Media luna brillará,
la navaja acechará,
ojos bravos de mujer
¿Qué veneno fue…?
Sevilla – Miguel Bosé
En esta Memoria de espejos rotos me permitiré hacer un divertimento que aspire a la seriedad, o un texto serio que aspire a lo lúdico, o algo así. Como sea, si eventualmente encuentra identificación con lo aquí expuesto, no lo tome ad hominem, que no se trata de echar leña al fuego fatuo, sino de revisar creencias que históricamente nos han sido perniciosas.
Le invito a que responda las siguientes preguntas y a que también las pregunte a sus cercanos. Ya luego ensayaremos sobre las posibles tendencias en las respuestas. El siguiente cuestionario no está elaborado sobre ninguna base metodológica, más que la mera intuición y un poco de empirismo. Todo parte de una pregunta madre: ¿A usted le gusta la tauromaquia? La intención es correlacionar la creencia de que esa actividad es deseable con otras creencias que han limitado nuestro desarrollo social, económico, político y cultural. Vienen a continuación veintiséis preguntas para ser contestadas con un Sí o un No. ¿Contestamos?
1.- ¿Ha sostenido la idea de que los pobres podrían dejar de serlo si trabajaran más?
2.- ¿Justificaría que a una mujer le digan “puta” por cómo se viste?
3.- ¿Ha utilizado las palabras “indio”, “prieto”, “prole”, como insulto?
4.- ¿Le ofende que al personaje del dios católico se le trate como personaje de ficción?
5.- ¿Justificaría ciertas desigualdades en nombre de “la tradición”?
6.- ¿Valora más a Agustín de Iturbide que a Vicente Guerrero?
7.- ¿Olvidó la participación histórica de cada uno de estos personajes?
8.- ¿Prefiere ver la foto de un funeral que la foto de un acto erótico entre homosexuales?
9.- ¿Tiene usted tendencias Chauvinistas?
10.- ¿Ignora qué significa “Chauvinista”?
11.- ¿Afirma como acertado el dicho de “Como te ven, te tratan”?
12.- ¿Afirma que circunstancias como el apellido o la zona en la que alguien reside pueden afectar las oportunidades para el éxito?
13.- ¿Relaciona usted la idea de “éxito” como algo relacionado al ascenso económico?
14.- ¿Ha utilizado el término “feminazi” como insulto?
15.- ¿Usted valida los concursos de belleza con mujeres, tipo Miss Universo?
16.- ¿Le encuentra necesidad al modelo monárquico en la actualidad?
17.- ¿Considera como “normal” únicamente a la unión entre un hombre y una mujer?
18.- ¿Voluntariamente ha omitido hablar o reflexionar sobre los casos de pederastia en la Iglesia católica?
19.- ¿Cree que las mujeres que son madres y esposas, y que salen a trabajar, propician la “pérdida de valores” en los hijos?
20.- ¿Cree usted que un “buen” estatus socioeconómico pueda ser considerado como una virtud?
21.- ¿Alguna vez ha asociado el color de piel o de ojos a estándares de belleza, o ha dicho que alguien tiene guapura “a pesar de tener la piel morena”?
22.- ¿Alguna vez ha considerado a Hitler, Napoleón, Porfirio Díaz, o Stalin como ejemplos de liderazgo?
23.- ¿Cree usted que una sociedad podría sacrificar ciertas libertades a cambio de mayor seguridad?
24.- ¿Cree usted que en una relación (ya sea entre individuos o entre colectividades) es necesario que una de las partes asuma el control y el dominio de manera unilateral para preservar el orden?
25.- ¿Alguna vez ha utilizado la conjunción “pero” luego de afirmar que usted no es homofóbico, racista, machista, clasista, etcétera?
26.- ¿Justificaría usted que un establecimiento comercial se “reserve el derecho de admisión”?
