Hace más de veinte años, la entonces muy popular conductora de televisión Lolita Ayala vino a nuestra ciudad a promover una campaña nacional que ella dirigía a favor de los animales. Básicamente la idea era promover la formación de grupos sociales que recogieran perros y gatos callejeros para darles un hogar. También favorecía la castración para evitar la multiplicación de animalitos vagabundos. La intención era de una gran nobleza porque el fondo era evitar el maltrato hacia los animales. Durante una sesión banquete que le ofreció un club social, hubo un participante que le hizo este comentario: “…me parece muy bella su labor, pero no sería mejor que dedicara sus esfuerzos y su popularidad a promover la prohibición de las peleas de gallos y las corridas de toros, que en este Estado son tradicionales, muy arraigadas y muy crueles…” La dama en cuestión no supo que responder, se excusó por no ser experta en el tema, pero a partir de ese momento su campaña se vino abajo. Actualmente el tema vuelve a ser motivo de discusiones en los congresos nacional y local. En todos ellos hay un elemento común, se busca prohibir ambos espectáculos porque conllevan el sufrimiento del animal. Ello es verdad, pero se deja de lado una razón mucho más importante, la promoción de la violencia en el ser humano. Aquí es donde saltarán los taurófilos y los gallófilos asegurando que no es verdad, que los aficionados suelen ser personas tranquilas, cordiales, cultas y para nada violentas. Y no habrá manera de rebatirles porque no existen estudios científicos, serios y bien realizados que evidencien el impacto emocional de tales espectáculos en la conducta de sus espectadores. En Estados Unidos se han realizado importantes investigaciones sobre las alteraciones emocionales que producen el box, las artes marciales mixtas y el fútbol americano, sin embargo tales deportes no han sido prohibidos. ¿Por qué? Obvio, porque producen ríos de dinero y como dice el conocido refrán “Si no suena lógico, suena metálico”.
Es lo mismo entre nosotros. Las peleas de gallos nacieron en China y ahora no las tienen. Las corridas de toros nacieron en Creta y Grecia y tampoco las tienen. No hay peleas de gallos en toda Europa, donde antes las hubo. Las corridas de toros están en retirada, salvo en unas cuantas ciudades de Francia, unas pocas en Portugal y desde luego España que es la catedral mundial de esta actividad. Ya no hay tauromaquia en Cataluña, Baleares, Canarias, Galicia ni Asturias e incluso en Cádiz, una ciudad metida en plena Andalucía, región taurina como la que más. En México ocurre algo parecido, ya no existen en Sonora que fue el primer estado que las prohibió, tampoco en Guerrero, Veracruz ni en Coahuila. Ya no existen en Centroamérica y cada vez menos en países sudamericanos. Los argumentos a favor y en contra son muchos y muy diversos, van desde la compasión, el sufrimiento, la tradición, el folclore, la cultura y el arte. El fundamento más olvidado de todos es el efecto emocional que se produce en un cerebro humano ante la contemplación gozosa de un espectáculo cruento. Cuando comento ésto ante un grupo de amigos taurófilos, de inmediato me responden que hay muchos espectáculos igualmente agresivos tales como el rodeo, las charreadas, los deportes de combate y hasta el mismo futbol. Sin embargo, el poderoso argumento de fondo sigue siendo el daño ocasionado intencionalmente con gran sufrimiento y hasta la muerte de un animal. Además se agrega la incongruencia ¿pues qué no prohibimos recientemente el uso de animales en los circos, precisamente para evitar su maltrato? Y todos estuvimos de acuerdo. De manera que ¿cuál será el poderoso razonamiento que finalmente terminará con estos espectáculos? El que ha funcionado en otros países y es que dejen de ser negocio. Y para allá vamos, porque las plazas de toros y los palenques de gallos están subutilizados en todo el país. A Cataluña le tiene sin cuidado que su plaza de toros se haya transformado en el Centro Comercial Las Arenas, cuando su equipo de futbol produce millones de euros. Y lo mismo está ocurriendo en nuestro país. Estas aficiones terminarán muy pronto porque ya no serán negocio. Y el argumento principal, sobre el impacto emocional en la mentalidad humana seguirá siendo relegado. Lo bueno es que de todas maneras terminarán.