¿Quién ha dicho que la economía sirva para satisfacer las necesidades sociales? ¿Quién se atreve a afirmar que el Estado oligárquico o nacional desarrollista ordene a la sociedad bajo los tres principios rectores de la democracia: libertad, igualdad, fraternidad? ¿Quién se atreve a afirmar que el Estado Nacional bajo el poder trasnacional hegemónico organice a la sociedad para participar democráticamente en la vida política de la nación?
Tres interrogantes que, histórica y teóricamente, han sido respondidas con vehementes negativas: De la primera pregunta se encargó Karl Marx y da cuenta en su obra cumbre El Capital (I-1867; II-1885; III-1894) que deconstruye, desmonta y revela las leyes intrínsecas a la plusvalía del capital, a la metamorfosis de éste -en sus tres etapas mercantil-dinerario-financiero y propiamente como Capital monopólico- que es capaz de refuncionalizarse mediante sus “ciclos” históricos, identificados contemporáneamente como “crisis” con afectación global de mercado al mundo capitalista unipolar. Que, al final, demuestra que la Economía Política como la entendemos ahora, de nivel mundializado, hace todo, menos cumplir la expectativa de la población universal de satisfacer sus necesidades como sociedad y como individuos.
La segunda pregunta es atajada por los investigadores de las Ciencias Políticas, Sociales, Antropológicas y de la Conducta Humana, cuando concluyen que: México en la postindependencia se pintó con los rasgos de un Estado Nacional Oligárquico: Es autocrático, populista con un fuerte impulso a la cohesión nacional; su función principal es patrimonialista y así organiza su burocracia administrativa; su autoridad es jurídica pero formal, la ejerce de manera autoritaria; mantiene rígidamente la división social en clases: élites económica y política, clases medias y clases populares, que causa escasa movilidad social; una escena política cerrada, la sociedad se encuentra prácticamente sin canales democráticos; en la era prerrevolucionaria le valió el constante golpismo, como forma de apropiarse del poder; los cuartelazos como imposición de la fuerza militar sobre la sociedad civil; las dictaduras como ruptura y suspensión de la vigencia de instituciones que Plutarco Elías Calles calificó como el gobierno de “los hombres necesarios”; la emergencia de caudillos, forma personalista y carismática de encabezar las causas populares. Este modelo culmina con un exponente de excepción que fue el general Lázaro Cárdenas, que indujo un socialismo efímero, en materia de educación, y el ideal del “reparto de tierras” para la organización campesina. (Ver: Poder y Política en América Latina (Teresa Castro Escudero, Lucio Oliver Costilla, coordinadores. Siglo XXI editores, s.a. de c.v., 2005, 1ª edición. Quienes compilan una “revisitación del Estado en América Latina”).
Respuesta que se profundiza en una segunda etapa del Estado Mexicano: Ideal del reparto de tierras que se agotó y dio paso en los 70 a un Estado Nacional Desarrollista, cuyos elementos distintivos son: Impulsar desde el polo dominante del Capital Neo-oligárquico la meta del desarrollo económico de la nación. Lo hace bajo un corporativismo de Estado cuya principal función es favorecer el proceso de acumulación “local” o nacionalista, y con ello sustituye las antiguas élites terratenientes y mercantiles con las nuevas élites impulsoras de las ramas industriales y prestadoras de servicios; se industrializa la economía y el Estado se convierte en un “benefactor”, a México le mereció el calificativo de “ogro filantrópico” acuñado por el poeta Octavio Paz. A nivel político, se promueve la participación populista: el sector obrero, el sector campesino y el sector popular o de clases urbanas al que se incluyen los profesionistas -maestros, médicos, abogados e ingenieros principalmente-. Se propició la cultura de masas y se abre la tolerancia a las prácticas religiosas; nace el cine nacional y en el teatro se parodia la vida política. Y aquí termina el Estado Nacional Tradicionalista. (Opus cit., ut supra. Nota mía: LJA. Contigo a la distancia. Sábado 11 de septiembre, 2010).
