Apenas se puede dar crédito cuando uno escucha ese audio. Uno de los líderes del movimiento del 68 -apunto esto porque desgraciadamente nos da una perspectiva de que algunas de las mentes que lideraron lo que representa en México el más grande hito de resistencia civil y lucha por la dignidad de las libertades, simplemente perdieron brújula, aquellos que dejaron sólo y criticaron de reaccionario al maestro Luis González de Alba -o peor, le cuestionaron su orientación sexual-, representan una parte lamentable de lo que en despropósito llamamos “izquierda” en este país (hace unos días, por cierto, también Perelló se pronunció por apoyar abiertamente a AMLO y creo que esto merece una declaración del eterno candidato a la presidencia de México)- dijo en radio UNAM que “si no hay verga, no hay violación” (sic), banalizando el caso de Daphne, la menor abusada sexualmente en Veracruz por una pandilla de subnormales conocida como los Porkys, diciendo que tal vez su atacante la encontró “metible” (sick).
Siguiendo una línea no poco socorrida en los últimos días en redes sociales, Perelló comparó los casos de Tamara y Daphne, diciendo que estamos construyendo un infierno porque las mujeres ya no toleran que les digas “guapa” en la calle; demostró que efectivamente hay una pendiente resbaladiza que un imbécil como él puede seguir hasta hilar que, así como Plaqueta no toleró el piropo, también hay que decir que “tampoco que te metan los dedos es para armar un desmadre estrepitoso”. El atroz despropósito continuó hasta el grado de aseverar que una penetración con “palos de escoba, dedos, vibradores” (sick) no era violación, y más (me parece increíble mientras lo escribo) que “incluso la violación no es para desgarrarse las vestiduras” y que “a las viejas cuero (sick) les gusta”. En el paroxismo de la estupidez esto no fue, aún, el límite: se dirigió a su co-conductora “no te hagas pendeja (sick), hay mujeres que sólo han sentido un orgasmo cuando son violadas […] cuando no hay culpa, cuando no hay responsabilidad […] gozan; y no me negarás que en los juegos sexuales está implícita la violencia, la violación: son frecuentes las prácticas del golpeo, del amarrar.” (sick)
La historia que se escribió después tuvo como final que la UNAM le quitara su programa, un public shaming que me parece absolutamente justo, y algunos despistados comentarios que se atrevieron a defender la “libertad de expresión”. Hay dos cosas que puedo apenas agregar, porque los párrafos anteriores indignan y permiten -en el austero uso de la narración de hechos- concluir la idiocia de Perelló o su supina ignorancia sobre la violación, el código penal o su asquerosa perversión. Por un lado, que no confundamos su salida de radio UNAM con censura moralina: evidentemente no se trata de las palabras sino del contenido de éstas. La tolerancia contra la intolerancia es negligencia. Lo que Perelló hizo, sea por idiota, ignorante o perverso -para el caso da lo mismo- se llama apología de la violencia. Justificar la violación poniéndola como un virtuoso camino hacia el orgasmo para algunas mujeres, decir que a las “buenonas” les gusta, que entendamos que el victimario la encontró “metible” es digno de cárcel o manicomio. La libertad de expresión jamás podrá amparar un discurso de odio, la afrenta a la dignidad humana, la justificación para la humillación femenina. La idiocia de Perelló no raya en el chiste inoportuno, no cae en la crítica de mal gusto, no es el too soon de la comedia negra, es simple y llanamente, apología del delito. Hizo bien la UNAM en reaccionar de manera rápida e implacable. Hace bien en poner este antecedente que no necesita de contratos robustos y exhaustivos sobre derechos y obligaciones laborales, sino de apego a la ley sobre las prácticas, que, encima de todo, queda claro que la radio pública emanada de la máxima casa de estudios debe proteger acorde a sus valores.
Finalmente, y como mera nota al margen, me llama la atención el uso del término “verga”, que pocas veces podríamos repetir al aire o escribir en un diario. La cuestión es el contenido violento que de sí suele tener el término o que tiene ese tufo transgresor (por eso, del otro lado entiendo también la reacción que intenta contrarrestar con la misma violencia en el adagio “verga violadora a la licuadora”); es esta palabra probablemente la que mejor captura el ánimo viril, la “potencia sexual masculina” en el inconsciente colectivo. Aunque es bien sabido, nunca deja de sorprenderme pensar que esa voz viene de los términos náuticos, que señala el palo que cruza perpendicularmente el mástil de un barco: la trabe que sostiene las velas. La longitud de la verga indica de buena forma el tamaño de la vela: la resistencia al viento, la capacidad, velocidad y potencia de un navío. Es posible inferir o entender la facilidad para inferir que el valor del barco se tase a partir del tamaño de la verga. La distancia de extremo a extremo de la vela, se llama por extensión envergadura, igual que el ancho de unas alas extendidas. Usamos el mismo término para referirnos a lo que tiene mucha importancia. Eso también nos recuerda que vivimos, nos demos cuenta o no, sumergidos en una cultura donde los hombres hemos aprendido a trazar nuestro propio valor en términos genitales. Así de pobre en muchos sentidos es nuestra masculinidad, así de claras son las miserias con las que hemos construido nuestra realidad.
/Aguascalientesplural