El dibujo no necesita una justificación literaria para tener valor
Isol
Los libros ilustrados no son sólo para niños. Uno de los problemas actuales de la Literatura Infantil y Juvenil es su clasificación, por un lado están los que creen que los niños son tontos y por lo tanto no hay necesidad de crear historias complejas para ellos; por el otro, tenemos a los que defienden los libros infantiles como una parte posterior de su niñez, lo cierto es que, si lo que leemos nos gusta y nos hace sentirnos identificados con la historia, estamos en el lugar correcto, sea cual sea su lugar en el catálogo literario.
Los libros ilustrados fueron pensados para niños como una manera amable de explicarles el mundo y obviamente como una forma de educarlos, después evolucionaron y se convirtieron en pequeñas obras de arte que hay que admirar, disfrutar y hojear con cuidado, observando y analizando cada una de las ilustraciones. El libro álbum ilustrado puede entenderse como un libro con poco texto acompañado de ilustraciones, en ellos predomina la imagen y en la mayoría de las ocasiones el texto es escaso. Teresa Colomer, especialista en Literatura Infantil y profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, dice que en los álbumes, tanto las palabras como las imágenes pueden tener muchas funciones: contar, subrayar, desmentir, caracterizar, imprimir un tono, crear una atmósfera o insertar un punto de vista nuevo en la narración. Y todo esto se logra gracias a la información plasmada en la ilustración, el texto y la imagen se complementan con el único fin de dar sentido a la historia.
Diversos estudios del libro álbum ilustrado remontan su origen a Orbis pictus u Orbis sensualium pictus o El mundo en imágenes, escrito e ilustrado por Amos Comenio en 1658.
Era una especie de enciclopedia para niños en la que se trataban temas de biología, naturaleza, religión, etc., y su función era explicar el texto. A este libro le siguieron otros clásicos como La casa que Jack construyó en 1878, La Historia de Babar el elefantito de Jean Brunhoff en 1931, Pequeño Azul y pequeño Amarillo de Leo Lionni en 1959, Los pequeños macabros de Edward Gorey en 1963, hasta llegar a los contemporáneos como el italiano Roberto Inoccenti, el japonés Satoshi Kitamura y el inglés Anthony Browne.
Cuando digo que los álbum ilustrados son obras de arte es porque no sólo se trata de los dibujos o gráficos, ni necesitan de las palabras para entender la historia, es importante estar consciente de que la lectura de un libro álbum requiere de una atención especial, cada elemento cuenta y comunica. En la lectura de un álbum ilustrado hay que poner cuidado en elementos comunes como: la portada, contraportada, guardas y el formato (vertical, horizontal, cuadrado, etc.). Elementos del diseño gráfico: la doble página y la tipografía también forma parte de la ilustración y funcionan como entonación que en conjunto con los colores y matices llegan a transmitirnos la tristeza o incertidumbre de los personajes.
La producción de álbumes ilustrados no es exclusiva de la Literatura Infantil y Juvenil, por ejemplo La Migala (2013) de Juan José Arreola, ilustrado por Gabriel Pacheco. El artista mexicano toma los elementos de la historia y partir de ahí comienza la creación de ilustraciones, lo cual es complejo pues Pacheco crea una historia nueva, pero con la tarea de conservar la narrativa de Arreola.
En 2015 cuando fue nominado al premio Hans Christian Andersen, Gabriel Pacheco decía en una entrevista que él ilustra para “un buen lector y los pequeños son grandes lectores una cosa es que no entiendan todo, pero eso no es un problema, porque lo perciben y perciben demasiado”. Sus ilustraciones suelen ser sombrías, en tonos grises y con figuras humanas muy alargadas, a primera vista podríamos pensar que no son las imágenes ideales para los niños, que creemos viven en una burbuja rosa, pero el ilustrador deja de lado estos prejuicios.
Los álbum ilustrados son parte primordial para entender la Literatura Infantil y Juvenil, la forma de contar historias se desarrolla paulatinamente, tanto las historias como las ilustraciones van a la par, vemos libros más arriesgados en su temática, en donde se busca la confrontación de los sentimientos de los niños y al mismo tiempo vemos ilustraciones más sugerentes que dan oportunidad a que los lectores tengan más interpretaciones. No dependemos de las palabras para poder contar o comprender una historia, sólo basta con observar para comenzar a hacer conclusiones y entender qué es lo que el ilustrador también quiere contarnos.
@angelicaror