Si consideramos un periodo suficientemente amplio, la evidencia científica nos muestra que, salvo los africanos que nunca han salido de África, todos los demás somos inmigrantes o descendientes de ellos.
JDC
Después del Brexit, del no a la paz en Colombia y de la elección de Donald Trump se auguraba un futuro preocupante para las personas (yo entre ellas) que aún creen en la necesidad de decisiones racionales y sensatas en materia política. Los hechos aludidos, sin embargo, parecían delinear un futuro que se caracterizaría, por lo contrario, por la irracionalidad, resultado de elecciones que parecían ir en contra de los propios intereses de los países que habían decidido a favor de las opciones comentadas.
Las dificultades económicas para el Reino Unido y las limitaciones para la vida futura de sus jóvenes después del Brexit apuntaban a un mundo excluyente, cerrado, de un nacionalismo exacerbado, con privilegios para pocos y de dificultades y sufrimiento para muchos. Esta tendencia parecía apuntalarse con la preferencia por un estado de guerra a otro de paz en Colombia y por la elección de un presidente, en los Estados Unidos de Norteamérica, que decide reducir el acceso a la salud de sus ciudadanos, que toma medidas proteccionistas que, sin duda, debilitarán su economía, que quiere amurallar la frontera sur de su país, entre otras cosas igual de contraproducentes. En suma: el mundo parecía encaminarse a una grave regresión en aspectos que se pensaban superados para siempre.
En este contexto, la candidatura de Marine Le Pen en Francia fortalecía las impresiones comentadas antes y agregaba un escenario aún más sombrío: la muy severa afectación de la Unión Europea, sugerida en su campaña política. Disminuir la viabilidad de esta unión de países, acaso una de las ideas políticas más razonables de los últimos tiempos, podría plantear una situación de gran incertidumbre en el ámbito internacional. (Aquí recomendaría, a los interesados, la lectura de los argumentos de José Ortega y Gasset sobre este tema, publicados en los años 30 del siglo pasado.)
Dados esos escenarios, cuando Le Pen quedó entre los dos candidatos que disputarían la segunda vuelta, los temores se acrecentaron, sobre todo porque las diferencias de las votaciones entre ellos fueron poco significativas. Pero en la segunda vuelta algo ocurrió que hizo cambiar las cosas radicalmente: cerca de un 60% de los electores se pronunciaron a favor de Emmanuel Macron quien es, hoy, presidente electo de Francia.
Ya se ha hablado suficientemente de las originales características de este joven francés y de su partido para repetirlas aquí. Lo que me interesa subrayar, como lo ha dicho ya un comentarista en su país, es que la campaña política de Macron fue una suerte de terapia de grupo para los franceses que los indujo a revisar, en la segunda vuelta, sus más sentidas creencias y convicciones. Este examen los movió a rechazar, mayoritariamente, el oscurantismo de la extrema derecha.
He tenido oportunidad, gracias a las redes sociales, de escuchar algunos de sus discursos. La claridad de sus planteamientos, la naturalidad de su expresión, la normalidad de su presencia son elementos que contribuyen a su capacidad de convencer. En una de sus alocuciones objeta la reducción de los presupuestos en materia de cuidado del medio ambiente hecha por el gobierno estadounidense, e invita a los investigadores interesados en ese tema a trabajar en Francia. Creo que Macron, al menos por lo que a mí respecta, con algunas de sus posiciones nos ha abierto una ventana por la que podemos ver que la racionalidad en política es posible. Creo que conviene seguir observando con atención para aprender todo aquello que resulte útil en materia política en el futuro inmediato de nuestro país, si es que las apreciaciones sobre las virtudes, intenciones y capacidades de Emmanuel Macron se van cumpliendo en su ejercicio gubernamental.
Confieso que en numerosas ocasiones me han hecho notar mi ingenuidad en materia política. A pesar de esa limitante que acepto, no puedo dejar de creer que un mundo en donde prevalezcan la libertad, la igualdad y la fraternidad es, de hecho, posible. Confío en que las elecciones en Francia sean, como ya se dijo, una ventana abierta a esa anhelada posibilidad y que actúen en contra de los escenarios de odio a quienes son diferentes, de cerrazón a los demás, de identidades excluyentes, de desigualdad económica extrema.