Un movimiento es auténtico cuando busca el cambio para bien de la sociedad, si se le viene a la cabeza, estimado lector, la Revolución Mexicana por ejemplo, aun y con toda la historia oficial encima de ella, definitivamente sí, fue un acontecimiento excepcional que logró a bote pronto cambiar la fisonomía de una nación fastidiada de una de tantas dictaduras que nos tocó vivir y que a la fecha, con disfraz de democracia neoliberal hace estragos en todos nosotros. Dentro de las artes es una situación parecida, se gesta un movimiento innovador para sepultar momentáneamente lo que se venía produciendo; y cabe mencionar que dentro de este rubro no andamos tan mal, la historia se divide en épocas o periodos donde nuestros artistas, los de verdad, dejan su huella sobre la tierra que los vio nacer, así damos con la Generación de la Ruptura, nombre que se le dio a un colectivo de talentosos mexicanos y extranjeros radicados en nuestro país; cuál era la propuesta; incorporar valores más cosmopolitas, abstractos y apolíticos a su obra, dejar de lado el Nacionalismo como vena nutriente de la plástica, pues ellos llegaron a considerar que la obra de los muralistas, en concreto David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera representaban valores gastados, fuera de contexto tal vez, la visión lejana de una nación post-revolucionaria con tendencias a la izquierda representada por rostros de piel morena y rasgos muy de nosotros, indiscutiblemente la línea de la Escuela Mexicana de Pintura.
Buscar la vanguardia, voltear hacia el cubismo y dejarse seducir por lo abstracto, acuñar el término del neofigurativismo, que según Marta Traba 1930-1983 (crítica de arte argentina) “representa la creación de una cultura, con el fin de alcanzar un humanismo que traduzca esencialmente el drama de la época. Se trata de la representación del alma, y sería ridículo darle forma convencional o agradable: sin embargo, como de todas maneras el alma era del hombre y el hombre reclama su imagen, era preciso darle en pedazos, inmolada y abierta, desgarrada o deformada; perdida sin remedio la ficción de su integridad física”.
Fue, desde su perspectiva, poner nuevamente a México en la vanguardia de la plástica a nivel mundial, voltear hacia Europa y contemplar sin complejos la pauta, la punta de flecha, fue exponer en el Museo de Arte Moderno, en Galerías varias, romper con los cánones estéticos y mostrarnos ante las naciones como el fenómeno estético de moda.
Del arte se vive, sin duda, de no ser así nunca hubiera existido obra de Manuel Felguérez, de Pedro Coronel, de Rufino Tamayo, de Günther Gerzso y por supuesto de José Luis Cuevas, el enfant terrible.
Este lunes 3 de julio, el que fuera también conocido como “el Gato macho” dejó de existir; antinacionalista hasta la tumba, fresco y arrogante, deja en manos de todos nosotros una visión cosmopolita, tal vez fuera de tiempo de esta sociedad mexicana, claro de pensamiento muy de él, tremendo legado en las artes, tal cual pintor, escultor, grabador, dibujante y escritor, siempre rodeado de herramientas del mundo objetivo y del subjetivo, en contra de la corriente para poder crear obra totalmente innovadora la obra más allá de la figura y el significado reinterpretado a capricho de su creador.
Vanguardista sin duda, esperando los homenajes que su estirpe demanda, el Palacio de Bellas Artes para honrar a uno de nuestros grandes, el que supo trascender sin perder el estilo y la pose, nada comparable con la obra de Cuevas, todos los días se hacía un autorretrato como para dar fe y legalidad de estar vivo y del ego de un artista completo, capaz de ver un México donde ya no existe.
Entre otros datos curiosos casi como notas de color, a este virtuoso del arte se le atribuye la creación de uno de los espacios más chic de finales de los sesenta y que a la fecha perdura como testigo de lo que un México pudo ser si hubiera caído en manos de los antinacionalistas, la “Zona Rosa” de la ciudad de México, ahora la zona roja de Tijuana a Yucatán y sin rastros de querer cambiar de color el clima de nuestra pobre nación. Cuevas se apoderó del espacio que colinda con la Glorieta de los Insurgentes para dejar en claro que la sociedad le pertenecía, que la calle también era de su propiedad y sin pelos en lengua y en brocha de un pintor de oficio crea y expone en 1967 su obra titulada Mural Efímero con clara alusión a la soberbia (según él) de David Alfaro Siqueiros quien argumentaba que sus murales serían eternos. Polémico sin duda, Cuevas a los 33 años caía en la tentación de la criticada eternidad que a él mismo le disgustaba; un mural de un mes para ser destruido después, un mes para causar polémica y mandar la obra a Ciudad Universitaria en plena efervescencia estudiantil.
Nuestro Warhol latinoamericano, vanguardista, promotor de la modernidad en las tendencias artísticas, la línea fina entre lo estrambótico y lo intelectual, lo exquisito de la plástica abstracta, el lunes a los 86 años finalmente dejó de pintar autorretratos, sería distinto el mundo de la plástica mexicana sin la influencia de Cuevas, seguramente sí, ejemplo para las nuevas generaciones de artistas, no sólo de la plástica sino de las artes en general, nos estrega un México que esperó ser inmortalizado por su visión crítica del entorno y que desde mi humilde percepción quedo a deber en los últimos años. Y entonces me podrán decir, “qué querías que pintara la desgracia de nuestro tiempo, lo mal que estamos” no claro, un neofigurativista no puede hacer lo que un muralista plasma, el sentir de la sociedad, la impotencia y las ganas de tener una válvula de escape para poder soportar las pequeñas cosas cotidianas que nos matan día a día.
Gracias después de todo, JLC.
[email protected] | @ericazocar
Un reconocido escritor de la Jornada Aguascalientes tuvo a bien enseñarme que:
La racionalidad es una determinada actitud frente a lo que vivimos, que consiste en saber deliberar, pensar en cada situación que es lo que debemos elegir. No se trata ni de sabiduría ni de virtud moral. Se trata de dominio de las pasiones, de la moderación del deseo, del equilibrio. Esta racionalidad es más similar al artesanal del oficio que no al matemático. La experiencia es el equilibrio entre un saber y una familiaridad, el fondo de permanencia que tiene la repetición. Es un saber vivido arraigado en la experiencia, no transmisible porque cada cual debe hacer su propio aprendizaje.
gracias por compartir sus conocimientos con este su seguro servidor.
Sinceramente:
Carlos Alfredo Andrade Medina.
P.d. Usted es el reconocido escritor.