Corríjanme si me equivoco, tenemos la tranquilidad de la corrección puesto cientos de cámaras grabaron al presidente y sus comentarios exactos, precisos, y fueron compartidos en redes sociales; pero el imperatur chismosum de nuestra nación pidió a todos los mexicanos del mundo que se comuniquen mesuradamente y que si se portan bien no tendrán por qué temer al todopoderoso ojo del gran enemigo invisible de nuestra nación. El hacker de Getty Images. El encapuchado Pu pi Pu Pu pi Pu que sale en todas las películas aporreando el teclado. La sombra es el oponente, sus métodos rastreros y ocultos serán las pesadillas de nuestros niños. Ajá, gobierno, cómo nos cuidas.
Dice el señor que conversaciones de él se han filtrado y se seguirán filtrando (por los siglos de los siglos). Comentario personal: ojalá no, ojalá la memoria se borre ya cuando se largue de los Pinos. Para nuestra tranquilidad, gracias al cielo no sólo se filtraron sus conversaciones taradas pero también sabemos ciertos pormenores de su vida como el plagio de la tesis y las casas blancas de regalo. Cosas que no son tan graves cuando se pertenece a la clase política. Discúlpenme, pero si yo estuviera en su situación y nuestra vida estuviera en los mismos puntos (es decir, yo fuera guapo, político y mi esposa fuera una actriz sabrosa de telenovelas que escapó de las garras del sabadazo), yo también contrataría servicios que garanticen la conservaduría de mi imagen, por ejemplo, saber quién es el pinche hablador.
Sin embargo, en nuestra vida de mexicanos, como no estamos realmente involucrados en las terribles y altas esferas del poder, siempre se hablará de esto como suposiciones, nadie nos debe la verdad, los taxistas y los profesores tenderán a ficcionar mientras esperan al siguiente grupo o al siguiente pasaje y mientras comparten sus teorías conspiratorias, el mexicano promedio nunca sabrá la verdad, pues el político, gracias a la simbiosis procurada con sus mecanismos corruptos, complejos y enrevesados, puede darse el lujo de soltar tremendos lagrimones como: “saquen las pruebas; nuestro gran sistema jurídico prenderá los hornos, se moverán las máquinas y se hará la justicia”. Trash metal de Naucalpan. La justicia mexicana es el mago de Oz.
La relación del mexicano luchón, del político y el guerrillero con el espionaje tiene décadas. No es necesario ser un historiador para darse cuenta de que el rumor y la traición han movido a este país desde sus orígenes. Hemos leído en los libros de historia que siempre hay un hablador, cuyo nombre no es registrado y que ya dio el pitazo a las autoridades para deshacer la próxima revolución o la reunión de caballeros lujurioso en el 41, dependiendo que se le antoje a la próxima película del neonuevo cine mexicano. Los insurgentes siempre están huyendo, no sólo en la historia pero también en nuestra ficción más íntima, más vieja; regimientos enteros de campesinos, soldados cansados, atraviesan sierras, bosques y desiertos porque algo oyeron y sufren a perpetuidad, hambrientos y sedientos, dos temores: que los recuerden y estaquen sus cabezas, o que los olviden y sea otra la guerra. Porque parece mentira la verdad nunca se sabe.
Creo justo preguntarse: ¿quién está buscando acceder a la vida de los periodistas, sus allegados, sus familiares y ciertas figuras? ¿Quién está leyendo toda esa información? ¿Quién está mirando todas esas fotos lujuriosas, esas conversaciones cachondas y quién cuenta los pokémones que tiene cada quién? ¿Quién tiene un Giratina? ¿Y además de eso, qué se informa y para quién? ¿Cuál es el juego de recabar tantos datos que no llevan a nada? No me parecería extraño que estas herramientas descubrieran a los Duarte, a Yarrington, a Borge y cuantos más gobernadores sonrientes y pillos andan por ahí, desnudos y libres en sus cabezas, mientras en la realidad sienten el doloroso y villano peso de los robados millones. Supongo que también los tenían vigilados, ¿por qué esperó el gobierno hasta lo inevitable? Tiene unas herramientas guapísimas para evitar las desgracias, pero… ah, claro que lo sabemos.
Respiro profundo, concedo una cosa: si el presidente tuviera un mínimo de vergüenza y conociera mejor las herramientas que está utilizando para espiar a sus ciudadanos, no daría advertencias morales, peligrosamente dictatoriales, que parecen bien intencionadas. Es el gobierno, mae, es el gobierno. También pareciera que el mundo no nos conoce y lo que es noticia para ellos para nosotros siempre ha sido un rumor, un cuento de hadas o un cuento moral. El mundo tiene fe de que somos una democracia, medio tontitos pero ahí van. Ignoran que siempre hemos tenido “orejas” y desde que tengo memoria, la gente susurra los alcances del Cisen como se habla de Baba Yaga; el extranjero no sabe que siempre hemos desconfiado de los voceros y los meseros que se acercan demasiado a nuestra mesa cuando la conversación toma tintes políticos o nacionales. Mi abuela se negaba a platicar de política con los taxistas y también me dio advertencias: no hables de eso con los maestros. En cada hijo un paranoico te dio. No hay que olvidarlo: la consigna, siempre, será enfrentarnos a los unos con los otros.