Perder por goleada / Economía de palabras - LJA Aguascalientes
22/11/2024

La verdadera alegría es dar,

pelear por los que tienen hambre,

regar una planta,

apartar una piedra del camino.

Formar parte de la Revolución,

es no estar nunca al margen de lo que se necesita.

Abrir la ventana para que entre la luz,

cerrar la puerta a la traición,

Fragmento de 20 de Noviembre de Carlos Pellicer.


 

 

Imagínese un partido de fútbol en el que a cada paso, a cada oportunidad, el árbitro marca alguna penalidad a favor siempre de un solo equipo. En particular imagine que es en contra del suyo. Suponga que el otro equipo puede usar las manos impunemente, sustituir jugadores a voluntad o jugar con 20 si quiere. Además considere que cuenta con el apoyo del sonido local, los aficionados, todos,  y hasta de los vendedores de cerveza y de comida del estadio.

El partido se juega en un campo notoriamente inclinado -en su contra obviamente- lo que dificulta cualquier avance con el balón a una buena velocidad y además como si no fuera suficiente, la portería en que debe anotar su equipo es tan pequeña que parece adecuada únicamente para personas de talla pequeña.

Palabras más palabras menos, podría pasar por una analogía decente de la pobreza que hay en este país. Imagine la vida de quienes crecen aprendiendo en escuelas -ya no digamos nada de la calidad de lo que se imparte en ellas- inadecuadas para el aprendizaje, andando entre caminos deplorables que a veces -si se es afortunado- conectan sus comunidades, siendo atendido por servicios de salud que operan en condiciones inenarrables cuando las hay del todo, y un largo, triste y desalentador etcétera. Deténgase a asimilar que este partido es todavía más joda cuando no se es hombre o si no se habla español. Jodida la hora en la que no puede uno ni hablar el mismo idioma que el árbitro o esté simplemente no te reconoce como jugador.

Piense que cuando se es pobre y se reclama por los agravios cometidos en el partido, tanto el público, como el mismísimo sonido local,  no titubea en llamarle rojillo, huevon, parásito y que lo acusan de mantenido, comunista-naturista y hasta de jacobino. Sería inimaginable pensar en la enigmática voz del estadio azteca pedirle a un jugador visitante que se pare y continúe con el partido mientras desenvainando sus prejuicios le dice: “parate huevon” o con ironico para el ejemplo “se cae de hambre árbitro, ¡que siga!”.

Ser pobre es jugar en contra de todas las posibilidades. Ser pobre además de trágico es para toda la vida. Los pobres a diferencia de los ricos que deciden vivir la vida en la comuna de la buena onda hasta que se aburren, no pueden tomar una vacación de su clase social. Los pobres son pobres los 365 días del año, las 24 horas y generalmente lo son toda su vida.

No es falta de esfuerzo ni de voluntad. Si los monopolios le roban el excedente del consumidor, la inflación destruye sus ahorros, las empresas le inhiben de buscar un arreglo colectivo de trabajo, los empresarios rentistas no invierten en su productividad y encima la sociedad le recrimina que se queje, no queda mucho espacio para el optimismo ni para la mejora. En español, si te joden todos, todo el tiempo, en todo lugar se necesita un verdadero milagro para salir bien librado.

En México tenemos 25 años con la misma cantidad de pobres. Tenemos más de 10 años creciendo menos del mediocre 3 por ciento que nos autoimpusimos como medida de nuestra incapacidad sistémica. El país tiene miles de jóvenes sin empleo, empresas pequeñas y algunas medianas completamente improductivas, intensivas en mano de obra pero que no generan prácticamente ningún valor. Tenemos empresarios rentistas, una sociedad civil desarticulada y chilangocéntrica, niveles grotescos de desigualdad y un retraso en el reconocimiento de algunos derechos civiles que francamente no solo da pena, da coraje.

En resumen tenemos una sociedad de privilegios y prejuicios incapaz de entender que el problema no es de formas sino de fondo, que no hace por reivindicar a los que menos tienen, donde jodida la hora en la que uno nace pobre.

Lo que tal vez hace falta, además de justicia, es empatía. Si el árbitro no va a poner orden tal vez podemos empezar por nivelar nosotros la cancha, a exigir que haya un trato digno y reglas más justas. Si lo hacemos, con el tiempo, podemos vivir en un país donde ser pobre no sea sinónimo de perder por goleada. Se puede vivir con dignidad, nomás que para eso hay que comenzar por la de otros y eso no se nos da.

 

@JOSE_S1ERRA

 


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