- Entrevista a Juan Pablo Villalobos, sobre No voy a pedirle a nadie que me crea
- El humor negro que domina la novela nos transporta a una historia de blanqueo de capitales entre España y México
El escritor mexicano Juan Pablo Villalobos (Lagos de Moreno, 1973) sorprendió al medio literario cuando en el 2010 la editorial Anagrama publicó su primera novela Fiesta en la madriguera, en donde a través de la voz infantil de Tochtli, su protagonista, conocimos el interior de un palacio creado a partir del narcotráfico. Una mirada aparentemente inocente que permitió a los lectores adentrarse uno de los momentos más oscuros y violentos de la historia reciente del país.
Después de dos novelas en donde el autor se adentró en universos que podríamos definir como privados, secretos, como fueron Si viviéramos en un lugar normal y Te vendo un perro, Villalobos regresa a los temas más espinosos y oscuros del país en su más reciente novela, No voy a pedirle a nadie que me crea, con la que se hizo acreedor al prestigioso Premio Herralde de Novela de 2016. El humor negro que domina la novela nos transporta a una historia en donde el protagonista, llamado Juan Pablo como el autor, va a viajar a Barcelona a estudiar un doctorado en Literatura, pero se verá envuelto en una trama de blanqueo de capitales entre España y México, cooptado por una organización mafiosa mexicana, a la que ingresará gracias a las “buenas” labores de su primo Lorenzo.
La visión crítica de Villalobos le permitirá construir una novela en donde las distintas voces y perspectivas narrativas se entretejen a partir de las cartas, mails, los diarios de los protagonistas, que van fragmentando la visión de lo que ocurre en la novela. La risa y el humor negro, nos hace pensar que estamos ante una novela del absurdo, pero al final, la crítica y la visión descarnada de lo que ocurre en la sociedad mexicana se impondrá.
Villalobos no ahorra crítica al clasismo y al racismo de la sociedad mexicana, al arribismo de cierto sector de la sociedad, más preocupada por ascender y codearse con los ricos y famosos, es observado a través de los personajes del primo Lorenzo y de la madre de Juan Pablo, quienes por definición desprecian todo lo que tenga que ver con la cultura y con la literatura, que son los intereses reales del protagonista de la novela, quien por cierto, estaba interesado en escribir una tesis en la que se abordará el humor. Platicamos con el autor, avecindado desde hace varios años en Barcelona sobre el humor, sobre Barcelona y sobre las tragedias que parecen acumularse en nuestro país.
Javier Moro Hernández (JMH): ¿Cómo construir una novela a partir de la risa, de una risa corrosiva y destructiva? ¿Cómo construyes esta narrativa a partir de un humor que desmonta muchas de las paranoias y de los miedos y de los prejuicios que tenemos como mexicanos?
Juan Pablo Villalobos (JPV): El humor nace, en muchas ocasiones, de la decepción, el humorista o incluso una de sus figuras más radicales como puede ser el payaso, el clown, es un personaje profundamente decepcionado, en el caso de mis personajes yo diría que casi todos están profundamente decepcionados de la realidad política del país, y a partir de ahí tienen una mirada sarcástica, paródica, desmitificadora, de la problemática del país, digamos, por ponerle en un lenguaje popular, no tienen pelos en la lengua, pues trato de escribir siguiendo ese principio, es decir el de no censurarme a mí mismo, en este caso hablar de temas muy delicados, muy graves, con ese humor que puede interpretarse como negro, ácido o corrosivo, creo que eso puede ayudar a una reflexión en el contexto en el que nos encontramos respecto a lo que somos como sociedad, en dónde nos encontramos y hacia dónde vamos, creo que la gran virtud cuando logra su cometido es la de ponernos un espejo enfrente, porque muchas veces cuando reímos es que reconocemos que hay algo de verdad en lo que se está diciendo.
JMH: Tragicomedia, pero también elementos de la comedia de situaciones, pero también de la tradición de la picaresca. Pero también del absurdo y de Ibargüengoitia. Hay muchos humores en tu novela.
