Dice Perogrullo que el Día del Niño fue creado para celebrar los infantes; los cachorros de la gran familia humana. Yo prefiero pensar que se trata de una festividad que nos ofrece a los adultos la oportunidad de evocar el tiempo perdido; la vida que se nos fue, y con ella la inocencia y la luz que trae consigo; el tiempo en que, aun sin tener conciencia de ello, teníamos todas las oportunidades del mundo por delante; una vida para experimentar y aprender y disfrutar y sufrir. Una vida para reír, como estos niños de Mesillas, una pequeña comunidad del pequeño municipio norteño de Tepezalá –en Aguascalientes casi todo queda al norte; casi-.
¿De qué ríen; qué observan con tan concentrada y gozosa atención? En ese tiempo tenía yo una pequeña camarita Nikon Coolpix 5400, un espléndido artilugio que tenía una pequeña pantalla retráctil. Entonces, lo que hice fue voltearla y tomarles un trío de fotos. Los niños ríen de verse en la pequeña pantalla de la cámara.
Pobre Mesillas… Tan lejos de Aguascalientes y tan cerca del desierto y la pobreza. La fotografía fue tomada hace poco más de 12 años, el 12 de octubre de 2004. Estos niños han dejado de serlo, y quizá la vida, las carencias de aquellos lares, se han encargado de quitarles la sonrisa a punta de golpes de necesidad e impotencia.
Ojalá y no.
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