- Cuando es crónico puede contribuir a que se desarrollen con antelación las complicaciones propias del padecimiento
- El estrés acelera los latidos del corazón y eleva la presión arterial, lo que representa un factor de riesgo coronario
Todo ser vivo requiere cierta cantidad de estrés para enfrentar la adversidad y cualquier cambio que se presente en la vida y el entorno, es lo que se conoce como “eustrés” o “estrés positivo”. No obstante, al tornarse crónico (distrés) puede causar daños emocionales y golpear la salud, en especial la de personas con enfermedades crónicas, como la diabetes y la hipertensión.
Cuando el nivel de estrés es elevado y se presenta en forma repetitiva en los pacientes con diabetes puede contribuir a que se desarrollen con antelación las complicaciones propias de la enfermedad, como retinopatía diabética, dolor neuropático, daño renal y ulceraciones en los pies. “Lo anterior se debe a que impacta en los niveles de glucosa en sangre y los incrementa”, señala Arturo Del Castillo Arreola, profesor-investigador del Área Académica de sicología de la Universidad del Estado de Hidalgo (UAEH).
Por otra parte, explica el especialista, acelera los latidos del corazón y eleva la presión arterial, lo que representa un factor de riesgo coronario importante para quienes tienen hipertensión. De hecho, se ha observado que muchas personas que han sufrido un infarto al miocardio o cerebral han estado sometidas a una fuerte carga de estrés durante años. “Sin embargo, es importante aclarar que también están asociados otros factores, como la herencia, el sedentarismo, la ingesta excesiva de grasas y sal, así como el tabaquismo”, expresa.
Otros daños
Cabe destacar que el estrés no sólo genera daño a nivel fisiológico, pues de acuerdo con Del Castillo Arreola cuando es elevado tiene efectos en el aspecto conductual, pues se manifiesta una especie de bloqueo y se dificulta resolver problemas y cumplir con las actividades diarias.
Asimismo, en el ámbito afectivo prevalece la ansiedad, aunque también puede aparecer miedo hacia la enfermedad y/o enojo con la vida. En el aspecto somático, se experimenta dolor corporal y se presentan episodios repetidos de gripe u otro tipo de infecciones.
En lo interpersonal, refiere el especialista, si no recibe apoyo de los seres queridos, el paciente se aísla y experimenta problemas intrafamiliares continuos. Y en el área cognitiva dominan los pensamientos catastróficos acerca de la enfermedad y sobre lo desafortunada que es la vida.
¿Qué ocurre en el organismo?
Al experimentar una carga de estrés elevada, en consecuencia se genera una actividad excesiva en los sistemas nervioso, endocrino e inmunológico, al igual que en los llamados complementarios, como el simpático (moviliza las reservas de energía en estados de emergencia) y el parasimpático (cuya función consiste en conservar y almacenar dichas reservas).
“En respuesta a dichos cambios fisiológicos se segregan distintas hormonas, como la noradrenalina, la adrenalina y el cortisol. Las dos primeras ocasionan un incremento en la presión arterial, y la última mueve la energía almacenada en el organismo (glucosa)”.
Tal movilización prepara a las personas para enfrentarse al estímulo que los estresa. En individuos sanos, la glucosa se utiliza en forma inmediata. Sin embargo, en los pacientes con diabetes ocasiona que el azúcar recién liberado se acumule en la sangre.
“En este sentido, cabe destacar que los humanos responden a los estímulos de maneras variadas, pero lo que marca la diferencia es la forma en que cada uno los valora. Vale la pena preguntarse “¿qué tan peligroso es a lo que me enfrento? y ¿puede solucionarse? El estrés negativo o distrés aparece cuando la situación es delicada y no se poseen los medios necesarios para resolverla, lo que causa ansiedad, angustia, dolor o insomnio”, explica el especialista.
Este proceso, en las personas que sufren diabetes o hipertensión, se refleja en que muchas consideran que la enfermedad que padecen es peligrosa. A ello se suman las dificultades para modificar la alimentación, hacer ejercicio, monitorear la glucosa, medir la presión arterial, administrar los medicamentos y asistir a consulta.
“Las personas experimentan tales cambios de modo diferente. Se ha observado que un porcentaje elevado se preocupa en extremo, considera que las modificaciones en su estilo de vida son demasiado rígidas y cree que cuenta con escasas habilidades para hacer frente a su nueva condición”.
Otra proporción de pacientes piensa que su estado no es peligroso y lo califican como algo de poca relevancia; no se estresan, pero tampoco siguen su tratamiento al pie de la letra y ello sí es delicado para su salud. “Y un tercer grupo está formado por los individuos ubicados en un punto medio, quienes entienden que su enfermedad es importante y comienzan a adquirir habilidades para mantenerla bajo control; el estrés es mínimo y les ayuda a hacerle frente al trastorno”.
El control del estrés, junto con una alimentación balanceada y la actividad física, ayudan a reducir los niveles de glucosa y la presión arterial. Del Castillo Arreola indica que es preciso realizar cambios al estilo de vida, por lo que el trabajo del médico es fundamental porque permite al paciente adquirir las herramientas necesarias para enfrentar el problema médico.
También resalta la participación del especialista en salud mental con el fin de que el afectado reciba una atención integral. “Le brindamos orientación para que tome conciencia sobre su tratamiento y las conductas a seguir para mantener un adecuado control de la enfermedad, así como aquellas capaces de controlar el estrés. Entre estas últimas se encuentran las técnicas de relajación, cuya base es una respiración correcta”. Por último, recomienda las actividades recreativas y modificar las ideas equivocadas en torno al padecimiento.
Con información de la Agencia ID