De la tercera pregunta, da cuenta la implantación de la economía global, bajo el dominio unipolar del Capital Dirigente que representan los países centrales del planeta: nace en México el montaje de los Patrones Hegemónicos del poder trasnacional. Se abre la escena política con la reforma de la Política Electoral, se crean los candidatos plurinominales, se consagra el Liberalismo Social y la democracia se funda en la representación formal. Subsiste una sociedad civil débil, trémula en la acción y tímidamente demandante; se inducen procesos de exclusión y se desincentiva la participación ciudadana. En este largo proceso persiste y domina el factor de la cercanía física y funcional con el centro hegemónico de los Estados Unidos, lo que hace de México un interlocutor cercano e inmediato a los intereses estadounidenses respecto al todo del continente, ya sea con la colaboración abierta o encubierta de las élites políticas y económicas nacionales. Lo que nos trajo: La des-estructuración de la clase política dominante local, la desestructuración del capital oligárquico nacional, en tanto operador y usufructuario interno de la rentabilidad del país, para instalar: los nuevos modos de dominación económica dependiente del exterior, mediante la generalización del Impuesto Global a la sociedad que es el IVA, junto con la inducción de reformas fiscales para liberalizar el Impuesto sobre la renta del Capital Bursátil, cuyo usufructuario extranjero es eminentemente el Capital central de los países hegemónicos, aunado ello al tan caprichoso como interesado movimiento del Tipo de Cambio. (Ibidem, ut supra).
Por lo que podemos responder categóricamente que el Estado Mexicano ha tenido una función inequívoca: la de desarticular a la sociedad, e impedir su organización interna para participar activa y democráticamente en la vida política nacional. Respuesta paradójica si contrastamos los elevados discursos de los políticos y funcionarios públicos que exaltan, en ocasión de las fiestas cívicas, el valor inmarcesible de la Patria y el papel trascendental e histórico del Estado Nacional para la vida de los ciudadanos arropados bajo la Bandera de México y los emblemas nacionales. Habría, entonces, qué revisitar el sentido y papel real e histórico que está jugando el Estado Nación, para ser garante efectivo de lo que está inscrito en nuestra Constitución Política, como ideario colectivo de nuestro pueblo.
En este sentido, es inobjetable añadir una cuarta pregunta: ¿Quién puede afirmar, aquí y ahora, en su sano juicio que el Poder Judicial del Sistema de Justicia del país guarde y haga guardar las garantías de pleno derecho a la procuración e impartición de justicia, bajo sus notas esenciales de pronta, expedita, justa, equitativa, efectiva, eficaz e imparcial a todos los ciudadanos de México? Es evidente que la respuesta resulta inequívocamente negativa. Y lo peor de ello es que sistémicamente debiera ser el factor de equilibrio que mantuviera incólume el mandato esencial de gobierno: seguridad, paz y sana convivencia ciudadana. En el presente se sitúa más bien como el punto límite de un acantilado, a cuyo fondo precipita vidas enteras de personas, despojando a las víctimas de sus bienes y patrimonio, y dejándolas en la orfandad de un presente y futuro inciertos. Si debiéramos señalar una asignatura pendiente del estado de la Nación, sería ésta del deplorable, inaceptable y abominable estado del aparato nacional de justicia. Sin este, los otros dos poderes son mera política ficción.
Ahora mismo, Aguascalientes cumple ya el primer cuatrimestre de gobierno de la administración del contador Martín Orozco Sandoval, está por cumplirse el término de su entrega del Plan Estatal de Gobierno 2017-2022, y permanecemos en ayunas de los proyectos rectores que habrán de impulsar el desarrollo de nuestra vida colectiva; quizá no sea obligatorio el mostrar la eficacia de los primeros pasos y medidas de gobierno, no tuvimos a la vista el parámetro de los famosos 100 días que proveyeran datos ciertos de su gerencia gubernamental. Todo ha quedado en el silencio y en la no estridencia, cierto. Pero tampoco tenemos puntos de referencia que indiquen la diferencia de ser nuevo gobierno. ¿Cuál está siendo su interlocución con la sociedad? ¿Bajo qué medios? ¿Con qué recursos? ¿Cuáles son sus mediaciones con la vida civil? ¿Cómo demuestra su gerencia/stewardship del futuro de Aguascalientes? Son interrogantes que esperan respuesta.