JPV: Esta es una novela en la que experimento con distintos tipos de humor, con distintas estrategias narrativas o mecanismos del humor, pero no solo, sino que la novela incluye su propia teoría, su propia reflexión sobre el humor y sobre los límites del humor, me gusta la alusión a la picaresca, porque ha sido una influencia muy importante, no solo en esta novela sino en toda mi obra, y creo que en este caso el personaje del primo es como nuestro pícaro contemporáneo, en este caso aquel que trata de conseguir la riqueza y la posición social a través de no necesariamente del trabajo o el esfuerzo sino del atajo, de la manera más sencilla, de estos proyectos verdaderamente faraónicos que solo suceden en su cabeza, y obviamente hay una tendencia en las tramas de mis novelas a la hipérbole, a la exageración, a imaginar lo más inverosímil posible, lo que las va llevando siempre a parecerse a la estética del absurdo. La relación con Ibargüengoitia, por supuesto que yo nunca la he escondido y siempre habló de él como una de mis grandes influencias, es uno de los autores que yo más leí desde la adolescencia y que tiene que ver también con esa mirada irreverente, desprejuiciada sobre la realidad nacional, entonces digamos que he tratado de poner a funcionar todos estos elementos en la novela y también una de las estrategias más socorridas del humor, por llamarlo así, tiene que ver con el poner a funcionar dos tipos de lenguaje, dos tipos de personajes, dos códigos muy distintos en un mismo plano, es decir, poner a funcionar juntos al académico, al profesor, al aspirante de escritor con los criminales, con los matones, el poner ese lenguaje de las universidades críptico, lleno de teoría, al mismo nivel que el lenguaje que se habla en la calle, el lenguaje de los criminales, esto es una estrategia que funciona para generar efectos cómicos, la convivencia de lo solemne con lo vulgar, la convivencia de lo grave con lo ridículo, que es algo que hace muy bien Tarantino en sus películas, en donde vemos que de pronto hay dos personajes que de repente parecen mantener una conversación súper profunda, súper teórica, pero el tema de la conversación son las hamburguesas del McDonald’s, por ejemplo.
JMH: ¿Qué significa un escritor como Ibargüengoitia para el presente de este país?
JPV: Creo que la aportación de Ibargüengoitia que perdura y que varios escritores seguimos reivindicando hoy en día tiene que ver, por un lado, por desmitificar la historia nacional, Ibargüengoitia escribió estas dos magníficas novelas, Los pasos de López y Los Relámpagos de Agosto, desmitificando por una parte nuestra Independencia y la Revolución, y fue de hecho el primer escritor que empezó a poner esa mirada paródica en la Revolución mexicana, por ejemplo, ese desenfado con el que escribía sobre la historia de México me parece que viene de cómo él dijo en algunos de sus textos de la comprobación de su propio fracaso pero también de la desilusión de lo que es el país, entonces él parte de allí para escribir estos libros sarcásticos y paródicos, que nos retratan y nos siguen retratando hasta hoy en día. Hay una frase de él, que a mí me gusta muchísimo, que puede servir como resumen de lo que significa toda su obra y también de lo que seguimos haciendo varios autores, que dice: “Cualquier parecido con la realidad no es coincidencia sino una vergüenza nacional”. Esto me parece que está muy presente en la obra de Ibargüengoitia y en la obra de escritores nacionales que lo reivindicamos, esa mirada crítica sobre la realidad nacional, y de Ibargüengoitia también se puede rescatar la crítica moral a la clase media mexicana, esa mirada desde el provincialismo, que a mí me interesa mucho porque yo también soy de un pueblo, Ibargüengoitia era de Guanajuato y yo soy de Lagos de Moreno, más o menos de la misma región, esa mirada provinciana a la barbarie de las grandes ciudades, la barbarie de lo que está sucediendo en la historia, es una crítica las costumbres y al final lo que hay en Ibargüengoitia es un poco contemplación o condescendencia con sus propios personajes, a los que él exhibe completamente ridículos, personajes que son el retrato de los tipos, de los estereotipos y de los clichés que abundan en nuestra sociedad, el burócrata, el profesor, el político, el empresario, y los mira sin condescendencia, los retrata de una manera brutal, los retrata en pocos trazos de una manera que los retrata en toda su ridiculez, los retrata con todo su oropel, con todo su poder y los vuelve personajes completamente vulnerables. Además, hay una cosa que hace muy interesante a Ibargüengoitia, que es la caricatura o la exageración de estos personajes se vuelven un manual de tipos mexicanos.
