Leyó las instrucciones. El mecanismo era tan simple que resultaba difícil creerlo. Ganó la curiosidad: insertó una moneda y con una sonrisa mordaz giró la perilla que indicaba el tiempo que deseaba regresar. Lo distrajo el paso de un ave volando bajo; dejó la flecha apuntando a un minuto.
Esperó.
Ingenuo, no existe tal cosa como una máquina del tiempo.
Una máquina del tiempo, descubrió.
Leyó las instrucciones. El mecanismo era tan simple que resultaba difícil creerlo. Ganó la curiosidad: insertó una moneda y con una sonrisa mordaz giró la perilla que indicaba el tiempo que deseaba regresar. Lo distrajo el paso de un ave volando bajo, dejó la flecha apuntando a un minuto.
Esperó.
*Cuento incluido en Pequeñas y fugaces memorias.