Hasta aquí las preguntas. Si nos damos cuenta, obedecen a seis campos semánticos: racismo, clasismo, machismo-misoginia, religión, xenofobia y un poquito de ignorancia. La idea es que, una vez que se contestó afirmativamente a la afición de la tauromaquia, podamos encontrar la relación entre dicha afición y estas taras de pensamiento. Si la pregunta sobre la tauromaquia se respondió afirmativamente, y en las demás preguntas hay más respuestas que hayan salido con Sí, se refuerza la idea de que la afición por la tauromaquia está ligada a las tareas enumeradas arriba. Claro, puede haber gente que hubiese dado Sí a todas y no ser aficionado a la tauromaquia, que la estupidez no es monopolio de nadie; o a la inversa, que un aficionado taurómaco tenga respuestas que contradigan la generalidad de las taras. Por eso -a mi juicio- es interesante este ejercicio: descubrir si efectivamente existe relación entre tauromaquia y prejuicios de corte social. En respuesta se podrá argüir también que hay un contra factual para desmentir esa posible relación: muchos artistas e intelectuales son célebres aficionados a la tauromaquia. Concedido, por supuesto. Es una lástima que esos grandes artistas e intelectuales ocupen apenas unas decenas de butacas, ante las miles de localidades que se llenan con otros tantos taurómacos que sí son susceptibles de caer en la relación expuesta arriba. Además, la presunción de que alguien sea “artista o intelectual” no le exime de padecer estas taras; ejemplos sobran. En justicia, tampoco hay superioridad moral en ser antitaurino, por el sólo hecho de repudiar la tauromaquia.
El ejercicio parte de una trampa metodológica: es sabido que la “fiesta” brava es un espectáculo clasista (hay pretensión de status en función de la localidad que se ocupe, y la misma asistencia a estos eventos está revestida de un cariz aspiracional); es también un espectáculo machista (la generalidad de los taurómacos no considera que esa actividad sea “para mujeres”, o cuando una mujer opina sobre el desarrollo de un espectáculo de éstos, su opinión regularmente está por debajo de la del hombre), pero también se liga con lo religioso, porque hay dos ámbitos peculiarmente retrógradas en los que la mujer siempre será menos que el hombre: la tauromaquia y el catolicismo, por eso se identifican tan bien ambas aficiones; en consecución, podemos afirmar que es un espectáculo fuertemente ligado a la religión católica (tanto los asistentes como los practicantes de esta actividad podrían confesar ese credo públicamente con orgullo, y el mismo espectáculo liga símbolos de esta fe). Así, en términos generales, con el ejercicio del cuestionario se tiene la expectativa de encontrar coincidencias entre la afición a esta actividad, y las creencias y modelos de pensamiento asociados con taras y prejuicios que -en perspectiva global- pueden explicar el atraso de las sociedades.
Dado lo anterior, quisiera poner en justicia la hipótesis: no quiero decir que la tauromaquia sea la enfermedad; pero sí pone en evidencia los síntomas de ésta. No es que un pueblo taurino tenga doble moral, clasismo o racismo como consecuencia a la afición a los toros, sino que esta afición es el efecto de una base cultural soportada por los estamentos de la religión, la inequidad de género, la ignorancia, el atarse a “la tradición”, la derrota en la lucha de clases, y demás taras.
Bien. Llevamos poco más de mil cien palabras y no hemos tocado el tema de la crueldad hacia los animales con la que se sustenta la tauromaquia. Sobre esto, sólo apunto dos cosas: 1.- Sublimar las emociones al ver el sufrimiento de un ser vivo es una psicopatía conocida como sadismo. 2.- Los adultos que promueven en los niños la adquisición de este “gusto” ostentan un dolo incomprensible, y pone en evidencia que no entienden que no entienden.
Finalmente, aunque todo lo aquí escrito fuese acertado (mis sospechas tengo de que sí lo es), no estaría de acuerdo con la prohibición de la tauromaquia (sí con ciertas regulaciones sobre el trato digno a los animales); pero con lo que sí estaría de acuerdo, sería con la sensibilización hacia los taurómacos, en la aspiración de que -a las décadas, o las centurias- miráramos hacia atrás y viéramos con vergüenza y pudor esa afición y todo el pernicioso entramado cultural asociado a ésta, como ahora lo hacemos con la inquisición, el apartheid, o con el holocausto nazi.
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Algunas cosas no tan de acuerdo, pero en verdad que resulta sorprendente la relación de todos esos elementos conservadores