Memoria de espejos rotos / La Tómbola democrática - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

 

La vida es una tómbola, tom tom, tómbola,

de luz y de color.

Y todos en la tómbola, tom tom, tómbola,

Encuentran un amor

¡Tómbola!

Tómbola, Antonio Guijarro Campoy – Augusto Algueró

 


La realidad tiene extrañas maneras de manifestarse. Luego de unos 25 años de vida “más o menos” democrática, vemos el estrepitoso fracaso implícito en nuestro modo de convivir políticamente. En los procesos electorales, vemos que todavía no hay una entera fiabilidad institucional. El resultado electoral en Coahuila es muestra de ello; una presentación de resultados desaseada, incierta, que da pie a riesgos de gobernabilidad importantes. Pero no sólo hay falta de fiabilidad institucional en los resultados electorales; también en los procesos: todo el curso (desde las campañas hasta la jornada) en el Estado de México fue una clara muestra del uso de una maquinaria electoral entre dos versiones del PRI que puede ser (y será) impugnada. Amén de lo anterior, vemos que quienes pudiesen prosperar son las fuerzas políticas que han sabido aliarse, en privilegio del pragmatismo y en detrimento de la ideología. PAN y PRD han mostrado el músculo que les da la posibilidad de ser el “fiel de la balanza” para la elección presidencial de 2018; claro, si cada uno de estos partidos sabe sobrevivir a su canibalismo intestino. Como fuese, 25 años de democracia no arrojan resultados halagüeños.

Conviene ver el fenómeno por partes. El PRI no está muerto, aunque sí agonizante. Coahuila y el EdoMex pueden ser los clavos del ataúd, y -de hecho- Veracruz y Nayarit ya lo son (en Veracruz, previsiblemente, no pudieron reponerse de la bomba Javidú). Aún y cuando el PRI pueda retener en tribunales la gubernatura del EdoMex, no hay que quitar la vista de que se desplomó en un 50% de las preferencias electorales en el histórico, ahí en su mayor bastión electoral. El Estado de México no es una victoria para el PRI, aunque conserven el ejecutivo estatal; es una derrota escandalosa, y hay que querer estar muy ciego para no verla. Por otro lado, Morenamlo sube sus bonos consecuentemente con el hartazgo social anti PRI. Sin embargo, la soberbia de AMLO bien puede haberle costado la gubernatura del Estado de México, ya que su incapacidad para construir alianza con el PRD puso a su candidata en un resultado de empate técnico, con tendencia desfavorable, que pelearán a garras y dientes en tribunales. En el resto de las entidades en contienda, el crecimiento de Morena es notable, pero no lo suficiente para echar campanas al vuelo. Mal harían en el partido del caudillo si se entregan otra vez a la soberbia. Por parte de la coalición PAN-PRD (que -se ha anunciado- mantendrá su alianza para 2018), su fortaleza estriba en presentar una opción intermedia entre el repudiado PRI y el recelo contra AMLO; su oportunidad está en construir una candidatura de un perfil ciudadano no identificado necesariamente con ninguno de los dos partidos aliados, que pueda articular las punzantes demandas y urgencias sociales en una plataforma electoral verosímil; su debilidad es el fuego amigo -que puede dar al traste con todo-; y su amenaza es la candidatura del PRI, ya que con un perfil “atractivo” en el tricolor, la alianza puede quedar fácilmente como tercer lugar.

Sobre el perfil de las candidaturas, nada está dicho aún (claro, salvo en el caso del caudillo Morenamlo), por lo que pueden ocurrir cosas interesantes. El PRI fomenta la imagen de Osorio Chong, de Meade, de Nuño, hasta de Ochoa Reza, e incluso hace meses tiró la especie de que Narro era candidateable. Salvo este último, ninguno de los anteriores está para dar una pelea digna. De cuajar la coalición PAN-PRD, lo mejor que podrían hacer sería invitar a un candidato externo, de estos llamados “ciudadanos”, que pueda ser emblema social y sea capaz de abanderar un movimiento que haga efectiva contienda con posibilidades reales de ganar la elección ¿los perfiles? Desde Álvarez Icaza hasta Juan Ramón de la Fuente, pasando por Denise Dresser, Jorge G. Castañeda, o cualquier otro capaz de capitalizar y articular un proyecto alternativo. Esto supone una decisión difícil, sobre todo para el PAN (el PRD tiene mucho menos que perder), ya que en Acción Nacional es mucho el dinero y el empeño que sus precandidatos le han invertido ya; sin embargo deben ser conscientes de que en realidad las posibilidades de triunfo para un proyecto encabezado por Anaya, Zavala, o hasta por Moreno Valle (sin risas, por favor) tiene escasas posibilidades de triunfo. Y si no cuaja la coalición PAN-PRD, básicamente ambos partidos -junto al PRI- pelearían el nada honroso tercer lugar electoral.

25 años de democracia moderna en México no han servido para mucho. Tuvimos alternancia, sí; pero eso es distinto a tener democracia plena, a tener electorados maduros. Nosotros mismos hemos consentido el avance de la partidocracia (en el más peyorativo de sus términos) y hemos solapado el alejamiento de las actuales instituciones electorales respecto de aquellas de la generación de José Woldenberg. Por cierto, Pepe Woldenberg sería un excelente perfil ciudadano y apartidista para integrar un proyecto alternativo que nos dé mejores opciones, y no las paupérrimas que tenemos: un PRI que ha probado no funcionar, un AMLO mesiánico e intolerante a la crítica, un PAN que no deja de canibalizarse a sí mismo, y un PRD que cada vez representa menos a la izquierda nacional. Quedan pocos meses para la definición de los perfiles, y no se ve a muchos tomándose en serio esto.

 

 

[email protected] | @_alan_santacruz | /alan.santacruz.9


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