A fin de mantener vivo el legado del escritor Carlos Monsiváis (Ciudad de México, 4 de mayo de 1938 – 19 de junio de 2010), en la Ciudad de México se realizó actividades en el homenaje que, titulado ¡Por mi madre, bohemios!
Beatriz Sánchez Monsiváis, a nombre de la familia del reconocido escritor, celebró la realización de este homenaje con el cual “se sigue difundiendo la obra de Carlos, a través de lecturas que permiten conocer más del pensamiento y la cultura de Monsiváis”. Fueron leídos distintos fragmentos de sus obras más emblemáticas como Los rituales del caos, Amor perdido a 50 años de su publicación y Nuevo catecismo para indios remisos.
Los asistentes tenían a su disposición parte del acervo de la amplia obra del afamado escritor, entre los que se encontraban títulos como Apocalipstick, Aires de familia, Las esencias viajeras, Entrada libre y a Ustedes les consta.
Es en Nuevo catecismo para indios remisos, publicado por primera vez en 1982, donde el ensayista realizó su única obra de ficción narrativa. Los cuentos muestran el humor paródico que lo caracterizaban, en una estrecha relación con fábulas donde los protagonistas son ángeles, vírgenes y los más de cincuenta relatos se ubican en la época novohispana y en distintos tiempos históricos; de ahí se desprende este texto:
Parábola de la virgen provinciana y la virgen cosmopolita
Carlos Monsiváis
Una virgen provinciana viajó a la gran ciudad a despedirse de su proveedor anual de obras pías que creía tener una leve enfermedad. Mientras lo buscaba, una virgen cosmopolita se desconcertó ante su aspecto conventual y misericordioso. “¿Tú qué sabes hacer?”, le preguntó con arrogancia. Tímida, la provinciana contestó: “Nunca tengo malos pensamientos, y sé hacer el bien, y me gusta consolar enfermos y…” La cosmopolita la miró de arriba abajo: “¿Y en cuántos idiomas te comunicas con los ángeles?” Reinó un silencio consternado. Animada por el éxito, prosiguió la feroz inquisidora: “¿Puedes resumirme tu idea del pecado en un aforismo brillante?” Tampoco hubo respuesta. Exaltada, segura de su mundano conocimiento de lo divino, gritó la virgen cosmopolita: “¡Que me parta un rayo si ésta no es la criatura más dejada de la mano de Dios que he conocido!” Se oyó un estruendo demoledor y a su término la virgen cosmopolita yacía en el suelo, partida literal y exactamente en seis porciones. Con un rezo entre dientes, la virgen provinciana se despidió con amabilidad de los restos simétricos, prometiéndose nunca desafiar, ni por broma, a cielo alguno.