En Baja California existen unas boticas que ofrecen medicina de patente, homeopática, natural y espiritual. El cliente cuenta entonces con una gran variedad de remedios por elegir. Si confía en la medicina, conseguirá cápsulas, pastillas y soluciones de los laboratorios más prestigiados; si, por otro lado, cree en el efecto curativo de las bolitas de azúcar, podrá comprar chochos. Mejor aún, si lo suyo es la convivencia con la naturaleza y la sanación mediante lo que la tierra nos da, podrá adquirir hierbas para infusiones, extractos de cuanta raíz existe y aceites obtenidos a partir de toda clase de animales. En caso de que ninguna de estas tres opciones de curación corporal lo convenzan, la botica ofrece al paciente estampitas de una contundente variedad de santos, así como oraciones efectivísimas para aliviar todo padecimiento, desde las hemorroides hasta el cáncer. No falta quien, para no arriesgarse, agarra parejo y pide aspirina, chocho, chiquiadores y su estampita con oración a san Dionisio de París -por cierto, San Dionisio murió decapitado y, macabramente, resulta que los mártires decapitados son los buenazos para combatir el dolor de cabeza-.
A inicios de 2016, el rapero Bobby Ray Simmons Jr. se tomó una fotografía en cuyo fondo, a la distancia, se observan dos pueblos. Bobby -o B.o.b.- tuiteó la fotografía y agregó un comentario con el que pretendía demostrar que la Tierra es plana: afirmaba que la distancia entre los pueblos retratados era de 25 kilómetros y que, sin embargo, no se percibía ninguna curvatura. “Por favor, explíquenme eso”, agregó al final de su brillante tuit. Un año y medio después, el armador de los Cavaliers de Cleveland, Kyrie Irving, se sumó a las legiones de personas que afirman que la Tierra es plana. Ante la ola de críticas que recibió, Irving se defendió diciendo que “Está bien pensar algo que, supongo, la mayoría no pensaría […] Está bien tener tus propias ideas”.
Los astros Bobby Ray Simmons Jr. y Kyrie Irving difícilmente son opciones confiables para obtener iluminación astronómica. Sin embargo, su popularidad los ha dotado de cierta capacidad de influencia. Por ello, el astrofísico Neil deGrasse Tyson se tomó la molestia de responder a las afirmaciones de ambos. Con B.o.b. el asunto terminó por convertirse en un duelo de canciones, al más puro estilo Negrete contra Infante, Cantinflas contra el Charrito Gacho o Chespirito contra Rubén. Por supuesto, los irresistibles argumentos del físico se toparon con el orgullo inamovible del músico. Al poco tiempo de haber sido instruido por deGrasse, B.o.b. fue aceptado como miembro de la Sociedad de la Tierra Plana -sí, eso existe-. Con Irving la cosa no fue distinta, Neil deGrasse se mostró respetuoso del derecho del deportista de creer lo que se le viniera en gana: “Si quiere pensar que la Tierra es plana, que lo haga, mientras se mantenga jugando basketball y no se convierta en director de ninguna agencia espacial. Mi argumento es, si tienes ciertas limitaciones para entender el mundo natural, manténte alejado de trabajos que requieran eso”. Irving simplemente llegó a la conclusión de que era divertido que antes del juego de estrellas, que para él era lo importante, el tema fuera la redondez o planitud de la Tierra.
En más ocasiones de las que deberían ser necesarias se ha denunciado la falta de sustento científico de la homeopatía. De tiempo en tiempo, grupos de investigadores se dan a la tarea de revisar artículos sobre investigaciones acerca de la efectividad de los tratamientos homeopáticos. El golpe más reciente a la credibilidad de esta seudociencia fue asestado por el Consejo Nacional Australiano de Salud e Investigación Médica. Un análisis de más poco más de mil ochocientos artículos arrojó una conclusión que ha sido arrojada hasta el cansancio, año tras año, en Estados Unidos, Europa, Japón: no existe evidencia creíble de que la homeopatía sirva para tratar problemas de salud. Su efectividad es la misma de cualquier placebo.
Tres niños murieron. En Bélgica, los padres de un pequeño de siete meses optaron por diagnosticar ellos mismos a su hijo y determinaron que era alérgico a la lactosa e intolerante al gluten; también consideraron que siendo ellos dueños de una tienda de alimentación alternativa, no existía mejor tratamiento que el que ellos pudieran darle. Así que lo alimentaron a base de leches de quinoa, avena, arroz y trigo. Incluso cuando el bebé presentaba severos problemas para respirar al final de su vida, sus papás evitaron llevarlo al doctor. Por supuesto, cuando la gravedad fue innegable lo llevaron con un homeópata, que ante la situación les dijo que fueran urgentemente a un hospital -médico, claro está-. El pequeño falleció, sus órganos se habían encogido a la mitad y no tenían grasa. En su pañal, los doctores encontraron una estampita para rezar. En Italia, una pareja trató la infección de oído de su hijo de siete años exlcusivamente con homeopatía. La infección le ocasionó daño cerebral. Los papás sólo lo llevaron al hospital cuando perdió el conocimiento -y después de dos semanas de que la fiebre no había bajado-. El niño cayó en coma y finalmente murió. En Japón, una guerra de declaraciones entre médicos y homeópatas se desató luego de que a una niña que padecía deficiencia de vitamina K le fueran administrados chochos y no… vitamina K. La niña murió. El presidente del Consejo de Ciencia de Japón calificó a la homeopatía de “ignorancia de la ciencia” y solicitó, junto con las asociaciones médicas más importantes de su país, a los profesionales de la salud a que evitaran usarla.
Las modas son ahora mundiales. Lo de hoy es ignorar y negar que se ignora. Lo de hoy es enarbolar la bandera de la opinión y quemar la del conocimiento. Combatir las vacunas, negar el alunizaje, presumir que no se entienden las matemáticas, encumbrar el creacionismo, asombrarse de que haya quien todavía lee libros, burlarse de la redondez del planeta, ir con el brujo, son todas formas del gran logro de nuestro tiempo: la opinión vale más que la verdad.
Neil deGrasse comentó, en respuesta a los argumentos de B.o.b.: “pequeños tramos de superficies curvas muy grandes siempre le parecerán planas a las pequeñas criaturas que gatean sobre ellas”. Confío en que san Dionisio nos devuelva la cabeza y algún día no muy lejano decidamos ponernos nuevamente de pie.
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