Ante el escenario mundial de la cumbre del G20 en Hamburgo, Alemania, surge la ola encrespada de los colectivos de oposición a este esquema de globalización económica, por ello denominados “globalifóbicos” que, a no dudar, marcan la tendencia a revertir el diseño dominante de la integración económica a costa de las economías nacionales o regionales de menor escala. El año 2017 nos salió al encuentro con el cerrojazo que impuso en el Reino Unido el famoso Brexit, y el otro no menos estridente del Trumpxit climático del presidente Donald Trump, a poco más de un mes de ratificado el Acuerdo de París, con la presencia inaugural de Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron (Amiens, 21 de diciembre de 1977) que asumió la Presidencia de la República Francesa el pasado 14 de mayo de 2017, como vigesimoquinto presidente.
En efecto, “el jueves 1 de junio, Donald Trump, confirmó que su país dejará el acuerdo, una decisión que sorprendió y escandalizó a la comunidad internacional pese a que la posibilidad de una resolución de esta índole siempre estuvo en el aire, ya que el mandatario estadounidense nunca había escondido su desprecio por el acuerdo, ni su escepticismo a los temas medioambientales” (El Economista. https://goo.gl/k29afg). En efecto, “Estados Unidos ha dejado de ser un aliado del planeta. Donald Trump dio rienda suelta hoy a sus creencias más radicales y decidió romper con el “debilitante, desventajoso e injusto” Acuerdo de París contra el cambio climático. La retirada del pacto firmado por 195 países marca una divisoria histórica. Con la salida, el presidente de la nación más poderosa del mundo no sólo da la espalda a la ciencia y ahonda la fractura con Europa, sino que abandona la lucha ante uno de los más inquietantes desafíos de la humanidad. La era Trump, oscura y vertiginosa, se acelera”. (El País.https://goo.gl/uMg7ye).
Panorama actual que da un movimiento pendular opuesto al movimiento anterior de plena integración de la Unión Europea, en que se adoptaba una sola moneda, como signo económico del paneuropeísmo emergente. Hace quince años escuchábamos que el Euro iniciaba su circulación oficial, pisando fuerte: “El primero de enero 2002, fue el momento de inauguración del Euro, y entraron en circulación los nuevos billetes y monedas a lo largo del continente europeo”. (Fuente: Siglo.21. https://goo.gl/SC3z77).
Continúa dicha crónica: “Desde entonces, las noticias de la integración económica europea han tendido a concentrarse más en sus problemas y deficiencias que en sus logros. El euro se ha convertido en parte de la cotidianidad para cerca de 338 millones de europeos, en 19 países que lo adoptaron como moneda nacional. Sus creadores aspiraban a que se convirtiera en un rival del dólar, una moneda de alcance global y medio de intercambio en los negocios, y de cierta forma han podido lograrlo. Hoy en día, es la segunda moneda más usada en los negocios a nivel mundial, y se emplea en el 33% de las transacciones diarias que se realizan por el mundo. Alrededor de 40% de la deuda corporativa y pública del mundo está denominada en euros, un porcentaje similar al del dólar”.
Y se concluye: “Actualmente, Pero es en su papel como símbolo de unidad política, que el euro enfrenta muchas de sus críticas más serias y sus opositores alegan que más que encarnar la unidad continental, el euro ha ayudado a desunirla y crear fisuras serias, como por ejemplo, la crisis de deuda, desatada en Grecia. En los momentos más trágicos de esta crisis, en 2015, parecía inevitable, la salida de Grecia del Euro, hundida Grecia, en una enorme deuda pública y su incapacidad para manejar de modo autónomo su política monetaria”. (Siglo 21. Ut supra).
Antes de que esta crisis fuera patente, importantes colectivos europeos de análisis, haciendo un impresionante ejercicio de prospectiva política y económica, ya visualizaban un pronóstico adverso. En efecto, a mediados de 2007 fue que el Laboratorio Europeo de Anticipación Política, LEAP/E2020, mediante su Global Europe Anticipation Bulletin (GEAB), comenzó a descifrar los signos ominosos de un desplome económico general; y a partir de ahí se aventuró a bordear el inhóspito terreno que yacía a los pies de soberbios corporativos bancarios que, con su “codicia e irresponsabilidad” -en palabras del presidente Obama-, amasaban el fermento de un agente infeccioso de incalculables proporciones. Su equipo de investigadores pudo rastrear este fenómeno ominoso hasta un par de años antes, lo hizo al 15 de febrero de 2006, mediante su boletín GEAB No. 2, presagiando que se avecinaba una crisis política, económica y monetaria internacional, la cual arrancaría a partir de la última semana de marzo de ese mismo año. (Nota mía: LJA. ¿Desacoplarnos de Estados Unidos? Sábado 31, enero, 2009).
