El pasado viernes 30 de junio, el médico Henry Bello entró al Hospital Líbano de Nueva York en el que había estado trabajando y había sido despedido. Debajo de la bata llevaba un fusil de asalto con el cual asesinó a una doctora, hirió gravemente a otras seis personas y finalmente se suicidó. Al ser entrevistado el alcalde de la ciudad, el Sr. Bill de Blasio exclamó con un respiro de alivio “afortunadamente no fue un acto de terrorismo”. Analicemos el caso. En primer lugar, el Dr. Bello era un enfermo mental. Previamente había sido acusado de ser maleducado, hostil e incompetente. No aprobó los exámenes para especialidad y fue rechazado. Acosó sexualmente a la doctora quien a su vez lo acusó con la dirección y ello contribuyó a su despido. Fue a ella a quien asesinó como primera víctima. Se nos ocurren una serie de preguntas ¿Cómo es posible que un enfermo mental cursara y aprobara la carrera de Medicina sin que nadie se diera cuenta de que era un trastornado? ¿Por qué un hombre de 45 años todavía anda tratando de hacer una especialidad, algo que normalmente se realiza a los 30 o cuando mucho a los 35 años? ¿Qué lleva a un profesional de una carrera humanista a tener un rifle militar en su casa? ¿Cómo pudo llevar el fusil oculto en la bata clínica que es un emblema de orgullo y honestidad para todo médico? Y finalmente ¿Cómo un médico que estudió y vivió para salvar vidas, termina quitando el bien valiosísimo de la vida a sus compañeros? Peor todavía ¿Qué concepto tenía este doctor de la vida, cuando desestima la suya propia al grado de destruirla con un balazo? El penoso asunto puede funcionar como un valioso llamado para mejorar las condiciones del ámbito médico en todo el mundo. Es preciso evaluar acuciosamente el estado mental de los jóvenes que aspiran a estudiar la carrera de Medicina. Asimismo, realizar un detenido examen cuando han concluido la licenciatura para conocer su capacidad no solamente científica sino humanista. Y mejor aún, impartir como una materia esencial de la carrera, el humanismo. En los planes de estudios de las 80 escuelas de Medicina que existen en nuestro país se imparten materias como Salud Mental, Psicología y otras similares, pero solamente como informativas, no como formativas del ser humano que será profesional médico. El ambiente hospitalario suele ser un sitio estresante. Es lógico, el médico, la enfermera y todo el personal viven su jornada laboral entre el dolor y el sufrimiento de sus pacientes, la urgencia de ayudarles, la angustia de los familiares y las presiones clínicas y económicas del enfermo y del hospital mismo. Por ello es preciso que también el personal que trabaja en los hospitales, desde el director hasta el vigilante de la puerta tengan una capacitación permanente en salud mental, para la mejor atención al paciente y sobre todo para la estabilidad emocional del trabajador. El caso del médico nigeriano Dr. Bello es patético por todos lados. Estudió la carrera en la pequeña isla de Dominica, donde la escuela de Medicina es de muy bajo nivel, pero aún así fue aceptado en un prestigiado hospital de Nueva York que no hizo bien su trabajo de selección. Más grave aún el comentario del alcalde, para quien lo verdaderamente grave habría sido un ataque de terroristas, puesto que solo se trata de un loco que mata a sus amigos y se mata a sí mismo, mira pues no es tan malo. O sea que los estadounidenses están ya tan acostumbrados a estos ataques de sus ciudadanos alienados que entran a centros comerciales, cines y hospitales disparando a diestra y siniestra para finalmente autoagredirse, que les parece lo más normal. Lo peor es que hubiese sido un comando islámico. Creo que es un mensaje muy oportuno para que revisemos nuestro estado actual, nuestras escuelas de medicina, la vida intrahospitalaria y la calidad emocional de nuestros médicos. Ellos merecen una vida tranquila, afable, pacífica y placentera. Y sus pacientes mejor aún. Se nos avecina el funcionamiento del nuevo Hospital Hidalgo, es una excelente oportunidad para prepararles un campo fértil. Lo merecen.