En el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia seguirá siendo imperante denunciar los más de mil 300 crímenes de odio que se han registrado en México desde 1995, las violaciones sexuales “correctivas” contra mujeres con una alta incidencia en países africanos aunque no inexistenten en el resto del mundo, las intervenciones quirúrgicas a indiscreción de bebés intersexuales, el suicidio coercitivo, así como la persecución y retención sistemática contra la comunidad LGBTI respaldada por el Estado en Chechenia. Sin embargo, y en concordancia con el tema global para este 2017: Familias, también vale la pena retornar a espacios aparentemente más pequeños, a temas que podrían parecer más insignificantes pero que hablan de la desigualdad y que adolecen en la secrecía a miles de jóvenes… tal vez a sus hijas e hijos, sus hermanos: el amor en la disidencia sexual.
Un día, al salir con una de mis exparejas, vimos en una librería un texto que a primera vista me pareció uno más de superación personal, de aquellos que llegan a ser ofensivos para quienes realmente se encuentran en los más profundo del vacío. Sin embargo versaba sobre las dificultades en los procesos de resiliencia tras la ruptura de una relación entre personas del mismo sexo o género. Intentar escribir el título del mamotreto es algo inútil, pues en ese momento detonó múltiples pensamientos abrumadores. Si mal no recuerdo, él se acercó para leer junto a mí la contraportada del libro y terminamos por ver en nuestros ojos la tragedia, se hizo el silencio y nos alejamos de aquella epifanía.
Las relaciones humanas son de por sí complejas y el amor o el romance, con sus miles de manifestaciones, parece ser más caótico, peor aun cuando la persona involucrada pertenece a un grupo al cual se le ha negado históricamente reconocer sus uniones como una familia y que, además, en ocasiones no cuentan con la posibilidad de recurrir a la de origen en búsqueda de consejo, refugio o simplemente para celebrar.
A diferencia de los noviazgos entre personas del sexo o género opuesto, las personas de la disidencia sexual pocas veces pueden arriesgarse a invitar a alguien de su interés sin asegurarse previamente de que forma parte de la comunidad LGBTI, ya que la violencia puede emerger ante esa osadía; por lo que los antros, bares, aplicaciones o lugares de encuentro gay suelen ser el recurso de enlace con sus múltiples vulnerabilidades. Las ideas del flechazo en un museo, en el parque, en clase, de banqueta a banqueta se suplen por cervezas, sentidos alterados, luces estridentes, obscuridad y silencios; e incluso se puede llegar a encontrar la muerte por manos coléricas y ser otra víctima más de los crímenes que llegan a ser titulados como pasionales, negando el ambiente de inseguridad fraguado por la intolerancia a ver la expresión más enaltecida por las artes pero prohibida para los periféricos indómitas.
En ocasiones, la familia no sabe o no quiere reconocer a un individuo como parte de aquellos a los que teme u odia, por lo que algunas personas optan por rechazar la posibilidad de conformar su propio hogar, y en otros casos se recurre a la clandestinidad que afecta al sano desenvolvimiento de las parejas. Algo más preocupante son los procesos tras la ruptura de relaciones afectivas, ya que, mientras algunos tiene la oportunidad de compartir el duelo y buscar consuelo entre los brazos de las madres, padres o hermanos, otras personas deben hacer de tripas corazón y llevar sus duelos -nuevamente- en silencio, en la obscuridad. Si bien este tipo de procesos se enfrentan por la gran mayoría de los seres humanos y algunos no cuentan con su padre o madre, añadir como elemento circunstancial la homofobia persistente en nuestra sociedad deriva en situaciones aún más complejas y duras, sin considerar los conflictos internos cuando se transita al reconocimiento de la orientación o identidad sexual propia.
El pensamiento abstracto dota a los seres humanos la capacidad de construir más allá de su entorno físico inmediato, lo cual permitió la conformación de sociedades cada vez más complejas, pero también ha conllevado a una serie de concepciones que no sólo han puesto en riesgo al sitio que les brindó abrigo, también han sido causantes de segregación y exterminio, errores que pueden ser subsanados si se acepta el reto de confluir en la alteridad para reconocer que cada persona merece las mismas oportunidades para desenvolverse en su entorno.
El racismo, el sexismo, la homofobia, el fundamentalismo religioso y otro tipo de malestares sociales han sido reconocidos gracias a la lucha de miles de personas que, desde sus trincheras, han buscado visibilizar la violencia que generan este tipo de constructos, pero también los escenarios de plenitud que podrían construirse en caso de erradicarse; y aunque múltiples formas de odio emerjan con nuevos conceptos como el hembrismo, el feminazismo o la inquisición rosa para recaer en los errores del pasado, quienes han asumido la responsabilidad y el peso de la libertad continuarán dando muestra de fuerza y fe en una mejor sociedad que debe evitar su ambición por la apoteosis y recordar que padece como todas las personas que a lo largo de la vida sólo quieren hacerla más disfrutable en la medida de lo posible.
Al ser cuerpos imputados por desviación, lascivia, promiscuidad, aberración, como portadores innatos de VIH, negligentes e incapaces para la maternidad y la paternidad… por disidencia, al aceptarnos y negarnos a sucumbir a una falsa identidad, sólo puedo agradecer a cada uno de los que se atreven a amar en rosa, buscando la dicha que varios se han negado, que a algunos se les ha arrebatado.
A esos primeros amores indelebles que nos hicieron ver la posibilidad de encontrar nuestro hogar, a quienes aún con dudas de sí que se atrevieron a robar un roce de las manos para saltar con un extraño de quien no pudieron apartar los ojos, a aquellas breves pero profusas historias de amor que se contenían por años y continúan buscando la dicha a pesar de la enfermedad, a aquellas compañías que besaron desnudas acuosa melancolía y dolor como acto de empatía, a quienes buscaron otra versión de sí por temor al rechazo sin reconocer que no fue su culpa el rezago al que estuvieron sujetos por constantes depresiones, a quienes como Beauvoir y Sartre buscaron amores libertarios y reconstruyen a otros, a quienes permanecen inmóviles por miedo a sí mismos pero se atrevieron a sacar a bailar a sus demonios, a esos amores secretos que se satisfacen con la felicidad ajena… a esos amores aún desconocidos que están por llegar y cuya pasión parece ser familiar: Gracias por su disidencia.
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