A fuerza del impacto de la crisis global que campea por el mundo, ahora conocemos que dichas organizaciones europeas dedicadas al análisis de prospectiva económica, emitieron a tiempo el alerta sobre la gran depresión que habría de desfondar importantes financieras y bancos dominantes en Wall Street.
Dentro de sus hipótesis, les quedaba claro que ni a Asia ni a la Eurozona les tocará sufrir lo más duro del embate, sino a los Estados Unidos y a los países cuyas economías están fuertemente ligadas con él; economías nacionales que ellos dieron por llamar “el riesgo Americano”. Como medida de salvamento, el gran resto del mundo –afirmaron ellos-: – está decididamente impulsando su des-acoplamiento (“decoupling”) de los Estados Unidos. Lo que no implica una independencia total y súbita, porque también habrán de sufrir la crisis, pero sí significa que Asia y la Eurozona se zafarán de su sincronía con ellos. Mientras que las “economías no desacopladas” serán arrastradas hacia abajo en la espiral negativa de los Estados Unidos.
Para esas mismas fechas, y en la misma nota personal que cito, la narrativa anticipadora era la siguiente: -A manera del efecto dominó, este “think tank” (equipo de pensadores) perfiló una línea temporal de sucesos, en siete fases sucesivas: 1ª secuencia- Las deudas norteamericanas infectan el planeta financiero (Infection financière global), 4º trimestre/2007 a 3er T/2008; 2ª secuencia- Colapso del mercado de valores (Effondrement bousier), principalmente en Asia y EUA, entre un 60% y 30%, en dos años de acuerdo con las regiones, del 4º trimestre/2007 al 1er T/2009; 3ª secuencia- Explosión de las burbujas hipotecarias globales (Éclatement bulles immobilières mondials), en Inglaterra, España, Francia y países emergentes, del 2º T/2007 al 3er T/2008; 4ª secuencia- Tormenta monetaria (Tempete monétaire), del 3er T/2007 al 4º T/2008, la más alta volatilidad y el nivel más bajo del Dólar; 5ª secuencia- Estanflación de la economía global (Stagflation de l’économie globale), del 3er T/2007 al 2º T/2009, verdadera recesión con inflación en EUA, un débil crecimiento en Europa, y recesión; 6ª secuencia- Gran Depresión en EUA (“Très Grande Dépression” US), del 2º T/2007 al 4º T/2009, implicando inestabilidad social y creciente influencia de los militares en los asuntos públicos; 7ª secuencia- Mayor Aceleración en la reconstrucción estratégica mundial (Bouleversement stratégique global), del 4º T/2007 al 4º T/2008. De este último punto, parte la decisión gubernamental de Barack Obama, a una semana de iniciar su mandato, de enviar una iniciativa de decreto (Bill) para ejecutar un plan de estímulos económicos por $825,000 Millones de Dólares; respecto de la cual en primera instancia, la oposición republicana en el Congreso y en el Senado se dice desencantada, pues en el fondo consideran que es un gasto con un dispendioso desperdicio, porque suponen que debería cargarse más hacia el recorte de impuestos (hasta en un 40%, tax relief).
Concluidos los ocho años de la administración de Obama, iniciada ya la primera edición de Donald Trump, con la estridencia de sus desacuerdos, recortes diplomáticos y erráticos decretos presidenciales, a los ojos de los expertos europeos les sorprendía ya el constatar que los gerentes -entiéndase gobernantes con poder de stewardship/gobernanza de acá-, las Américas, pensando que todavía creen que se trata de una crisis “normal” pero más grande; lo que denota -para ellos- no solamente un enfoque perezoso, sino moralmente culpable porque deberían estar previniendo, el ciudadano común, los inversionistas privados o públicos o a los gerentes de organizaciones, sobre los shocks que estaban por llegar.
Hoy, presenciamos el tumulto callejero de Hamburgo, anti-mundialización, con más razones para atribuir responsabilidad al esquema extremo de globalización de los países centrales dirigentes, cuyo núcleo o Grupo de los Ocho, hoy se ve ampliado en la cumbre del G20, y México parte de él. Paradójicamente, fue en enero de 1994, al dar inicio el TLCAN/NAFTA que emergió de la Selva Lacandona el EZLN, cuyo movimiento fue enderezado precisamente contra el acuerdo comercial más vasto de la historia entre México y los Estados Unidos de Norteamérica, y por cierto bautizado y amparado solícitamente por grupos europeos hoy confesos globalifóbicos.