JMH: ¿Crees que los mexicanos nos estamos acostumbrando a esas zonas silenciosas, a esos personajes oscuros que parecen regir (desde lo lejos) nuestra vida? ¿Esas zonas en donde las palabras cambian su significado y ya no se dicen en voz alta?
JPV: No estoy tan seguro de que la sociedad mexicana está optando por el silencio como respuesta ante la barbarie de lo que está sucediendo, me parece que estamos en una fase anterior, quizás, que es la de la indiferencia, estamos como acostumbrándonos a esa realidad, como asumiendo que eso es ya la normalidad del país, lo cual es peligrosísimo, porque es un paso previo justo al silencio, a la autocensura, a la aceptación de que más vale no hacer cosas extrañas, de que más vale no hacer ese viaje, no meterse en esa parte de la ciudad, no relacionarse con ese tipo de personas sino se tiene seguridad, todas esas decisiones que van gobernando nuestras vidas cuando entramos en un estado de total paranoia y que asumimos a la defensiva de que no podemos regir nuestra vida de manera libre y de que tenemos que tener un máximo cuidado, y creo que eso es a lo que estamos llegando, yo hace mucho tiempo que no vivo en México, entonces también me siento incomodo opinando sobre esto, pero al menos desde fuera y siguiendo las noticias y siguiendo un poco el clima y hablando con los amigos y con la familia, esa es la impresión que me da.
JMH: Barcelona se convierte en esta novela en el epicentro. Pero es un escenario en donde se cruzan personajes de distintas regiones, de distintos mundos, pero también con diferentes intenciones, desde Juan Pablo y Valentina hasta el licenciado, desde los bajos fondos de la ciudad hasta la alta política y por supuesto una economía boyante que parece esconder un mercado negro de divisas.
JPV: En realidad yo podría decirte que esta es una novela trasnacional, como le llamo yo, aunque suena a farmacéutica, pero es una novela con la que intentó traspasar los límites de la literatura estrictamente nacional, pero en realidad responde a una cuestión muy personal, que es el hecho de que yo llevo mucho años viviendo fuera de México y quería escribir una literatura más acorde con mi realidad personal, es decir yo soy un mexicano expatriado hace muchos años, que vive en Barcelona, que tiene dos hijos que son medios brasileños, medio mexicanos, medio catalanes, entonces yo quería combinar todo esto en una novela, digamos que la trama que encontré como solución para integrar mi pasado, México, con mi presente que es Cataluña, fue justamente o tristemente una trama crimina, me imagine una trama de blanqueo de capitales, lo cual no es nada descabellada y muy posible, una trama entre México y España, y claro para esto combiné algunas cuestiones autobiográficas como es la manera en la que vine a vivir a Barcelona, a estudiar un doctorado, el interés que tengo por ciertos temas como el humor, precisamente, y también cómo algunos personajes que se mencionan en la novela, como los sujetos de estudio que se mencionan en la novela, como Fray Servando Teresa de Mier, Ibargüengoitia, Bolaño, etc. Que son referentes personales importantes. Entonces esta mezcla de lo mexicano y lo catalán, una mezcla también de mis influencias literarias, de mis distintas tradiciones literarias, porque por una parte tengo la tradición literaria mexicana, por otra parte tengo la tradición catalana en particular, porque en el origen de la novela fue muy importante la lectura de un escritor catalán que vivió muchos años exiliado en México que se llama Pere Calders, que escribió dos libros sobre México en catalán y que yo reivindicó que deberían formar parte de la historia literaria mexicana, incluso uno de ellos, un libro de cuentos que se llama Aquí descansa Nevares tiene algunos cuentos que al ser traducidos al español de verdad pareciera que fueron escritos por el mismo Ibargüengoitia.
