El 6 de mayo de 1985 el entonces presidente norteamericano Ronald Reagan designó el día en los Estados Unidos en conmemoración a Jonas Salk. La historia de Salk, el padre de la vacuna contra la polio, es un gran ejemplo de aquello que la humanidad puede lograr cuando antepone el bienestar de la especie al personal.
Salk rechazó la oportunidad de patentar la vacuna y con ello convertirse en un millonario de la noche a la mañana. Cuando le preguntaron de quién eran los derechos de la vacuna Salk respondió con firmeza “no hay patente. ¿Podría usted patentar el Sol?”.
Salk regaló el trabajo de su vida a la humanidad, creía que la vacunación obligatoria era necesaria y que incluso se podría considerar como un compromiso moral. De manera personal suscribo las últimas dos aseveraciones y celebro con dicha -y sin polio- lo primero.
Lamentablemente sobre la vacunación obligatoria hay quien no está de acuerdo y no comparte el compromiso moral de vacunar a sus hijos y aún más triste me resulta que hay quien cree con vehemencia que regalar el fruto del trabajo de su vida a los demás es una muestra de idiotez.
Reagan estaba en lo correcto -no encuentro muchas oportunidades para pensar esto último- cuando en su proclamación, en la parte final, se puede leer:
“Hoy, la poliomielitis no es una enfermedad familiar entre los jóvenes americanos, y [estos] podrían encontrar alguna dificultad apreciando la magnitud del desorden que la vacuna de Salk a virtualmente erradicado de la faz de la tierra.”
En efecto, es complicado y de alguna manera casi imposible reconocer individualmente el valor de todos aquellos quienes, como Salk, han entregado su labor profesional al bienestar de la humanidad. El hecho de que la prosperidad de nuestra especie depende de ello suele ser una nota complementaria casi al pie a la idea de que es el mercado, la lógica que la acompaña, y de las instituciones que crea las responsables de nuestro progreso.
El programa espacial Apollo, el financiamiento público de la ciencia, incluido el gasto en investigación en defensa -aunque sea controversial por sus objetivos- son ejemplos de cómo el conocimiento cuando termina al servicio de la humanidad es el motor del progreso y no viceversa. El conocimiento, la aplicación de la técnica a nuestros problemas ha sido la única fuente inagotable de progreso lastimosamente tan exitosa ha sido la lógica que subyace en el capitalismo que cada vez más difícil resulta pensar en un caso como el de Salk.
Ni todo el oro ni todo el petróleo del mundo se comparan al valor de aquellos avances que han permitido mantener con vida a miles de millones de personas o que nos han salvado de la desgracia de enfermedades tan infames como la polio. Aún así, pese a que a mi parecer Salk tiene razón al preguntar si usted podría patentar el Sol no faltará -como lo expongo antes- quien sostenga que aquella postura le resulta por demás idiota.
En México esa lógica parece imperar particularmente en un basto sector de la población y en particular en aquella que concentra el poder. Parece que dicen con sus actos, ¡qué pendejo es quien no tiene un departamento en Miami cuando las condiciones le han sido puestas para ello! Pendejo el que no se apropia (roba) lo que puede como corolario de la máxima “el que no tranza no avanza”.
Los recursos públicos vistos desde este punto de vista como algo a lo que se puede renunciar, dadas las condiciones de impunidad y del carente Estado de Derecho en nuestro país hacen pasar a quienes tienen la convicción de servir al Estado y no servirse de él como idiotas, pendejos o inocentes.
En México la vida pública necesita con urgencia la clase de compromiso con los otros de gente como Salk, lamentablemente me parece que caemos en un paralelismo -en un sentido moral- de aquello que se refiere la frase “lo que la naturaleza no da, Salamanca non presta”.
@JOSE_S1ERRA