Dicen que lo que no se mide no se puede evaluar y lo que no se evalúa no se puede mejorar. Por ello, los indicadores son instrumentos importantes de gestión y rendición de cuentas para los gobiernos locales. Proporcionan una manera de establecer líneas base, objetivos y metas y monitorear el progreso hacia ellos. Pueden informar la toma de decisiones, evaluar los impactos de las políticas públicas e inversiones y comunicar ideas a diversos públicos.
Sin embargo, el uso de los indicadores para orientar las decisiones de gobierno y el gasto público se ha pervertido tanto que se cree que satisfacer el indicador es haber resuelto el problema de fondo. No es así. Al contrario: este enfoque crea incentivos para concentrarse en las cosas que más impacten los indicadores aunque no sean las más importantes. Es decir, se pierde de vista que el principal propósito de las políticas públicas no es palomear acciones de una lista sino generar efectos positivos en la calidad de vida de las personas.
En Aguascalientes, el gobierno municipal parece tentado a caer en ese error. Así lo refleja el Plan de Desarrollo Municipal 2017 a través de cientos de indicadores que supuestamente evaluarán el progreso del municipio hacia una ciudad “más humana, ordenada, inteligente e innovadora”. Por ejemplo, el municipio pretende crear dos orquestas y dos coros juveniles; publicar 18 libros que promuevan el talento local y nacional; realizar tres festejos por el Aniversario de la fundación de la Ciudad de Aguascalientes; embellecer 240 espacios urbanos; atender 1,800 áreas verdes: construir 30 plazas, jardines o parques públicos; rehabilitar y remodelar 30 fachadas; construir 1,100 paraderos de transporte público seguros; realizar 21 campañas de comunicación; otorgar 9 premios de literatura; construir 5 kilómetros de ciclovías; entre muchos más. ¿Y? Más allá de la cantidad ¿qué se pretende lograr a partir de dichas acciones?
El principal problema con este tipo de indicadores es que se limitan únicamente a medir la cantidad producida. Un ejemplo: la meta del municipio no debería ser construir 5 kilómetros de ciclovías per se sino generar ciertos impactos a partir de dicha acción, como reducir los tiempos de traslado para cierta población objetivo o el uso del automóvil o los niveles de obesidad o disminuir los niveles de contaminación. Otro ejemplo: ¿cuál es el resultado esperado de crear dos orquestas y dos coros juveniles? ¿Crearlos y ya? O bien, ¿qué se busca lograr al realizar tres festejos por el aniversario de la ciudad? ¿Cuál sería el impacto tangible y medible? Los cientos de indicadores definidos en el Plan de Desarrollo Municipal 2017 no permiten conocer realmente cuáles son los resultados que el gobierno municipal pretende lograr. Contar con esta información permitirá evaluar el desempeño de las políticas y con ello saber qué tan eficientemente se están ejerciendo los recursos públicos. De buenas intenciones, dice el refrán, está pavimentado el camino del infierno.
En Aguascalientes, deberíamos avanzar hacia un nuevo sistema de medición del desempeño de las políticas, programas y acciones, es decir, de los resultados e impactos que se generan. Para ello, deberíamos evaluar la eficiencia y eficacia de las acciones de gobierno. La eficiencia, por ejemplo, se puede medir en términos de los costos y recursos necesarios para proveer un bien o servicio, como un kilómetro de ciclovía. La eficacia puede ser medida por el grado en que dicha acción alcanza sus objetivos, como reducir el uso del automóvil en la ciudad o disminuir los niveles de contaminación.
Para poner en práctica un sistema de evaluación de este tipo, se requeriría información del desempeño pasado y futuro. La información del desempeño pasado sería clave para establecer promesas más informadas sobre los resultados esperados, mientras que la información obtenida una vez finalizado el programa serviría para evaluar los resultados y analizar los factores clave que pudieron haber influenciado parte del proceso de implementación de la acción. Un sistema de evaluación del desempeño de este tipo ayudaría a informar de mejor manera las decisiones de gobierno y a orientar y ejercer los recursos públicos de manera más eficiente.
No hay duda de que los indicadores pueden ser una herramienta útil para gobernar las ciudades más eficazmente, pero deben ser utilizados con inteligencia y rigor. No deben usarse para medir de manera simplista y a modo la cantidad de acciones realizadas por un gobierno sino el efecto obtenido a partir de dichas acciones. Los encargados de formular políticas, programas y acciones deben ser conscientes de ello y velar porque las cosas difíciles o imposibles de medir, sobre todo aquellas de carácter cualitativo, no queden excluidas de las decisiones de gobierno y gasto público. Solo así se podrá invertir de mejor manera para verdaderamente mejorar la calidad de vida de la ciudad.
Referencias:
fernando.granados@alumni.harvard.edu
@fgranadosfranco