El gobierno de los Estados Unidos, a través de un tuit de su Comandante en Jefe (porque en la política contemporánea parece que se ha vuelto costumbre definir la historia de la humanidad en 140 caracteres), ha dejado entrever su inminente decisión de abandonar el llamado Acuerdo de París, uno de los legados de la administración de Barack Obama.
Antes de indignarnos, establezcamos el contexto a efecto de poder tener una visión clara de lo que significa esta decisión para la historia del mundo tal y como la conocemos.
En diciembre de 2015, en el marco de la Conferencia de Países sobre el clima (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), fue sellado el denominado Acuerdo de París, que es un acuerdo que tiene como finalidad reducir las emisiones de gases que provocan el efecto invernadero en el planeta tierra por parte de los países firmantes.
Los compromisos a los que los países parte del acuerdo se obligaron fueron entre otros, mantener muy por debajo de los 2° C el aumento de la temperatura media mundial, que las emisiones globales de gases que causen efecto invernadero alcancen su nivel máximo cuanto antes y posteriormente aplicar una reducción inmediata de emisiones, atender a los daños y perjuicios causados por los efectos adversos del cambio climático, ofrecer a los países en desarrollo apoyo internacional para una mejor adaptación a un sistema de producción ecológicamente amigable y principalmente reducir las emisiones de CO2 adoptando medidas políticas y económicas al respecto.
Países como Estados Unidos, China y Japón son de los que más emisiones de CO2 reportan. De hecho, según datos del banco Mundial, los Estados Unidos de Norteamérica emiten más de 16.39 toneladas métricas per cápita, haciéndolo el país que más contamina en relación con su número de habitantes en todo el mundo.
En 2015 Obama reconoció la responsabilidad que como jefe de Estado de la nación más contaminante del mundo tenía ante este acuerdo, por lo que lo selló, firmó y ratificó. La implementación estaba tomando forma y diversos empresarios incluso se sumaron positivamente a la causa proponiendo nuevos modelos de producción. Entonces llegó Trump.
La política económica Donald Trump, trasnochada, de los 70, cortoplacista, aislacionista y nacionalista, lo ha hecho tomar decisiones que parecen (y son) de un esquema de pensamiento con vestigios del siglo pasado. Esa misma política lo hizo tomar otra decisión que aunque al típico americano le parezca pragmatismo puro, en la realidad se trata de un mensaje claro al mundo: la humanidad y su futuro no nos importan. Lo que nos importa es regresar a la era de la américa industrializada e irresponsable, no importando que ya sea obsoleta.
El mensaje fue fuerte y claro. El resto de los países del mundo lo entendió y no han dejado pasar la oportunidad de buscar asumir el liderazgo mundial que ante la ausencia de Obama, Trump ha dejado vacante.
Uno de los que asumirá el liderazgo climático mundial será Emmanuel Macron, presidente de Francia quien reaccionó de manera inmediata a los posicionamientos del presidente de Estados Unidos mediante un mensaje en internet en el que recrimina a Trump su decisión, invita a la comunidad científica a trabajar en su país y remata con la invitación generalizada a hacer “el mundo grande otra vez”. Los viejos tiempos en los que Francia representaba una dura oposición a Estados Unidos y un liderazgo en Europa se encuentran a punto de volver.
China y Alemania pueden comenzar a empoderarse en la lucha contra el cambio climático, lo que significa algo en política internacional que es especialmente relevante: la pérdida de la preponderancia norteamericana en la toma de decisiones internacional.
El cambio climático, sin embargo, es un tema que no debe soslayarse. No habrá mundo que liderar si lo terminamos destruyendo. Todos y cada uno de los que habitamos en este lugar tenemos una responsabilidad social y ambiental para con nuestro planeta. La producción de residuos y la emisión de CO2 deben atenderse tanto desde las políticas económicas a nivel nacional como en todos y cada uno de los hogares mexicanos. Reducir el uso del vehículo y de la luz eléctrica es un buen inicio para que en micro y en individual, logremos impactar en macro y en la colectividad.
A las desgracias, como Trump, se les enfrenta con responsabilidad y compromiso. Y todos podemos convertirnos en la resistencia.