Debo dejar mi auto en la cuadra contigua a la que ocupa el colegio pues no hay lugares disponibles más cerca. En la esquina hay una casa enorme. Me estaciono frente a ella. Al volver a mi auto debo retirar una hoja de papel colocada en el limpiaparabrisas. Es una nota en que se me amonesta por haber dejado mi coche ahí. Al parecer, los dueños de la casa han decidido que no les gusta que la gente ocupe “su” lugar. Cabe señalar que la casa, la enorme casa, cuenta con una cochera que fácilmente permite guardar cuatro autos. Mi primer impulso es timbrar en la casa, me dispongo a dar una lección sobre el reglamento de tránsito municipal. Qué les pasa, su propiedad termina antes de la acera, no bloqueo su cochera, no hay línea amarilla, ahora resulta que son dueños de la calle, etc. Afortunadamente nadie atiende mi furibundo timbrazo. Me voy amonestado, sin poder reclamar y con la ley de mi lado.
Debe dejar su camioneta en una calle paralela a la suya pues hay obras de repavimentación. Toda una cuadra ha debido buscar lugar temporal para sus vehículos, por lo que las calles contiguas se ven saturadas. Hay carros por todos lados. Sortear las cocheras es un reto. Estaciona su camioneta frente a una casa y se asegura de no bloquear ni un centímetro la entrada, sabe que eso podría incomodar a los vecinos, que de por sí ya padecen el polvo y ruido de la obra en curso, además del súbito incremento de tránsito por su calle. Al otro día, al volver por su vehículo, debe retirarse para tomar perspectiva, quizá sea un efecto de la luz, un reflejo inesperado. Nada de eso. Una línea onduleante decora ahora frente, puertas y parte trasera, por ambos lados. Al parecer, los dueños de la casa han decidido que no les gusta que la gente ocupe “su” lugar. Y han hecho justicia, con una llave han rayado el vehículo que los ofende. Su primer impulso es timbrar en la casa y armar un alboroto. Qué les pasa, ahí les va esta pedrada; quihubo, no les gustó que les rompiera los vidrios, para que vean lo que se siente; no bloqueo su cochera, no hay línea amarilla, etc. Afortunadamente nadie atiende su furibundo timbrazo. Se va, el auto dañado, sin poder reclamar y con la ley de su lado.
Debo estacionarme de nuevo cerca del colegio. Estoy a punto de hacerlo en la acera de la casa cuyos dueños vigilan celosamente “su” lugar; pero un poco más lejos hay un lote baldío, así que me estaciono frente a éste. Aunque tengo que caminar un poco más, he optado por no evitar el mal momento. Acepto que la nota que me escribieron era amable, no aparecían groserías, se me invitaba a no dejar mi auto ahí. Por supuesto, las razones eran erróneas, los redactores no tenían ningún punto a su favor, la ley me asistía. Preferí evitar el encuentro. No me cuesta nada caminar un poco más y aunque se equivoquen, me queda claro que quien está tan al pendiente de que nadie se estacione en su acera lo pasa mal. Si ya optaron por dejar notas es porque con frecuencia aparecen autos de extraños bloqueando su vista del camellón. Si ya optaron por dejar notas es porque esto los estresa. Y, aunque la tentación de hacer que lo pasen peor me resulta muy atractiva, me atrae más dar mi clase, volver a mi oficina sin incidentes y desearle los buenos días a quien se estacione en “mi” acera.
No han terminado las obras y debe estacionarse de nuevo lejos de su casa. Por supuesto, evita hacerlo frente a los decoradores de autos. Es incómodo estar buscando, pero las obras terminarán en una semana y la incomodidad cesará. Es cierto que la agresión por parte de los vecinos es deplorable y podría llevar a una acción legal. Sin embargo, opta por dejar la cosa en paz. El reclamo quizá provocaría violencia inmediata; si se tomaron el tiempo para rayar una camioneta que en nada les estorbaba, por el puro hecho de que estaba donde ellos no querían que estuviera, qué serían capaces de hacer si se les reclamaba o se les agredía en respuesta. Tampoco buscó asesoría legal ni inició ningún proceso. La razón estaba de su lado, el castigo sería inminente; quizá incluso podría obtener que se reparara la pintura de su vehículo. Prefirió evitar el pleito, fuera ley de la selva o acción legal. Los vecinos se equivocaron, eso está claro, y su neurosis ha llegado a niveles absurdos. Si ya optaron por dañar una camioneta de un desconocido es porque el odio que acumulan ya no puede ser contenido. Si ya optaron por dañar una camioneta de un desconocido sabiendo que la respuesta podría ser violenta, seguramente su cotidianidad está simple y sencillamente jodida. La tentación de hacerlos pasar un mal rato, o un pésimo rato, o un pésimo y humillante rato con arrestos y demandas de por medio, resulta bastante atractiva. Al final, resulta más atractivo volver a casa, besar a la esposa y enseñar a los niños que la vida puede ser buena.