JMH: Tal pareciera que la madre y el primo de Juan Pablo guardan más relación de la que podría pensar entre ellos: prejuicios contra la literatura, ansiedad por ser reconocido por la burguesía, por ascender en la escala social.
JPV: De hecho, la madre y el primo de Juan Pablo comparten todo un mismo sistema de prejuicios, que son los de la clase media arribista mexicana, ese desprecio por el pobre, que yo creo que encubre muchas veces, un terror a la pobreza, pues con tanta precariedad y tanta inestabilidad que hay en la economía mexicana, ese desprecio por el pobre nos habla de un terror por caer ahí, obviamente el arribismo, esa ansia por pertenecer a la clase alta, e incluso si me apuras, a la aristocracia casi, ese reflejo de querer verse siempre entre los más ricos y los más poderosos, y luego también un racismo brutal y un clasismo que se manifiesta a través del lenguaje cotidianamente en México, las palabras como “naco”, “prieto”, todos estos vocablos que utilizamos con bastante frecuencia en nuestro país y que están haciendo explícito ese sistema de prejuicios raciales, entonces claro, la madre y el primo comparten todo este sistema y para mí más que personajes, son tonos narrativos, voces, por eso es que elegí que su participación en la trama de la novela fuera a través de cartas, en el caso del primo, y en el caso de la madre a través de mails, que es en donde creía yo que podrían dejar patente toda su carácter grotesco, ridículo.
No voy a pedirle a nadie que me crea
XXXIV Premio Herralde de Novela
“No voy a pedirle a nadie que me crea”, nos advierten con frecuencia los distintos narradores y personajes de esta historia, en la que lo corriente se transforma en un delirio sin que uno sepa muy bien cómo, en la que lo raro acaba siendo normal y en la que no podemos hacer otra cosa que reírnos, porque todo es hilarante, cotidiano y surrealista a la vez, como la vida misma.
Todo empieza con un primo que ya de chico apuntaba maneras de estafador, y que ahora mete al protagonista -un mexicano que viaja a Barcelona acompañado de su novia para estudiar literatura, y que además se llama como el autor de la novela- en un lío monumental: un “negocio de alto nivel” que convierte su estancia en la ciudad en una especie de novela negra de humor también negro, una de esas que a él le gustaría escribir.
Por estas páginas desfila una variopinta fauna de personajes impagables: mafiosos peligrosísimos -el licenciado, el Chucky, el chino-; una novia que se llama Valentina y que lee Los detectives salvajes y está al borde de la indigencia y no se entera de nada; una chica llamada Laia cuyo padre es un político corrupto de un partido nacionalista de derechas; un okupa italiano que se ha quedado sin perro; un pakistaní que simula vender cerveza para no levantar sospechas… Y para complicarlo todo un poco más aparece una segunda Laia, que es mossa d’esquadra y pelirroja; una perra que se llama Viridiana; una niña que recita versos de Alejandra Pizarnik y hasta la propia madre del protagonista, melodramática, orgullosa y chantajista como en una buena telenovela mexicana.
Juan Pablo Villalobos escribe como actuaba Buster Keaton: te arranca la carcajada manteniéndose impávido, sin mover un músculo. En sus anteriores novelas ya había ido construyendo un mundo propio con personajes entrañables y excéntricos a los que les sucedían cosas extrañas y divertidísimas. Y ésta lo consagra como un escritor imprescindible. En ella, y a través de la odisea de un hombre normal que se ve envuelto en peripecias de lo más rocambolescas, nos habla de la realidad y la ficción, o sea de la importancia de la literatura en nuestras vidas, y del papel fundamental del humor.