de la vida comercial, religiosa, edificios públicos, y que en esa interacción de personas en espacios públicos se realice la política.
Nuestro foro ha transmutado a contacto a través de redes sociales como espacio de interacción, comercio y hasta relaciones personales. El momento de hacer política se ha reinventado a través de reglamentación para volverlo un espacio mecánico cada tres o seis años y exclusivamente por medio de las jornadas electorales. Lo anterior ha traído como consecuencia que la democracia se ha vuelto electiva.
La nueva tendencia es la recuperación de la democracia participativa. Que el ciudadano en su calidad de votante, no solamente tenga el poder de elegir a un representante (presidente, diputados, senadores, gobernadores, ayuntamientos) sino que también se involucre de manera directa en el ejercicio del poder público.
El reto entonces es proponer, desde la institucionalidad, esta nueva forma de ejercer la democracia. Convertir al ciudadano en un buen ciudadano, no como juicio de valor, sino en toda la extensión de la palabra: que conozca, que compare, que sopese, que se involucre, que analice, que se exprese, pero que al final decida, asumiendo su responsabilidad de haber hecho su elección.
Es cierto que faltan muchas cosas en esta democracia que vivimos día con día. Por eso celebro que al visibilizar estos procesos, con pros y contras, en todo el mundo, los institutos locales electorales estemos incrementando el acervo bibliográfico, documental y de conocimientos de quienes estemos interesados en el tema, pero además, convertidos en una aldea global, como en su momento lo pensó Marshall McLuhan, comencemos a pensar de manera distinta al hacer la democracia una experiencia fuera de distingos de raza, religión o ideología, una experiencia personal que, al involucrar a los otros miembros de la aldea (próximos a mí, casi iguales) en un contexto donde el territorio es exactamente el orbe, se convierta, como lo sugiere el título, precisamente en una experiencia global.
/LanderosIEE | @LanderosIEE