It’s strange but it’s true.
I can’t get over the way you love me like you do,
but I have to be sure when I walk out that door,
oh how I want to be free, baby.
Oh how I want to break free…
I want to break free – Queen
El Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM, su abreviatura en inglés) es un manual que categoriza y describe con fines diagnósticos a las distintas patologías mentales que, luego de años de investigación empírica y trabajo metodológico, la American Psychiatric Association (sí, la famosa APA) integra en cada actualización del manual. Estas actualizaciones se realizan cada cierto tiempo, en función de los avances en el conocimiento psiquiátrico alrededor del mundo, que la APA compendia, y que -desde 2013- ahora va en su quinta edición. Podemos afirmar con certeza que los resultados expuestos en el DSM obedecen a criterios científicos, a intereses netamente epistemológicos, a valores que privilegian el conocimiento sobre cualquier otra cosa o presunción. Esto es importante, porque -a partir del 17 de mayo de 1990- en el DSM se quitó la categoría de “patología mental” a la homosexualidad. Es por esto que (desde 2005) cada 17 de mayo se celebra en gran parte del mundo el Día Internacional Contra la Homofobia, la Transfobia, y la Bifobia. Sí, en el mundo existe un día que celebra los esfuerzos de sensibilización, educación y concientización social que se hacen para que la orientación sexual, la preferencia sexual, o la expresión de la identidad de género (sí, son cosas distintas) no sean discriminadas o criminalizadas, como actualmente sucede en varios países. También esa efeméride sirve para conmemorar a los muertos, presos, excluidos, marginados, y demás humanos vulnerados por los insensatos prejuicios dominantes en las sociedades que tienen una cultura arcaica en torno a este tema, y que -desgraciadamente- no son pocas; la mexicana está penosamente incluida entre éstas. En resumen, desde el punto de vista clínico científico, también se descarta a la homosexualidad como un “mal” en sí misma.
A lo largo de los doce años que se ha conmemorado esta efeméride, ha tenido en su agenda diversos temas que se han planteado con el objetivo de visibilizar aspectos necesarios en la erradicación de las llamadas “fobias” motivadas por el sexo y el género. Estos temas han ido desde la descriminalización de la comunidad LGBTTTI, la educación en temas de sexualidad, la especificidad contra la lesbofobia o la transfobia, el papel cultural de la religión en estas fobias, la libertad de expresión de la comunidad LGBTTTI, entre otras, hasta este año 2017 que el tema es trascendental: Las Familias. La elección de este tema es coyuntural, y obedece a la radicalización que han tenido los movimientos conservadores al respecto de la diversidad en la que los núcleos familiares están conformados. En México, por ejemplo, hay un Fasci di Combattimento Nacional por la Familia que agrupa tanto a los sectores religiosos (de las variadas confesiones emanadas de la tradición judeocristiana) como a homófobos de distinta calaña que pregonan (sin risas, por favor) una supuesta invasión de un presunto lobby gay que intenta imponer una cosa deschavetada a la que llaman “ideología de género” mediante la cual “el homosexualismo” pretende destruir a la sociedad desde su núcleo básico: la monolítica familia heteroparental. Gracias a esta perorata, los fachos de la “familia natural” han persuadido malamente a amplios sectores de la sociedad (la clase política incluida) para que se restrinjan derechos a la comunidad LGBTTTI; derechos que van desde la posibilidad de la unión matrimonial entre personas del mismo sexo, hasta la posibilidad jurídica de rectificación de datos de género para las personas trans, hasta -como en el caso de varias legislaturas locales, incluida la de Aguascalientes- llegar a la estulticia de querer restringir la posibilidad de adopción sólo a personas heterosexuales. Todo esto por una “fobia”; y sí, lo entrecomillo porque en este caso el adjetivo no habla sobre el “Temor acusado y persistente que es excesivo o irracional” (como efectivamente se señala en el DSM), sino que se utiliza como un eufemismo para no llamar por su nombre a la ignorancia y la estupidez.
¿Por qué habría que tenerle “fobia” a una persona cuya orientación erótica se inclina hacia los de su mismo sexo? ¿Por qué habría de despertar “temor irracional” el hecho de que alguien no se sienta identificado con su género biológico y actúe en consecuencia para su plena realización personal? ¿Por qué habría de dar “miedo” que un niño o una niña crezcan en un entorno en el que sea normal la maternidad o la paternidad homosexual? No le llamemos fobia a algo que no lo es; y menos cuando se trata de una manera menos agresiva de disfrazar a los simples prejuicios motivados por la ignorancia y la incomprensión a lo diferente. Ahora bien, en un escenario de desastre hipotético para los conservadores, qué sucedería si un alto porcentaje de la población mundial decidiera: vestirse y asumirse socialmente como del género opuesto al de nacimiento, fornicar sin fines reproductivos con personas del mismo sexo, adoptar a niños en orfandad para criarlos en entornos familiares estables, digamos que -por “imitación”- esos niños adoptados replican las conductas descritas. En una hipótesis “catastrófica” así, en la que estas conductas se ejercieran como derechos plenos por -digamos- el ¿qué le parece bien? ¿30% de la población? ¿50% de la sociedad? Con un escenario así ¿Qué les pasaría a los heterosexuales? ¿les marginarían de sus familias? ¿les impedirían casarse o tener hijos? ¿Cuáles serían los efectos tangibles y mesurables en las tasas de natalidad, mortandad, divorcios u orfandad? ¿Sería en verdad el fin de la familia, de la sociedad y de la especie? ¿Lo hemos pensado en serio o nomás nos gusta hacernos güeyes?
Ya, de pasada, recordemos el Artículo Primero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que a la letra dice: “En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección… Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas”. Cada persona es enteramente libre de pensar lo que guste y mande, es un derecho garantizado; pero si usted -además de pensar que la homosexualidad, la transexualidad, o la bisexualidad, son males en sí mismos- es capaz de llevar esos pensamientos a un orden práctico, debe saber que sus actos (además de torvos) son ilegales en este país. Y ya que arriba hablamos del Fasci di Combattimento Nacional por la Familia, recordemos que nuestras leyes también castigan la apología del delito, así que manifestarse públicamente para hacer discursos de odio que exhorten a la exclusión social y la discriminación es, también, un delito.
¿Por qué es importante erradicar la homofobia? Porque la homofobia mata. La diversidad no es “antinatural”, ni “anormal”. Es nuestra formación cultural la que ha vuelto pecaminoso todo lo relacionado al Eros, y los únicos que podemos cambiarlo somos nosotros ¿Cómo? Quitándonos la ignorancia y educando a nuestros hijos para que busquen la justicia, la libertad civil, los derechos humanos fundamentales; en suma, la ética. Es un proceso lento, porque la cultura, la religión, la costumbre, la tradición, no nos dejan pensar con claridad y confundimos una fobia con la estupidez. La homofobia mata, de entrada, a la claridad necesaria para entender al mundo y coexistir en la diversidad.
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¡Mucha razón!