Soren Héctor de Velasco Galván
Colegio de Estudios Estratégicos y Geopolíticos de Aguascalientes, A.C.
Múnich, Alemania. 28 de mayo de 2017. Tras ingerir un tarro de cerveza y masticar pretzels, la canciller germana, Angela Merkel, toma el estrado y, quizá envalentonada por el espumoso líquido, habla directamente sobre la situación internacional: “Los tiempos en los que podíamos depender completamente de otros, hasta cierto punto han terminado. Es mi experiencia de estos últimos días”.
Luego, tratando de matizar su perorata, Merkel concluye: “Los europeos tenemos que tomar el destino en nuestras manos. Naturalmente, contando con la amistad con Estados Unidos, Reino Unido y con relaciones de buena vecindad con otros países cuando sea posible, también con Rusia”.
La escena arriba descrita se relaciona con el presente artículo, el cual tiene por objetivo tratar de dilucidar si los dichos de Angela Merkel presagian un divorcio con su principal socio estratégico: los Estados Unidos de América.
El antagonismo Merkel-Trump tuvo su génesis en la pasada campaña presidencial estadounidense. Para nadie era un secreto que Merkel deseaba la victoria de Hillary Clinton. Luego, ya siendo mandatario Trump, el encuentro, celebrado en marzo de 2017 en la Casa Blanca, fue ríspido: Trump rehusó, a pesar de las peticiones de la prensa, estrechar la mano de Merkel.
El 25 de mayo de 2017, durante la reunión cumbre de la alianza atlántica, la OTAN, en Bruselas, Bélgica, Trump, en un gesto poco diplomático, dijo a los europeos que debían aportar más dinero a la defensa de Europa. Siguiendo con su retórica anti-germana, Trump dijo que Alemania era “muy mala” debido a su superávit comercial.
El eje franco-germano es la piedra angular de la Unión Europea: “Francia busca la reencarnación como Europa, pues ello significa lograr la grandeza; Alemania espera lograr la redención a través de Europa”1. Por ello, Merkel, quizá previendo más desencuentros con el patán neoyorquino, se reunió con su contraparte francesa, Emmanuel Macron, quien ha demostrado una fidelidad perruna a los germanos: su equipo de política exterior incluye varios germano-parlantes. Asimismo, el mandatario galo viajó a Berlín el mismo día de su toma de posesión.
Tal y como lo previo Merkel, durante la reunión del G-7 en Sicilia, Italia, las fricciones germano-estadounidenses aparecieron: Irán, el cambio climático, y el proteccionismo versus el libre comercio, fueron los temas discordantes.
Tras el periplo siciliano, Merkel, quien en septiembre próximo buscará ganar por cuarta vez consecutiva la elección para canciller de Alemania, vio en el desencuentro con Trump una manera de sacar raja política: el público germano tiene un desprecio visceral por el energúmeno neoyorkino. Este sentimiento fue amplificado por el influyente semanario Der Spiegel el cual publicó un artículo en donde afirmó que el mandatario estadounidense “ha transformado a los Estados Unidos en un hazmerreír y que es un peligro para el mundo”2.
Por lo tanto, los discursos de Merkel sobre las diferencias con Trump tienen un doble objetivo: fortalecer su campaña electoral; y expresar el sentimiento de rechazo que provoca el mandatario norteamericano entre los germanos.
Merkel levantó ámpula a ambos lados del Atlántico: Cliff Kupchan, presidente del grupo de análisis Eurasia, afirmó que: “Trump está creando el mayor desaguisado desde la guerra de Irak, quizás desde la Segunda Guerra Mundial. Esto deja a los Estados Unidos expuesto. Si el acuerdo nuclear iraní fracasa, por ejemplo, Europa no apoyará a Trump en el caso de una crisis”3.
A su vez, la escritora estadounidense, Anne Applebaum, comentó en su cuenta de Twitter que: “La Unión Europea y el Reino Unido empezaran a pensar seriamente en un futuro sin seguridad estadounidense”.
El ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Sigmar Gabriel, dijo que: “Las políticas de corta visión del gobierno estadounidense perjudican los intereses de Europa. Occidente se ha vuelto más pequeño, por lo menos se ha debilitado”.
¿Hay divorcio perentorio en puerta entre Alemania y los Estados Unidos? El escribano cree que no por las siguientes razones: Desde 1945, Europa “Cayó en un estado de dependencia estratégica con respecto a los Estados Unidos”; “los europeos han descubierto que el poderío económico no se traduce necesariamente en poder geopolítico y geoestratégico”4; y, aunque parezca crudo, hay 34 mil soldados estadounidenses estacionados en Alemania.
Lo anterior no descarta que otras fuerzas -China y Rusia- puedan influir en la escena política europea para meter una cuña entre Washington y sus aliados europeos y lograr, con el paso del tiempo, el desmembramiento de la alianza atlántica.
En fin, no hay divorcio a la vuelta de la esquina, pero la situación germano-estadounidense hace recordar al escribano una canción interpretada por la cantante española, Rocío Dúrcal: “Aunque ya no sientas más amor por mí sólo rencor, yo tampoco tengo nada que sentir y eso es peor, pero te extraño, como te extraño”.
Aide-Mémoire.- Mientras Alemania y la Unión Americana riñen, el presidente ruso, Vladimir Putin, se encuentra envuelto en un frenesí diplomático: los líderes de las Filipinas, Francia, Arabia Saudita, e India se han entrevistado o entrevistarán con el genio de la geopolítica de principios del siglo XXI en los próximos días.
1.- Brzezinski, Zbigniew. The Grand Chessboard: American Primacy and its Geostrategic Imperatives. New York, Basic Books, 1997, p. 61
2.- It´s time to get rid of Donald Trump https://goo.gl/HNB73i
3.- Following Trump’s trip, Merkel says Europe can’t rely on ‘others.’ She means the U.S. https://goo.gl/WUpFrN
4.- Kagan, Robert. Of Paradise and Power: America and Europe in The New World Order. New York, Alfred A. Knopf, 2003, p. 18 y 22